CAPÍTULO 7

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Caminé sola hasta una zona solitaria y llena de árboles que estaba en lo más alejado del campus. No solía ir allí, pero necesitaba evadirme por un momento. Le había contado a Mary todo lo que hablabamos James y yo y ella parecía emocionada, mucho más emocionada que yo. De todos modos, era mejor tomarse las cosas con calma.

Me senté en uno de los bancos de piedra y miré el verdor de algunos árboles y las ramas desnudas de otros. El suelo estaba ligeramente cubierto por las hojas marrones y naranjas secas que habían caído ya con la definitiva llegada del invierno. Y más adelante pude distinguir dos figuras oscuras detrás de unos árboles. Con el silencio me llegaba el amortiguado sonido de sus voces:

—Vamos, tío. Solo unos gramos. Guárdamelos hasta mañana. Iré a tu habitación y me los llevaré de nuevo.—Parecía la voz de Thomas.

—No quiero involucrarme. Otra vez no.

Abrí los ojos ante la sorpresa. Era la voz de Colton.

—Joder, Colton. Solo por hoy. Solo es marihuana.

—Thomas, tú eres el camello; tú te ocupas. No quiero guardar tu mierda.

—Me van a pillar, joder. Guárdalo—insistió el chico. Y parecía que estaba empezando a cabrearse.

Colton se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia mí. Por un momento entré en pánico. No quería que pensara que había estado escuchado su conversación, por muy cierto que fuera.

Cuando me vio se detuvo en seco y no alteró su gesto en absoluto. Simplemente tenía el rostro serio, como si siempre estuviese enfadado.

—¿Hasta dónde has oído?—preguntó con la voz inflexible.

—No he escuchado nada—mentí.

Entonces sacó algo de su bolsillo: un cigarrillo y un mechero. Lo encendió y tomó una gran calada. Yo hice una mueca y él enarcó una ceja.

—Escúchame, chica. Si has oído algo y se te ocurre abrir la boca...—dijo señalándome con la mano en la que sujetaba el cigarro.

—¿Qué vas a hacerme? ¿Es una amenaza?—No podía creerlo. No tenía culpa de nada—. De todos modos no te he mentido: no he escuchado de lo que hablabais.

Bajó el brazo, abatido. Tomó otra calada y miró hacia otro lado.

—No podría—dijo en un susurro.

Y por algún motivo, sus palabras, susurradas de aquella manera, hicieron que se me erizara la piel. 

Me miró y yo lo miré a él. Su ropa completamente negra, sus pantalones negros y estrechos, rotos por las rodillas, tan solo decorados por una cadena que colgaba de su cinturón. Tragué saliva cuando mis ojos se encontraron con los suyos de nuevo. Eran marrones, un poco más claros que su pelo.

Y entonces me levanté. No tenía nada que hacer allí. Pero su voz me detuvo por un instante.

—No vuelvas a encontrarte conmigo.

Lo miré cuando me giré y su penetrante mirada resultaba incluso incómoda.

—No te preocupes. No es mi intención tener que encontrarme contigo.

Sonrió como hizo en la fiesta, divertido, como si se burlara de mí. Una parte de mí me gritaba que debía alejarme de él, odiarlo y no verlo jamás. Aunque eso era algo imposible teniendo en cuenta que estábamos en la misma universidad. Pero la otra parte no podía evitar preguntarse qué era lo que escondía aquel muchacho. Porque era evidente que lo que mostraba no era él en su totalidad.

—Menos mal. Porque no quiero ser acosado por una niñata, y hasta el momento eso es lo que parece.

—¿Acosado?—repetí, incrédula—. Se llama casualidad. Si te piensas que tengo algún tipo de interés en ti, estás muy equivocado.

Alguien ImperfectoWhere stories live. Discover now