CAPÍTULO 10

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La luz del sol penetraba a través de las cortinas y me despertó. Recordé fugazmente lo sucedido la noche anterior, pero parecía algo lejano, algo producto de un sueño. En mi interior pensaba que no había ocurrido de verdad. Giré mi cabeza y miré a mi alrededor. Vi a Colton tumbado boca abajo en la cama que debería ocupar Mary si ella estuviera aquí. Estaba con el cabello alborotado, cada mechón por un lado; los brazos bajo la almohada y su ancha espalda, musculosa y tatuada con las bellas alas de ángel. 

Respiré agitadamente, aturdida y preocupada al darme cuenta de que no había sido un sueño: realmente nos habíamos besado. Estaba cohibida y pensé que no quería que él despertara y me viera allí a penas vestida y despeinada; no quería que me mirara a la cara y que pensara en lo que habíamos hecho.

Lo que para cualquier otra persona resultaría algo sin importancia, para mí era algo bastante grave. Yo no besaba a chicos todos los días ni me comportaba de aquella manera. Para mí el sexo era algo importante, algo que no entregaría a la ligera. Y, sin embargo, cuando Colton estaba besándome pensé que no me importaría que las cosas fueran más allá, que quizá no me importaría si era con él.

Sacudí la cabeza y hundí mis dedos en el cabello despeinado. Me levanté y fui a asearme al baño antes de que él pudiera verme tan desaliñada. Me di una ducha y pensé en que simplemente tenía que actuar con naturalidad. Fue algo normal, algo a lo que no debería darle más importancia.

Me vestí y peiné mi pelo húmedo. Después me llevé el resto de mis cosas a la habitación. Recordé, otra vez, que odiaba tener que compartir baño con toda la residencia.

Entré en el cuarto y pude ver cómo Colton se removía en la cama, despertándose. Yo guardé mis cosas en el armario y jugué con la manga izquierda de mi sudadera granate, ancha también. Mi vestuario no solía variar demasiado.

Él alzó la cabeza, el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, molestos por la luz del sol. Su pelo negro tenía algunos reflejos caoba. Me quedé mirándolo, seria y nerviosa, mordiéndome el labio sin poder evitarlo; y con ello me vino el recuerdo de Colton mordiéndomelo.

Pero en el fondo yo sabía que lo mejor era que se alejara y no volviésemos a tener ningún roce de ningún tipo. Empezaba a creerle respecto a lo de que no le conviene a nadie, más allá de lo que me dijera mi instinto. Sabía que ocultaba algo y que no era precisamente bueno. Además, realmente yo no le gustaba y él no me gustaba a mí, ¿cierto? Además yo estaba conociendo a James, ese chico amable y tímido en ocasiones que era capaz de llamarme a altas horas de la noche con la excusa de que se aburría, para hablar conmigo.

James parecía la opción segura, mientras que Colton era aquello inseguro, incierto y peligroso. 

Me miró y pareció sorprenderse por un momento. Yo me quedé rígida, quieta y nerviosa mientras lo miraba. Después, él pareció relajarse más, pero yo no pude hacer lo mismo; el corazón me bombeaba con fuerza y pensé que era una idiota.

—Buenos días—saludó él, levantándose.

—Hola—contesté sin más.

Me di la vuelta con rapidez cuando él se puso en pie y lo escuché coger su ropa y comenzar a vestirse. Yo me puse a organizar ciertas cosas y a meterlas en una vieja mochila, preparándolo todo para cuando tuviera que volver a casa, algo que empezaba a parecerme muy tentador. Estaría días sin ver a Colton ni a nadie más. Sería tomar un descanso de todo.

—¿Te vas?—preguntó él. Y sentí cierta incertidumbre en su voz, un pequeño temor. Me negué a mí misma la posibilidad de que eso fuera así.

No dejaba de morderme el labio, tanto que comenzaba a doler. Me di la vuelta y lo vi de pie a tres pasos de mí. Apreté las manos en puños y cogí aire antes de contestarle.

—Me iré de vacaciones con mi madre; ya sabes, Navidad.

—Me alegro. Que lo pases bien—respuso.

—Gracias.— Hice una pausa—. ¿Tú no vas con tu familia?

Apretó la mandíbula, vi cómo se tensaban sus músculos y su mirada se endureció. Pensé que quizás no tendría familia y me arrepentí de haber preguntado.

—No, yo me quedaré aquí.

Asentí y bajé la mirada. Pasaron unos minutos en silencio. Él no había dicho nada que tuviera que ver con lo de anoche y yo tampoco tenía interés en ello. Después de que insinuara que él era la clase de chico que trataba mal a las chicas perdí cualquier tipo de interés en nada que tuviera relación con él.

 No necesitaba a un imbécil que no podía respetarme. La expresión "tratar como una mierda" lo decía todo sobre él.

—Oye...Evelyn, ¿no?

No podía creérmelo. Levanté la cabeza al instante cuando lo escuché decir aquello. ¿Fingía que no recordaba mi nombre? ¿Era eso posible? Me enfadé, me enfadé tanto que podría haberme acercado a él y haberlo golpeado con fuerza en la cara. 

—Gracias por cubrirme—dijo.

—Creo que ya he oído eso antes—repliqué—. Y, por cierto, eres un cretino.

—¿Yo soy un cretino? Creo que nunca me habían llamado así; de muchas maneras menos así.

—Siempre hay una primera vez—contesté.

—Como la nuestra.

—¿Qué nuestra?—Entrecerré los ojos y lo miré.

Me puse muy nerviosa, sabía a lo que se refería y no quería que lo nombrara. Estaba actuando de forma infantil pensando que quería evitar el tema.

—Fue nuestro primer beso el uno con el otro y estoy seguro que es el mejor beso que te han dado en tu vida.

¿Por qué volvía a ser tan arrogante? Me puse roja y esperé que él no lo notara.

—Ni lo imagines. Ha habido chicos mucho mejores que tú en ese aspecto. Bueno, y  en todos. No es que puedas presumir de ser buena persona.

Alzó una ceja pero sonrió, divertido. Odiaba eso de él. Era como si todo lo que hiciera le causara risa o le resultara gracioso, como si se burlara de mí. Y probablemente era eso lo que hacía: burlarse de mí.

Enfurecí tanto...

—Si no tienes nada más que decir ya puedes irte. Y espero que no volvamos a vernos por ahí, y que si lo hacemos ni siquiera me mires.

Pareció comprender el mensaje y con un simple gesto y una de sus medias sonrisas, abrió la puerta y marchó pasillo abajo, directo a las grandes escaleras. Me pregunté cómo lo hacía para que la encargada de la residencia no lo pillara cada vez que entraba en esta.

Me sentí bien cuando se hubo ido. Fue como obligarme a volver a la realidad, un sitio al que Colton no tenía acceso. Mi vida normal, cuando no había chicos ni gente molesta y arrogante; solo yo y los estudios. Fue reconfortante y a la vez desolador, muy desolador.

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora