Capítulo 16: Secretos de familia.

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—Sebastian Gellar murió en 1970 —espetó Reby, precipitándose contra la reja y apretando los barrotes fríos con las manos mientras su mirada se movían rápidamente sobre el rostro del anciano—, es imposible...

—Nunca morí —repuso él, ahora totalmente serio, devolviéndole la mirada escrutadora del otro lado del metal oxidado.

Los labios de ella comenzaron a temblar y su voz fue trémula.

—¿Entonces... entonces lo que nos dijo su hijo sobre su muerte no es verdad? ¿Es en realidad Sebastian Gellar? —se detuvo para tragar saliva cuando un nudo se formó en su garganta— Usted era hermano de Joseph Gellar, él era mi abuelo, usted es mi tío abuelo... Mi apellido también es Gellar.

Sebastian palideció y no fue capaz de decir nada, de modo que Reby continuó:

—Mi abuelo se convertía en pantera, como yo, y usted se convertía en gato al igual que su nieto...

—¿Mi nieto? —dijo en un hilo de voz, clavando los ojos desconcertados en Reby como implorándole que se explicara.

Ella se llevó una mano a la boca y sintió cómo sus ojos comenzaban a calentarse con las lágrimas.

—Oh, Dios, ¿no lo sabe?

Sebastian abrió la reja bruscamente y tomó a Reby del brazo, arrastrándola dentro. Ella se limpió apresuradamente los ojos con el dorso de la mano para ver por dónde pisaba.

—¿A dónde me lleva?

—A donde podamos hablar.

La condujo airadamente hacia la casa, sin embargo se desviaron por un camino lateral distinto donde se alzaba una construcción de aspecto más reciente si se comparaba con el resto del refugio. Reby pensó que se trataba de un cobertizo, hasta que Sebastian abrió la puerta y una pequeña estancia con aspecto de oficina se iluminó cuando él encendió la luz. Invitó a Reby a tomar asiento en la silla frente a un modesto escritorio. Ella obedeció, fijándose en las pilas de cajas que ocupaban casi todo el espacio disponible y los papeles de aspecto importante sobre la mesa.

— ¿Cree que esté bien hablar en la oficina de Nancy? ¿Qué tal si ella viene y nos escucha?

—Esta no es la oficina de Nancy —dijo él mientras caminaba tras el escritorio—, es la mía.

Reby se preguntó fugazmente si Sebastian se encargaría de la administración del lugar, pero cualquier rastro de curiosidad pasó a segundo plano cuando él arrastró su silla y se sentó lentamente, como si le costara trabajo.

—Creo que tenemos muchas cosas que contarnos —repuso Sebastian intentando mantenerse sereno, pero su mirada estaba llena de ansiedad y Reby pudo notar el esfuerzo que hacía por contener el temblor de sus manos.

—¿Le parece que sea usted el que hable primero?

—¿Te parece alternar? Primero pregunta uno, luego el otro.

—Me parece.

—Bien, supongo que sigue de moda eso de << las damas primero >>.

Reby asintió bruscamente, ya no podía soportar más la incertidumbre, abrió la boca pero el pánico comenzó a apoderarse de ella cuando un montón de preguntas se formularon en su cabeza y se apelotonaron para salir, formando un caos en sus pensamientos. Finalmente, preguntó:

—¿Cómo llegó usted aquí?

Sebastian se reclinó en su asiento y cerró las manos en torno a los posa brazos.

—¿Sabes algo? Algo me decía que había algo en ti que me recordaba a mí —le dijo, mirándola fijamente, con una sonrisa triste—. Anabell, la madre de Nancy, me recogió mientras agonizaba en un lote baldío. Yo era joven, tenía algunos huesos rotos por el accidente y temía estar muriendo de gangrena... Ella me salvó la vida y cuando estuve lo suficientemente recuperado como para mover mi trasero por mi propia cuenta, le ayudé a levantar este refugio hasta convertirse en lo que ves, después de todo, era lo menos que podía hacer —se encogió de hombros a modo de añadir un << y aquí estoy >>.

Te quiero, pero voy a matarteDove le storie prendono vita. Scoprilo ora