Epílogo.

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14 de febrero, Londres, un año después

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14 de febrero, Londres, un año después.

Jamie abrió la puerta cuando escuchó el timbre y observó a la chica que le sonreía desde afuera.

—¡Allan, es una señora! —gritó el niño por encima del hombro y la chica frunció el ceño.

Desde el interior de la casa se escuchó la voz de Allan decir:

—Jamie, estoy en el baño, pregunta qué quiere.

Jamie la miró desde su corta estatura.

—¿Qué quiere?

Ella sonrió.

—¿Puedo pasar?

Él inclinó la cabeza y se lo pensó un momento, se suponía que no debía dejar pasar a extraños, pero no estaba del todo seguro así que volvió a vociferar por encima de su hombro:

—Allan, quiere pasar.

A lo lejos, volvió a escucharse la voz de Allan, resoplando y mascullando algo mientras jalaba la cadena del baño y abría la puerta apresuradamente.

—Jamie, te he dicho mil veces que... —todavía se estaba abrochando el botón del pantalón cuando dobló la esquina y la vio, entonces su expresión cambió radicalmente— ¿Reby?

Ella esbozó una gran sonrisa.

—Hola, Allan.

—¿Reby? —repitió, como si aún no pudiera creerlo y comenzó a dar pasos vacilantes hacia la puerta al tiempo que la observaba y en breve pudo entender por qué su atolondrado hermano pequeño no la había reconocido.

Llevaba el cabello muchísimo más corto, tan corto que apenas le rozaba los hombros y los mechones que le caían a los lados de las mejillas le enmarcaban el rostro, haciendo lucir el azul de sus ojos aún más intenso.

Cuando él se hizo a un lado y la dejó pasar, todavía no podía créelo. No podía creer que ella estuviera ahí, que se hubiera aparecido tras el cortón de comunicación tan áspero que habían tenido hacía tantos meses.

Reby fue directo a la sala de estar, con Allan caminando incrédulo a su espalda y ella se desparramó en el sofá tan pronto como llegó a él, como si hubiera tenido un día atareado y necesitara desesperadamente sentarse.

Allan seguía mirándola con asombro, pero no se sentó.

Reby levantó la cabeza del respaldo y golpeó el lugar a su lado con la palma abierta.

—¿Qué haces ahí como pasmarote? Siéntate, tenemos mucho que hablar.

Allan puso las manos en jarras y asintió con vigor, tratando de decir que estaba de acuerdo, pero en vez de eso balbució.

—¡Por supuesto que tenemos que hablar! —exclamó cuando por fin pudo organizar sus pensamientos— Es decir... Por Dios, Reby, te desapareces, me dejas una nota suicida, no quieres que te encuentre y de repente pasa un año y vuelves como si te hubieras despedido ayer.

Te quiero, pero voy a matarteTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang