Capítulo 3

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La clase terminó y mis compañeros salieron rápidamente del salón, incluida la profesora García. La rubia también esperó a que todos salieran y yo la esperaba a ella para ponerme de acuerdo con las tutorías. Estaba por salir cuando la detuve.

-Rubia.- Ni se inmutó. –Ana.- Volteó a verme. –Escuchaste todo. Dime a qué hora puedes ayudarme.- Me veía atenta. Notaba algo de tristeza en sus ojos, como en la primera clase. –Por favor.-

-Después de que ayudes a mi padre.-

-No sé a qué hora ayudaré a tu padre.-

-Después de comida. Podemos comenzar las clases a las cinco.-

-Está bien.- Nos quedamos viendo por unos segundos.

-Lara, lo que pasó ayer...-

-No te agrado, lo entiendo. No eres la primera ni la última. Te veo más tarde.- Salí del salón tan rápido como pude. ¿Me quería explicar el por qué no le agrado? No era necesario. A las afueras de la escuela me encontré con Norma quién me esperaba para caminar juntas a casa.

-¿Qué tal tu día?-

-Bueno.-

-¿Tanto así?-

-Tengo que trabajar con la rubia en química y será mi tutora de matemáticas.-

-¿Por qué no te agrada?-

-No me ha dado motivos para agradarme.-

-Las apariencias engañan, Lara. Ana es una chica muy dulce.-

-Claro.- Es la directora debemos agradarle. –¿Qué haremos de comer?- Cambié de tema.

-Que harás de comer, mejor dicho. Intentaremos algo de sopa, ¿te parece?-

-Mientras no involucre aceite, todo bien.- Tenía las pequeñas marcas del día anterior en mis brazos.

Pasamos una muy buena tarde con Norma, la mujer era por demás agradable. Paso a paso me guio para hacer la dichosa sopa; implícito el cortar la cebolla y el tomate, lo cual me llevó muchísimo tiempo. Norma incluso hizo como que se había quedado dormida sobre la mesa, todo con tal de fastidiarme pero en el fondo agradecía lo que estaba haciendo por mí.

Pasadas las tres de la tarde, con el estómago lleno, me encaminaba a la iglesia. El calor no era tan abrasador como los días anteriores. Buscaba acogerme en la sombra que proyectaban algunos árboles sobre el camino; siendo algo blanca un poco de sol me hacía demasiado mal. En mi espalda llevaba mi mochila con el libro de matemáticas, la libreta y mi laptop, por si la necesitaba. Al llegar al lugar el señor Cardozo hablaba con unas personas afuera de la iglesia y al verme me sonrió.

-Lara, bienvenida de nuevo.-

-Gracias, señor.-

-Pasa. Hoy me ayudarás dentro de la iglesia, ¿te parece?-

-Claro.- Como si tuviera opción. Entré al lugar y olía muchísimo a pintura; en menos de diez segundos estaba estornudando como loca. Entre la humedad y el fuertísimo olor mis alergias se desataron de inmediato. Traté en vano de contener mi ataque poniéndome la playera en la nariz e incluso taparme con las manos pero era inútil. Caminaba para salir de nuevo cuando escuché a alguien.

-Pasa.- La voz de la rubia. Invitándome a pasar donde comimos ayer. Prácticamente corrí a donde estaba ella. 

-Gracias.- No dijo nada y se metió en una habitación al final del pasillo. Permanecí sentada en la mesa por varios minutos hasta que el señor Cardozo apareció.

La Hija del PastorWhere stories live. Discover now