Capítulo 30

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Caminé a casa en un tipo de trance, viendo constantemente al objeto en mis manos para asegurarme de que no fuera un sueño. Para mi desgracia no lo era, Ana me había rechazado, había evitado mi roce y había pedido que no verme. Apenas y pude ver mi casa ya que las lágrimas nublaban mi visión. Dejé las cosas sobre la isla, me fui a la cama y me eché a llorar una vez más.

Estaba muy pero muy dolida, decepcionada, triste, había un puñado de adjetivos para mí ahora mismo pero prevalecía la de corazón roto. Así lo sentía, era como una sensación horrible a pesar de sentir mi corazón palpitando fuertemente no se sentía bien, no era lo adecuado. Latía con fuerza por los motivos incorrectos y no por todas las maravillosas sensaciones que Ana me hacía sentir cada día de mi vida.

Trataba de entenderla, de no juzgar su dolor y de aceptar su decisión sin protestar pero, ¿cómo podría? Sabiendo que es lo más importante en mi vida y que, según sus palabras, yo era lo más importante para ella. Me hizo a un lado y eso era lo único que rondaba mi cabeza. La cara de tristeza de Norma y sus palabras fueron tan tajantes que ni siquiera me atreví a protestar. Creí correcto dejarlo en manos de Él pero... no lo sé. Esta situación es una premisa en mi vida y no sé cómo reaccionar.

Lloré tanto más cuando me abracé a la almohada que olía a mi rubia, olía al amor de mi vida. Trataba de mantener en mente los muchos buenos momentos que hemos pasado juntas. Tenemos algo muy fuerte, lo sabemos ambas pero ella está decidiendo pelear sola esta batalla y me lo hizo saber cuando me mandó el iPod con Norma.

Dormí un muy buen rato, entre el dolor de cabeza, la lloradera, el sueño y todo lo que se juntó hizo que cayera noqueada. Me levanté a eso de las nueve de la noche por algo de comer y a darme una ducha. Me puse unos shorts y una playera sin mangas para estar en casa. Decidí ponerme a limpiar y mantener un poco ocupada mi mente, ni de chiste hice por poner música en la computadora. Terminaba de limpiar la cocina cuando tocaron a mi puerta. Con cierto recelo abrí, me encontré a Norma y a Omara. Hice un ademán para que pasaran, se sentaron en el sofá e hice lo propio frente a ellas.

-¿Cómo estás?- Comenzó Norma.

-Hecha una mierda, gracias.-

-Lara...-

-¿Qué quieres que te diga?, ¿qué estoy bien? No estoy ni cerca de estar bien, hay tanto dentro de mí que ni siquiera sé por dónde comenzar.-

-Di que al menos lo comprendes- habló Omara –que muy dentro de ti sabes que hay algo muy grande para que ella tomé una decisión así.-

-Lo único que tengo claro y que comprendo es que duele como la mierda- tragué –¿cómo está?-

-Nos ha costado mucho tranquilizarla.-

-¿Qué pasó?-

-No te podemos decir.-

-¿A qué mierda vinieron entonces?-

-A ver cómo estás, por supuesto- habló Norma.

-Bien, ya vieron que estoy jodida se pueden ir.-

-Lara- fue turno de Omara –ya habíamos hablado de la importancia de dejar salir lo que nos molesta...-

-¡Me duele!, ¡Me duele, maldita sea porque la amo con todo mi corazón! Porque creí que era su refugio- lloré –porque todos los putos días me decía que se sentía a salvo conmigo y ahora no quiere ni verme. Justo ahora que la batalla es más grande ella está decidiendo alejarme- gritaba sin importar si me escuchaban o no. -¿Eso querían escuchar?- Vi a Norma que tenía los ojos llenos de lágrimas. –Me importa demasiado como para tratar de comprender qué la orilló a esto; sólo quiero estar con ella pero parece que estoy pidiendo mucho.-

La Hija del PastorWhere stories live. Discover now