Capítulo 8

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No sé cuánto tiempo estuvimos abrazadas; sólo me dedicaba a sentir su cuerpo contra el mío, su calor y su olor. No, no me veía queriéndola, ya la quería y no la dejaría sola bajo ninguna circunstancia. Valió la pena cada segundo que pasé para llegar hasta aquí y poderla tener en mis brazos. Se empezaba a hacer una costumbre jugar su cabello para calmarla y es que parecía funcionar cada vez que lo hacía. Su agarre nunca se suavizó y tampoco el mío. Parecía en que cualquier momento me fundiría con ella.

-Tranquila, por favor.- Su sollozos se hicieron más intensos. –Como siempre llevándome la contraria.- Entre su llanto rió. –Él va a estar bien, es muy fuerte.- Lentamente se fue soltando y quedó a unos centímetros de mí. -¿Puedo?- Pedí permiso para limpiar su cara. Asintió levemente y con mis pulgares limpié las lágrimas que caían por sus mejillas.

-Gracias.-

-¿Por qué?-

-Por estar aquí.- Tenía la cabeza agachada.

-Quiero estar aquí contigo... y con él.- Leves sollozos escaparon de sus labios de nuevo. –Ven aquí.- La atraje de nuevo a mí y la abracé.

-No lo quiero perder.- Decía con voz entrecortada. –Es todo para mí.-

-Lo sé, Anita. Lo sé. Es muy útil para Dios aquí en la tierra así que no se lo llevara todavía.- Se abrazó más fuerte a mí.

-Amén.- Después de varios minutos logré que se calmara y volvió a ocupar su lugar detrás de la maceta y yo a un lado de ella. Entrelazó nuestros meñiques y se recostó en mi hombro. -¿Caminaste?-

-No. Tomé prestada una bicicleta.-

-¿Tomaste prestada?-

-Sí, sólo que el dueño no lo sabe.-

-¿La robaste?- Era un tono acusatorio pero su voz seguía normal.

-La voy a devolver. La necesitaba para llegar rápido.-

-Me alegra que estés aquí.-

-Me alegra estar aquí.- Puse mi cabeza sobre la de ella y cerré los ojos.

-Están estabilizándolo, probablemente pasé la noche en terapia intensiva... o eso me dijeron.-

-Antes de venir contigo hablé con mi padre. Él buscará a alguien que ayude a tu papá; lo prometo.-

-¿En serio?- Asentí.-Gracias.-

-No es necesario.-

-Después de todo no eres tan fastidiosa.-

-Esto es un tiempo fuera; después regresaré a mi habitual yo.-

-Necesitamos más tiempos fuera.- Soltó un gran suspiro.

-Definitivamente.- En cuestión de minutos Ana se quedó completamente dormida sobre mi hombro.

La contemplé por varios minutos, tanto como mi posición lo permitía. Tenía el cabello algo húmedo por lo que quizá terminaba de bañarse cuando esta situación pasó. Su olor era muy peculiar; al ser alérgica como yo quizá no usaba perfume pero su olor natural era exquisito. Su piel era muy suave, lo constaté cuando limpié sus lágrimas. Pero su aspecto físico era un extra, era una maravillosa chica, en muchos aspectos. Y con sentimientos encontrados me di cuenta que su fragilidad era mi debilidad. No sé en qué momento pasó pero me encontraba en un estado de constante preocupación por el bienestar de la rubia. Para mi fortuna o mi desgracia no había vuelta atrás. Realmente era muy fácil quererla o eso me decía mí misma.

-Cardozo.- Anunció un doctor bajito con poca cabellera.

-Aquí.- Moví un poco a la rubia que de inmediato despertó. –Tienen noticias.- Rápidamente se puso de pie y se puso frente al doctor equivocado. Sonreí, me paré y la arrastré a la persona correcta.

La Hija del PastorWhere stories live. Discover now