Capítulo 20

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En ningún momento me despegué de Ana, si al menos no estaba cerca de ella la seguía con la vista. El doctor se mantuvo en paz un rato cuando se puso a hablar con otra persona pero no confiaba en él. En absoluto. Las ganas de estrellarlo contra la pared aún vagaban por mi mente. Ingrid estaba en la misma sintonía que yo, seguía cada movimiento del doctor y me alegraba estar de su lado; no puedo imaginarme lo que es esa mujer enojada.

Por fin terminamos de servir la cena; aun cuando éramos más de diez personas nos llevó unos veinte minutos acomodarlos a todos y ver que todos tuvieran lo que necesitaban. El ambiente estaba lleno de júbilo; la gente realmente estaba feliz, incluso Ofelia me sonreía cada vez que nuestros ojos se cruzaban. Era una pena que yo estuviera a punto de explotar de rabia. Decidimos con Ana que cenaríamos cuando la locura hubiera terminado y aparentemente los adultos a nuestro alrededor había planeado lo mismo.

Mi padre platicaba con Norma, esos dos me mataban de risa. Había algo entre ellos, se notaba pero Norma tenía límites muy marcados, sin embargo, hacía un esfuerzo por charlar con papá. Ingrid se unió a ellos, moría de ganas de acercarme y escuchar las idioteces que se ocurrieran a la bibliotecaria.

Los escuchaba reír y me alegraba que la gente importante para mí se llevara tan bien. De pronto se quedaron callados, giré a donde estaban ellos y vi a papá diciéndole algo a la mujer de ojos expresivos y su semblante cambió por completo. Se secretearon algo los tres, la mirada de papá cambió por completo, vio al doctor y luego volteó a donde estábamos nosotras. Espero papá esté de acuerdo con apalear al papá de Olivia.

¿Qué clase de enfermo es? Cómo puede ver de tal manera a una persona que es de la misma edad de su hija. Ella podría ser su hija. No quiero ni imaginar la cantidad de ideas retorcidas que pasan por su mente. Personas como él deberían estar encerradas en una prisión en lo más profundo de la tierra donde no puedan lastimar a alguien.

Volteé a ver a Ana que sonreía espléndidamente a las personas que pasaban cerca de nosotras. El mundo no merecía a alguien con el corazón de Ana; a momentos me sentía indigna de lo que ella es, nunca termina de sorprenderme. A pesar de los conflictos siempre busca poner la mejor cara y luego estoy yo queriendo usar de piñata al doctor y, porque no, también a su hija. Sentí mi sangre hervir de sólo recordar la mirada lasciva de ese hombre. Una suave mano sobre mi brazo me hizo regresar a la realidad.

-Si te encorvas más vas a terminar arrastrando las manos.-

-Es inevitable.- Me encogí de hombros. Muy discretamente me jaló unos pasos más hacia atrás donde no pudieran escucharnos tan fácilmente.

-Te quiero mucho, La.- Le sonreí y me obligué a ver al frente para que no se me cayera la baba contemplándola.

-También te quiero mucho, cariño.-

-Sabes que eres mi ángel, ¿cierto?-

-Algo me has dicho.- Le contesté juguetona.

-Eres pésima cocinando.-

-Gracias.- Rió.

-Soy malísima en inglés.- Me eché a reír.

-Terrible.-

-Quizá no sepas esto pero hace poco golpeé a una chica con un balón de voli.- Reí más fuerte logrando que varias personas voltearan a vernos.

-¿Qué te traes?- Giré para poder verla.

-Me encanta verte sonreír y te erguiste un poco. Funcionó.- Me llenó de ternura su gesto.

-Te comería a besos pero quizá terminemos en la hoguera.-

-Muy probablemente.- Pasé mi brazo sobre sus hombros.

-Estamos festejando así que los abrazos son válidos.-  Ella inmediatamente se aferró a mi cintura.

La Hija del PastorWhere stories live. Discover now