Capítulo 18

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Tenía los brazos de Ana pegados a mi cuerpo con una fuerza impropia de ella pero estaba más que cómoda. Me sentía más que bien al estar tan cerca de ella. El sólo sentir su olor tenía un efecto tranquilizante en mí y qué decir de su piel contra la mía. Todo parecía correcto. De nuevo me despertaba en medio de la madrugada para contemplarla... tenía una extraña sensación, levanté la cabeza y casi grito.

-¡Mierda!- El señor Cardozo nos observaba desde la puerta.

-¿Qué pasa, ángel?- Preguntó Ana media dormida.

-Me... me mordí la lengua.- Ella estaba de espaldas a la puerta. –Duerme, cariño. Iré al baño.- Perezosamente quitó sus manos de mi cadera y me dejó libre. Me levanté y seguí al hombre alto a la cocina. –Casi me mata de un susto.- Me refregué los ojos. -¿Qué hora es?-

-Las cuatro.- Parecía que no había dormido. –Lo siento... son estás cosas que pasan, Lara.-

-¿Qué pasa?- Ahora estaba muy despierta. –Sé que soy muy impulsiva...-

-Me disculpo por lo que te dije hace unas horas. No soy nadie para tratar de cambiar tu forma de ser.-

-Señor, no dijo mentira alguna.- Sonrió. –Tiene razón. Y aunque no lo crea ha ayudado a moldear nuevas cosas en mí.-

-Dulce Lara, entiendo perfectamente porque ella te quiere tanto.- Sentí que las mejillas me ardían. –Eres una buena chica con un corazón muy bueno.-

-Sólo con las personas que lo valen.-

-Eso crees tú.- Sonrió más amplio. –A decir verdad estás para todos y cuando algo no te agrada lo haces saber de inmediato y eso, a tu percepción, te hace ver como la mala y no es así. Mucha gente no sabe qué hacer cuando tiene la verdad en sus manos y se enojan con el emisor. Muy pocos saben apreciar la virtud de la honestidad.-

-Gracias, señor. Me acaba de dar una perspectiva muy diferente de vida.-

-Es un placer servirle, señorita.-

-Sigue sin contestarme.- Se echó a reír.

-Tan impaciente como siempre.- Se acomodó en su silla. –Hace mucho tiempo tuve una fuerte discusión con Marcos. Vino a mí diciéndome que el doctor quería hacerle algo a Ana.- Automáticamente me tensé. –Le pregunté y le pregunté pero nunca me dijo de dónde había sacado la información.-

-Pero eso no es motivo de enojo, ¿o sí?-

-En absoluto. Me dijo que para él no pasaba desapercibida mi hija.-

-Cabrón.- El señor Cardozo se puso de pie, fue a la encimera y regresó con dos tazas de café; puso una frente a mí. –Gracias.- Ambos bebimos de nuestras tazas. -¿En serio le dijo eso?- Asintió.

-No soy una persona que particularmente guste de la violencia pero ese día tuve unas enormes ganas de golpearlo.-

-Yo lo hubiera hecho.-

-Seguro que sí.- Volví a probar de su café. –Le dije que lo quería alejado de mi hija e incluso hablé con Norma para decirle que Ana no podría estar participando en actividades de educación física por sus problemas respiratorios. Ella lo aceptó y mucho tiempo después me dijo que nos había visto discutiendo pero no preguntó.-

-Qué raro.-

-Siempre hemos tenido la confianza de platicar acerca de muchas cosas pero me sentía muy incómodo diciéndole que su pareja gustaba de mi hija. No quería poner en peligro su relación... poco sabía que encontraríamos muerto al hombre un mes después.-

La Hija del PastorWhere stories live. Discover now