Capítulo 13

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Tan pronto llegamos a casa, la rubia enterró su cara en mi pecho y se echó a llorar desconsoladamente. Con todas mis fuerzas buscaba que los pedazos de mi corazón no se esparcieran por todo mi cuerpo. Amaba tenerla entre mis brazos pero no así. Era una dolorosa y lenta muerte para mí y más aun sabiendo que no podía hacer nada más que sostenerla y dejar que se desahogara.

Acariciaba su cabello, su espalda, me aferraba a ella buscaba mil maneras de hacerla sentir mejor pero sólo lograba que sollozara más. La pegué más a mí y ella se aferró con fuerza a mi playera; sentía su desesperación por la forma en como me jalaba. Tenía que ayudarla pero no pude contener mis lágrimas. No viéndola así. La quería demasiado como para que esto no me afectara.

-Tranquila, cariño.- Mi voz se quebró al final en un miserable intento de hacer que se calmara un poco.

-¿Por... qué lloras?-

-Es imposible no hacerlo viéndote así. Me afecta porque yo te...- Me detuve de pronto. Ella salió de su escondite y buscó mis ojos.

-Porque...- Sus tristes ojos buscaron los míos. –Dime, Lara.-

-Porque yo te quiero, Ana.- Apretó los ojos y agachó la cabeza.

-No deberías... nadie debe quererme.- El horrible nudo en mi garganta me impidió hablar por varios segundos.

-¿Por qué?- Seguía sin verme. –Dame una buena razón para no quererte.-

-Estoy sucia... estoy marcada... no tengo absolutamente nada para dar más que lastima.- Cerré los ojos y sentí como las lágrimas calientes bañaban mi rostro.

-No tienes idea de cómo me duele escucharte decir eso.- Se soltó por completo de mi agarré. –No huyas de mí, por favor.- Le supliqué.

-No tengo nada bueno para ti, Lara.-

-Te equivocas. Eres todo.- Tragué. –Eres luz, eres vida, eres alegría, eres esperanza, eres bondad. Eres la razón de ser de tu papá y eres mis ganas de quedarme aquí más tiempo.- Y ahí estaba, no en el momento más adecuado pero cuando más lo necesitaba; cuando ambas lo necesitábamos. -¿Por qué no lo ves?, ¿por qué te cuesta tanto creerlo?- Comencé a dar vueltas por la sala.

-Nunca ha habido algo bueno en mi vida. A parte de papá. Eso significa que yo no soy buena para estar con la gente...-

-¡No!, ¡No, Ana! Eres increíble, eres digna de ser querida y amada hasta que el puto corazón explote... mereces que te traten como a una princesa. Que veneren todas las cosas maravillosas que salen de tu boca y las cosas que hay en tu mente.- Me tomaba el cabello totalmente desesperada. –Incluso un ciego vería tu luz, Ana.-

-Yo no conozco el amor, Lara... no sé cómo es, a qué sabe, cómo se siente, a qué huele... lo desconozco. Ni siquiera sé qué es quererme a mí misma.- Admitió con angustia.

-Déjame enseñártelo.- Me detuve y caminé para quedarme detrás de ella. –Date la oportunidad de verte a través de mis ojos. Deja que te quiera.-

-Te voy a decepcionar, Lara.-

-No hay manera en que puedas decepcionarme, cariño. No hay, no existe.- Al ver que no se viraba a donde estaba me puse frente a ella. -¿Puedes levantar el rostro?- Negó. –Por favor, Anita.- Después de unos segundos lo hizo muy lentamente. Le sonreí al verla a los ojos. -¿Puedo?- Dije levantando mi mano, pidiéndole permiso para limpiar su rostro. Asintió. Con mis pulgares limpié sus mejillas. –Mejor.-

-No merezco a alguien como tú...- Puse mi dedo índice sobre su boca.

-La vida nos pone justo lo que necesitamos en nuestras vidas; incluso lo que parece malo son simples lecciones que te hacen ser mejor.- Agradecía por las largas pláticas con Norma. -Todo, absolutamente todo obra para bien, Ana. Merecemos todo lo que tenemos. En todo caso yo no merecería a alguien como tú en mi vida. Eres demasiado buena para una vaca loca como yo.- Sonrió.

La Hija del PastorOnde as histórias ganham vida. Descobre agora