Capítulo 12

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XII

En cuanto el árbitro da la señal para que continuemos con el duelo, invado su mente. En esta ocasión ni me pongo a darle vueltas a la escena que voy a proyectar, simplemente pienso en una de las peores formas de morir que se me ocurren.

Pasan algunos minutos en los que él no me ataca. Por la forma en la que su rostro se contrae, supongo que he acertado con ese método y que está irremediablemente atrapado en mi mundo. Si no me habla es porque cree que si abre la boca se ahogará, pues lo tengo sumergido en un gran tanque de agua con las manos atadas. En los tobillos tiene colgadas unas pesas que lo mantienen en el fondo. Su cabello flota, y de su nariz salen burbujas de aire mientras se retuerce y se esfuerza por salir a la superficie.

La misma lucha que él hace dentro del tanque, la hace afuera en la plazoleta. Su cuerpo se sacude con violencia, y sus ojos se salen de órbita, como si en verdad se estuviera ahogando. En mi mundo sí lo está haciendo, pero en la vida real no corre ese peligro. Si fuera así, estoy muy segura de que el árbitro ya hubiera hecho sonar el silbato. 

Proyectar una escena por largos periodos todavía me drena, por lo que le ruego a los cielos que el árbitro acabe y me declare victoriosa. No sé si Adam logrará recuperarse rápido de mis ilusiones. Me imagino que no, mas tampoco quiero tomarme el riesgo de que sí lo haga y me ataque con su don. No es para nada agradable que aumenten la electricidad en mi cuerpo a niveles casi destructivos, de modo que sienta que me están friendo las neuronas.

Adam acaba por desplomarse sobre el suelo frente a la mirada sorprendida de toda la audiencia. Al parecer nadie se lo esperaba. En todo caso, tendría que excluir a Aysha y Reed, quienes sonríen con satisfacción al ver la victoria de su aprendiz.

El árbitro no pierde ni un segundo para ir  a verificar los signos vitales de Adam. Después hace una señal, y enseguida entran los paramédicos con una camilla para llevárselo.

Le echo un vistazo a Parker, el mentor de Adam, quien tiene una mueca de desagrado plasmada en su duro rostro. Si él fuera Reed o Aysha, ya habría corrido a donde su aprendiz para saber sobre su estado. Sin embargo, el oficial de cabello largo se queda parado en su sitio, con los brazos cruzados y sin decir palabra alguna.

Los que casi corren detrás de los paramédicos son el  cuarteto de Clasistas, aunque no sin antes dirigirme miradas asesinas. Menos mal que ninguno de ellos posee el don de lanzar rayos radiactivos con los ojos. De ser así, ya estaría rostizada en medio de la plazoleta.

Luego de que termina la conmoción, el árbitro anuncia mi victoria. Lo que sigue es una ronda de aplausos y silbidos. Entre el barullo logro distinguir las voces de Nathan y Josh, quienes gritan mi nombre y hacen aspavientos con los brazos para que los vea. Están parados en la parte de atrás, junto a una muy sonriente Clara. Pese a que no me gusta que todos los ojos estén clavados en mí, las comisuras de mis labios se elevan, porque sé que no estoy sola y que cuento con el apoyo de mis amigos y mis mentores.

Reed sube a la plazoleta y me ofrece su chaqueta, guiándome fuera del bullicio. Tenemos que prácticamente hacernos paso entre la multitud de Índigos. Al parecer ya no podré pasar desapercibida, aunque sospecho que nunca lo fui. El solo hecho de haber llegado a la base con uno de los tenientes más respetados me hizo sobresalir entre los demás.

Habría preferido el anonimato, pero ni modo, creo que ya es hora de que salga de mi caparazón y me enfrente a mis miedos. No es solo mi pellejo el que está en juego, sino también el de mis seres queridos.

—¿Estás bien? —me pregunta Reed en cuanto estamos lo suficientemente alejados como para no tener que gritar para escucharnos el uno al otro.

—Sí, estoy bien. Algo cansada.

The Exiled [Dangerous Minds 2]Where stories live. Discover now