9. Ese Mundo

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Cat estaba acostada en su cama con las luces de la habitación encendidas, meditando. Era muy extraño que a esas horas no se encontrara jugando o viendo alguna película, y aún más siendo un sábado. Los acontecimientos recientes la tenían muy distraída. En sus manos sostenía su teléfono móvil, con un mensaje abierto, el cual recibió esa misma mañana:

     "En la tarde de este mismo domingo tendrá lugar la segunda reunión, necesitamos tu asistencia urgente para salvar al mundo."

      Antes, todo parecía un juego inocente, pero ya no estaba tan segura, ya no confiaba en "Master"... tenía miedo. Recordó la cara del chico dentro de Goliat, al parecer nadie más la logró ver; la cara del supuesto Isaac, la cara de James Howart. Había intentado buscarle lógica al asunto, y al no lograrlo, intentó olvidarlo; aunque las noticias de jóvenes desaparecidos, donde se mostraba su retrato, no la dejaban hacerlo. Sabía que existía un enlace en el juego de Sara, James no se encontraba con ellos al comenzar la "aventura" y en ningún momento lo vio entrar en la habitación... ¿Cómo llegó la imagen de su rostro a su mente en el momento en que dieron muerte al coloso? Cat había visto al chico solo un par de veces en el liceo, y sabía que en ningún momento figuro fuera del juego, aunque luego de su "muerte" comenzaron las noticias de su desaparición. Se preguntaba una y otra vez si la culpa era de su imaginación, no tenía lógica que lo hubiera visto a él específicamente. Luego intentó discutir con Mica sobre el asunto, sin embargo al parecer su amigo le daba más importancia a crear "nuevas relaciones", algo que no la molestaba ciertamente, pero dejarla de segundo plano aun luego de que le dijo que necesitaba hablar con él, definitivamente lo hacía.

      No quería ir a la reunión de Master, y aun asi pensaba que era lo mejor que podía hacer si quería conocer la verdad sobre el asunto, para finalmente saber si era algún extraño truco de Sara, o simplemente su imaginación jugándole un chiste de clarividencia muy pesado.

      Se levantó de la cama para buscar algo con que distraerse, y nomás puso un pie en el suelo, comenzó a sentirse mareada, el estrés la  enfermaba y cada vez iba a peor, hasta llegó a arruinar su asistencia perfecta en el instituto por motivos de salud. Tenía que solucionar el problema. Quería hablar con Mica o con Hugo, quería contarle el motivo de sus preocupaciones, pero al mismo tiempo su molestia con ambos, por como la ignoraron en un momento de necesidad, la obligó a decidir no tratarles sin que ellos se disculparan primero.

      Encendió la televisión con el control remoto que reposaba en su mesita de noche, un set de programa de noticias fue lo primero que apareció en pantalla, el noticiero justamente hablaba de las desapariciones, cuyo número incrementó una docena en solo dos días. La preocupación la inundó, no pudo aguantar más y vomito.


No supo si lo que la despertó fueron los rayos del sol, pegándole en la cara a través de las delicadas cortinas blancas, o el sonido del timbre. Se estiró perezosamente y si no fuera porque el timbre volvió a sonar unas dos veces más, impacientemente, hubiera vuelto a dormirse involuntariamente.

Sonó una cuarta y una quinta vez. Si ya no habían respondido es que seguramente se encontraba solo ella en casa. Se sentó en la cama y observo el reloj despertador, en su mesita de noche junto a la lámpara y el control del televisor; marcaba las nueve y doce de la mañana, de pronto lo comprendió: Su familia seguramente ya se encontraba en la iglesia. Les agradeció mentalmente que la dejaran descansar. El timbre volvió a sonar. Se apuró a colocarse las sandalias de conejito, rosadas y afelpadas, y se dirigió hacia la puerta principal.

      Cuando sujeto el picaporte, y comenzó a abrir la gran puerta de roble macizo, recordó que estaba vestida con su pijama, una camisón blanco que le llegaba a las pantorrillas, y por abajo solo cargaba la parte inferior de su ropa interior, por lo cual seguramente sus pechos se notaban a través de la fina tela. Cerró de nuevo la puerta de un golpe y corrió escaleras arriba hacia la habitación al grito de "¡Un momento!". Abrió de un manotón el closet y cogió rápidamente un sostén, un mini short beige y una blusa azul claro, lo primero que tenía a la mano. Se vistió rápidamente y bajó las escaleras al trote, de nuevo hacia la puerta.

La Balada de Omega: Primeros AcordesWhere stories live. Discover now