19. Acusaciones

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Abrió los ojos y lo primero que vió fue un techo blanco e iluminado por los rayos del sol, los cuales invadían la habitación entrando por la amplia ventana que tenía junto a él. Trató de incorporarse y se dió cuenta que estaba en una cama angosta y algo incomoda. "¿Dónde estoy?" pensó, y se respondió a él mismo cuando notó la intravenosa en el lado interior de su codo. No se sentía débil, pero igualmente le costó un poco incorporarse, y, cuando lo logró, alguien desconocido entro a la habitación.

—Hey, despertaste —comentó el señor con bata blanca mientras caminaba hacia él y ojeaba un papel que cargaba en la mano —. ¿Cómo te sientes? —su tono de voz reflejaba algo de indiferencia.

—¿Por qué estoy aquí? —le preguntó Mica, aún un tanto adormecido.

—¿No recuerdas lo que te sucedió?

—En absoluto.

—Hmm quizás eso sea grave —el doctor se rascó la barbilla a medio afeitar —Te tendremos que hacer unos exámenes.

—Pero...

—Es mejor que te recuestes chico, necesitas descansar —le interrumpió y finalmente levanto la vista del papel para mirarlo durante medio segundo —. Le avisaré a tu familia que ya despertaste —y salió de la habitación.

"Mierda..." fue lo único que pensó. ¿Qué le había sucedido? Solo recordaba que estaba peleando contra una de las criaturas que él mismo había creado... y casí lo mataba. "¿Habrá sido Sara?" era la única sospechosa... no conocía a ninguna otra persona que tuviera esos "poderes". Pensó en Rosa y se preguntó si estaría bien, quizás también había entrado a ese mundo por error y... trató de dejar de pensar en ella y se concentró en la rabia que sentía hacia Sara. Gracias a ella toda su vida había dado un giro peligroso, había perdido a su amiga y ahora estaba en un hospital preocupando a su familia... Y, si sus sospechas eran ciertas, quizás las desapariciones también fueran cosa de ella.

Su madre entró apresuradamente a abrazarlo, tenía los ojos rojos.

—¡Hijo! Me tenías muy preocupada, ¿Por qué saliste sin avisarnos nada? Pensamos... pensamos... —estaba a punto de llorar de nuevo.

—Estoy bien mamá —le respondió Mica con el tono que cualquier niño le respondería a su madre luego de haberse lastimado haciendo una travesura, aunque no era del todo cierto, le dolía el pecho y los brazos... o, quizas mejor dicho, cada parte de su cuerpo. Pero no era nada que no pudiera aguantar. Tenía que agradecer que al menos las heridas recibidas en aquel mundo no se reflejaban en su totalidad en el mundo real.

—¿Qué fue lo que te pasó? —Le respondió su madre, sosteniendole la cara entre sus manos.

—No lo sé. Que yo recuerde, nada malo.

Ella dudó por unos segundos y luego volvió a hablar.

—El guardia de seguridad de tu colegio fue el que te encontró... estabas inconsciente en las canchas —le comenzó a contar su madre —. Dijo que le pediste que te diera paso para buscar un cuaderno que se te había quedado, y al notar que llevabas mucho tiempo adentro, te fue a buscar. Justo ahora debe estar en la comisaria siendo interrogado...

—Él no hizo nada mamá —¿Cuánto tiempo había pasado tirado en las canchas del colegio, inconsciente?

—Eso es lo que se quiere creer, el pobre señor tiene mucho tiempo trabajando allí y no tiene antecedentes de ningún tipo... pero están tomando medidas drásticas por lo de las desapariciones —se volvió a cortar y luego de un par de segundos logro preguntar —¿No estaba Hugo contigo?

—Hu... Hugo estaba en la casa... —tartamudeó Mica, esa pregunta no le inspiraba ningún buen sentimiento.

—Sí, eso lo sabemos, pero ya al mediodía no estaba. Pensamos que había salido contigo... su madre tenía esperanza que tú supieras algo sobre él...

La Balada de Omega: Primeros AcordesWhere stories live. Discover now