5.- Menudencias

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A Teresa Domingo le espantaba la idea de que su nombre y su melena rubia se asociasen a malas noticias y a mangas que se ensuciaban de migas durante la sobremesa. Imaginaba los manteles de colores chillones, floreados o con motivos absurdos, los vasos de vino de los padres y los de  refresco de los niños llenos de huellas de grasa al otro lado de la cámara, y se sentía contaminada. Teresa Domingo detestaba su condición de rubia presentadora de telediarios. Apenas un paso en su carrera hacia el periodismo de compromiso. En algún momento le darían un programa de fin de semana en horario de tarde. Entonces tendría una audiencia real que la habría escogido; no un espectro de familias que dejaban el televisor encendido durante horas porque hacía compañía.

            Sus compañeros aún la felicitaban por su buena suerte; algunos de ellos de manera obsequiosa y exagerada. Teresa no rechazaba las felicitaciones. Veía que quienes se las ofrecían entornaban los ojos y le apretaban las suyas con manos escurridizas. Sí, mentían. Seguramente habrían preferido que permaneciera redactando breves; y desde luego, ninguno reconocía el valor del trabajo bien hecho. Teresa lo asumía: era joven, era guapa y no se le conocía novio. Para una mujer de esas características sólo había una manera de pasar a la pantalla. No servia de gran cosa que todos la hubieran visto hacer horas extra hasta el agotamiento, que la hubiesen sorprendido dormida en el coche los días en que se le hacía tarde para llegar a casa y volver a tiempo a la cadena. No, lo que importaba eran los insultos de pasillo. Seguro que también habían inventado una canción estúpida e hiriente, (Teresa Domingo. Domingo Teresa. Te baila el culito. Te bailan las tetas); seguro que correrían rumores absurdos en los que presumirían de haberla besado, de haberla metido mano o de haberse acostado con ella cuando ni siquiera habían pertenecido al mismo grupo de trabajo o coincidido en el ascensor.

            En alguna ocasión había sorprendido conversaciones que se interrumpían a su paso. El ruido de sus tacones se acercaba al corrillo y se hacía el silencio. Las permanentes desrizadas se agitaban en aparente tranquilidad y el círculo se cerraba para que Teresa no alcanzase a formular la idea de unirse. Pocas veces oía una frase completa, pero tampoco hacía falta. Suponía que quienes se callaban lo hacían para no halagarle el ego. Cualquier mujer sucumbiría a la obligación de derretirse si sospechaba que el presentador de deportes le ponía ojitos. Y ese era el comentario estrella de la semana. Haber pasado por su cama era un privilegio que había quien no estaba dispuesto a concederle a la presentadora rubia recién ascendida.

            El único rumor al que Teresa había prestado atención, que incluso la había satisfecho, le había llegado de manera directa: las chicas de maquillaje le dijeron, entre brochas empolvadas y sombra de ojos, que Samuel Díaz, del departamento de administración, babeaba literalmente por ella. Por supuesto, todo el mundo acompañó la confidencia con una carcajada. Belén incluso apagó el secador de pelo italiano del que nunca se separaba para que la oyesen con claridad.

-¡Pobre Teresa! ¡Mira que Samuel…! ¡Si es un coco con pelos!

- Y además bajito.

- Por no hablar de la barriga…

            Pero Teresa sonrió con fruición y, por primera vez desde hacía muchos años, no se molestó por las miradas indecentes de los hombres con los que se cruzó de camino al plató. Incluso se permitió sonreír hacia fuera en el momento en que alcanzaba a Javier Trino, el presentador de deportes, que se hinchó como un pavo y tropezó con sus propios pies para seguir el paso acelerado de ella.

            Samuel Díaz también había oído el rumor. Desde luego, no lo había iniciado él. Para el caso de que tuviese alguna intención de mantener una relación con una persona que trabajase en su mismo edificio, la última en la que pensaría sería en la presentadora. Cuando se la encontraba por casualidad en la televisión cambiaba de canal. La competencia contaba con una chica mucho más seria, con un bonito cabello oscuro y capaz de conectar a un nivel mucho más profundo con su público.

Relatos detrás del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora