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La habitación estaba llena de un aura de tristeza y rabia, se sentía por todas partes. Cada vez se hundían más y más, con un dolor que cada vez era más latente y constante, no iba a ser distinto. 

Y lo sabían, sabían que nada de esa mierda cambiaría. Nada volvería a ser como antes, no volverían a sonreir, a gozar, a vivir, a soñar... ahora todo estaba roto, solo quedaban pedazos y cenizas de lo que alguna vez fueron, las lágrimas eran una representación de que aún estaban vivos y experimentaban el dolor, aún podían sentir. Las drogas eran una anestesia, adormecía todo eso, y viajaban al tiempo en el que aún eran felices, en el que aún vivían o más bien, en el que aún se sentían con vida.

Y todo lo que veían, todo lo que percibían y todo lo que vivían era de un sombrío y oscuro color gris, a donde quiera que miraran, todo era gris, ¿Que sentido tiene vivir físicamente si estás muerto desde el interior?

Esperanza. La esperanza es lo último que muere, Dipper se lo recordaba a las chicas del lugar cada vez que tenía oportunidad, él encontraba la esperanza en morir. Ahora era su única salida y pensó que no era lo suficientemente valiente como para hacelo, para suicidarse. Pero, ¿Eso era lo que lo detenía en realidad? ¿Porque paraba? ¿Cuál era su esperanza?

No la tenía, no tenía ninguna razón para vivir. Justo ahora se les había obligado a participar en una orgía, con chicos y chicas, y ambos tenían sus cuerpos totalmente destrozados. Dudaban si quiera en poder caminar. Sus cuerpos estaban sucios, se sentían asquerosos. Se miraban el uno al otro con una expresión de asco y miedo.

Ya estaban hartos, no sabían que hacer o a donde huir. La muerte era una salida, una que cada vez parecía estar más cerca y más cerca. Si morían, ¿Cómo sería todo? Serían dos víctimas menos, dos menos sometidos a ese infierno, dos menos con ellos. ¿Eso haría la diferencia? ¿Ayudaría en algo? No querían eso para ninguna persona más, no querían que ninguna chica o chico vivieran lo que ellos habían vivido.

—Dipper... —susurró la chica, ambos se voltearon a ver con las pocas fuerzas que les quedaba. Su voz causaba en Dipper un escalofrío, que recorría desde su espina dorsal hasta su cabeza—. Me quiero morir, ya no puedo más con ésto. Este es el infierno, ¿Es una clase de castigo por algún pecado que cometí? —algunas lágrimas se desplazaban por su rostro. Su corazón estaba roto, al igual que su vida. Sabía que moriría, ambos lo sabían.

—No lo creó. Tú eres una buena persona. No vas a morir todavía, por favor, no lo hagas. —dijo asustado.

—¿No te gustaría ser libre? A puesto a que sería genial, seria algo bueno.

—Lo volveremos a ser. Algún día.

—Yo solo había salido a una fiesta, solo había ido a bailar y a disfrutar un rato, no esperaba ésto. —se soltó a llorar, cubriendo su rostro con las sábanas con algo de vergüenza.

—Nadie lo esperaba. Yo solo salí de día de campo y me perdí. Llegué a una cabaña con... con mi hermana... a ella también la secuestraron, pero no sé que pasó con ella y estoy muy preocupado. —a cercó su mano a ella, la colocó en su espalda con suavidad y comenzó a sobarla y consolarla— Tranquila, es la historia de de muchas, no es tu culpa. Nada de esto es tu culpa. Nada justifica lo que estos cerdos están haciendole a las demás personas y a nosotros. —ambos se quedaron en silencio, miraban al techo y se tomaban las manos. Era una locura, era más que eso, era un infierno.

Y vaya que aquello era un infierno, ellos eran angeles caídos. Angeles que buscaban la luz en el mundo, y creían en la bondad y en el bien. Pero, ¿Por cuánto tiempo?

Un día una de las chicas le preguntó: —¿No te parece sospechoso que solo tú este aquí? ¿Dónde crees que está tu hermana?

—No lo sé. —desde entonces todo se volvió complicado. ¿Ella lo había traicionado? En él, nació una incertidumbre que no desaparecía, necesitaba respuestas.

Eres mi niño Where stories live. Discover now