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-¡Dipper! -gritó asustado al ver como el cuerpo del menor estaba en el piso tirado.

Miró furioso a su contrincante, con llamas en sus ojos. Nunca debió provocarlo, pues sus constantes problemas de irá no ayudaban mucho a controlarse en situaciones como estás. Soltó el un puñetazo, fallando y ya que estaba con alguien que lo conocía mejor que la palma de su mano, fue más rápido y lo derribo de un sólo golpe. Solo le bastó eso para convertirse en un demonio; Podía sentir como se apoderaba de él, un sentimiento al que le daba la bienvenida, era venganza y la furia, era fuerte y amenazaba con atacar a cuanto se le pusiera en frente.

Con algo de trabajo, sin demostrar dolor (aunque lo sentía), se levantó. La frente en alto y con orgullo- ¿Que crees que haces? -preguntó con el semblante serio, respirando tranquilo, tratando de no hacer una tontería. Con una mirada tan expresiva como siempre, expresaba fuego y furia.

-¿No te importa que sea una puta?

-No, no me importa. ¿Y sabes por qué? -escupió con enojo, camino un par de pasos hasta llegar al cuerpo que yacía en el piso, dicho esto se hincó y con la yema de los dedos acarició levemente su mejilla. Una mirada tan inocente y enamorada se reflejó en él, incluso no parecía molesto, estaba tranquilo y serenó, pero al volver la mirada a quien había causado tanto dolor y tanta oscuridad en ambos la furia lo poseyó de nuevo, retomo algo de aire y dijo:- Porque sé que no lo es y me consta. Adelante, di cuánta labia quieras, él no lo es y con que yo lo sepa, con eso me sobra y me basta. -contestó arrogante.

-Él ahora tiene una mala reputación y a dónde quiera que vaya eso lo seguirá. -dijo con seguridad y una carcajada- Sabés, podrás cambiar los f que piense él mismo, pero nunca lo que es, es una prostituta.

-¿Que dijiste? -se levantó con tranquilidad del piso y se acercó a su hermano- ¿Me lo podrías repetir? Me parece que no te escuché correctamente. -agachó la mirada y apretó los puños con fuerza, comenzaba a rechinar los dientes con fuerza. Algunas venas eran más notorias que de lo normal y estaba algo rojo.

-¿No te contó nada, cierto? -dijo con cinismo y veneno en sus palabras. Cosa que solo hacia tensar más y más a Bill.

-¿A qué te refieres?

-Quiero que él te lo cuente, quiero ver tu cara cuando te lo diga. -soltó una risa burlona y miró con molestia a Bill- Porque sé que nunca lo olvidará, estube ahí a cada momento y miré con mis ojos como deseaba la muerte. -dijo y por fin la gota que derramó el vaso.

Ya no importaba nada, le había colmado la paciencia, había estado conteniendo se, tratando de calmarse y no explotar. Sin embargo le parecía complicado al estar hablando con su hermano, el ser más insoportable e irracional del planeta.

-¡Basta! ¡Eres un maldito maníaco! ¡Y te ordenó que te detengas ya mismo! -a medida que gritaba avanzaba un poco más hacia él, intimidando lo un poco.

-Tú y tus malditos complejos de superioridad Bill. A mí no me das miedo, para mí no eres ni más ni menos -se enderezó y miró a Bill con odio-. A mí no me vas a venir a tratar como se te dé la gana. -sintió el impacto de un golpe fuerte en la quijada, producto de la ira que controlaba a Bill en esos momentos.

-¡Te dije que te calles! -gritó con gran irá. Estaba temblando, sus pupilas dilatadas, una respiración agitada, parecía que quemaba tanto como el fuego del infierno- ¡Eres un maldito enfermo! -sus ojos poco a poco se fueron haciendo cristalinos, sin embargo evitaba llorar por orgullo.

-Y tú estás loco, ¿No es así? -dijo arrogante, con cierto resentimiento en sus palabras- además, tú sabes que es verdad lo que de mi boca sale. ¿Estarás con él aún después de todo lo que hizo? -insistió con burla.
Bill sólo le dedicaba miradas con odio, con aparentes ganas de matarlo ahí mismo, sólo pensaba en todo lo que le quería hacer. Rodaba los ojos con fastidio, estaba ansioso y tenía un nudo en la garganta, sin embargo seguía ahí, esperando paciente el momento indicado.

Eres mi niño Where stories live. Discover now