Capítulo 4

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Sin palabras y totalmente paralizada llegué a la cima del muro logrando notar que estábamos cerca del centro de la ciudad, las calles teñidas de sangre eran un horror estando cubiertas por algo que desde la distancia parecía ser tierra junto a los...

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Sin palabras y totalmente paralizada llegué a la cima del muro logrando notar que estábamos cerca del centro de la ciudad, las calles teñidas de sangre eran un horror estando cubiertas por algo que desde la distancia parecía ser tierra junto a los cuerpos mutilados y aplastados que aun quedaban por allí.

El muro tembló y lo vi alejarse.

Algo totalmente negro y que se perdía junto a la oscuridad de su alrededor se encontraba recubriendo su cuerpo.

¿Era eso piel?

No lo sé.

En el momento que estuvimos sobre el muro el fuego cesó.

Todos en la muralla se encontraban reabasteciéndose y cambiando sus posiciones.

La vista en dirección contraría era totalmente distinta a la de la cual habíamos llegado. Pude ver personas del otro lado del muro corriendo y con un sistema de sogas subir latas y demás cosas que usaban para defenderse, estaba impresionada de ver tanta gente con vida y aun mejor, que se esforzaban por mantenerse en pie.  

—Todos muévanse hay que terminar de ahuyentarla—gritó un señor de pelo gris quien parecía ser el líder—Y ustedes vayan abajo con los demás—ordenó.

—Pero mi amiga Marce aún se encuentra del otro lado, tenemos que regresar por ella—solté acercándome a él.

—No sé quién sea esa tal Marce pero si estaba del otro lado puedo afirmar que tampoco lo sabré,—me dio un toque sobre el hombro—ahora muévanse y vayan abajo con los demás, aquí estorban.

Tras sus palabras un hombre se acercó a nosotros mostrándonos por dónde y cómo debíamos bajar.

Mientras bajaba por un corto lazo de tiempo pude ver cómo regaban algún tipo de aceite sobre el borde del muro y lo encendían.

Todo lo contrario a lo descrito al inicio en ese otro lado todo se podía ver mejor, estaba iluminado por antorchas colocadas sobre palos y se sintió como estar de campamento solo que en medio de la ciudad.

En aquel espacio fuimos guiados a un pequeño lugar dentro de un viejo edificio que se encontraba atestado de personas. Habían al menos unas cuarenta personas, algunos con antorchas en mano, otros sentados sobre el suelo y el resto se encontraba saliendo del lugar.

Todos y cada uno de ellos con la misma expresión en sus rostros.

Miedo.

—Este será su lugar, si tienen alguna pregunta o curiosidad guárdenselas,—espetó a nuestras espaldas una chica de piel morena, pelo trenzado y vestida de negro—todos aquí tenemos preguntas y no hemos encontrado a nadie que nos pueda dar respuestas—Soy la encargada de los nuevos, me pueden llamar L, y el hombre que vieron allá arriba es el señor Thomas.

—¿Qué es este lugar?—pregunté buscando obtener algo de información obviando sus palabras.

—El único donde podrás mantener con vida—ladró ella soltándome una manta hecha por sacos y alejándose.

—Eres el chico del canal local, ¿no? — Thomas se digirió directamente a Noah reconociéndolo, lo cual me sorprendió ya que yo no recordaba haberlo visto antes.

—¿Por qué pregunta?—inquirió el periodista.

—Tenemos una vieja radio y no tenemos a nadie que logre repararla ¿crees que podrías hacer que funcione?

—Era reportero, no tengo idea de cómo hacer que  una radio funcione.

—Al menos podrías intentarlo, ¿no?—insistió él.

—Si señor.

—Ven conmigo.

—¿Y qué va pasar con ellos? —cuestionó el peli negro observándonos.

—Ellos estarán bien si tú estás bien—interfirió L.

Sus palabras me hicieron dudar si realmente estaríamos bien, habíamos llegado a un lugar repleto con personas desconocidas y que parecía ser seguro pero eso no me hacía sentir a salvo, no sabiendo que eso allá afuera había matado a mi amiga.

Noah

Seguí al tal Thomas como había indicado. El sitio no era muy grande a diferencia de la resistencia que habían creado por lo cual de inmediato supuse que debían tener experiencia, ya que con la poca cantidad de manos disponibles para trabajar quien estuvo a cargo de la organización de todo debió ser muy ágil o saber muy bien lo que hacía, lo cual suponía, el ejercito.

—Esas son armas muy avanzadas, ¿Por qué no usarlas para defenderse?—inquirí pasando por un área cubierta dejando solo ver algunos rifles. 

—Cuando logres matar una con alguna de ellas me avisas.—se burlo dejándome tras él.

¿En serio las armas no le hacían nada?

—¿A qué se refiere? —insistí.

—Ya hemos intentado con todo lo que tenemos, esas armas ahora mismo no son más que juguetes que quizás esas cosas puedan usar para limarse los diente. La única oportunidad que tengo es que repares esa radio y logres comunicarme con alguien de allá fuera, quien sea pero alguien.

—Dijo esas cosas, ¿acaso hay más de una?

—No sabemos cuantas son pero si, ahora espero entiendas la importancia de que logremos comunicarnos, porque me temo que si no lo hacemos pronto esas cosas lograrán pasar y solo Dios que baje con su ejército nos podrá salvar.

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