Capítulo IX: ❝Barriers are falling down❞

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Kiara había reorganizado su lista de prioridades. Y aunque pareciera un cambio demasiado brusco, Tyler no estaba entre ellas. Sus desapariciones seguían poniéndole nerviosa, pero podía echarse la culpa a sí misma por no tomarse el tiempo de preguntarle. Y no era como si no le interesara, sino que había aprendido muchas veces que lidiar con Tyler era, probablemente, la cosa más molesta de todas.

El tiempo se había convertido en algo sin valor, pasaba tan lento que a veces tenía que detenerse a mirar al exterior para darse cuenta de que los días seguían con su curso natural.

Llevaba en aquella ciudad subterránea mínimo una semana, y sus pasatiempos se reducían a dos sencillas cosas: observar desde lejos la sala de entrenamiento cada día a las siete en punto queriendo inmiscuirse en las competencias de criaturas que muchas veces terminaban bastante mal; y la otra, era perder el tiempo con Tyler y sus juegos mentales.

Tuvo la oportunidad de ver a Ray de cerca en dos ocasiones. Una de ellas fue cuando algún bocón pasó la información de que la sala de entrenamiento se había convertido en un baño de sangre que alguien con poder suficiente debía detener. Y la segunda fue casi por casualidad.

Lo que a Kiara le incomodaba más, era la extraña tranquilidad que desprendía el interior. Como si nada fuera de lo normal sucediera durante meses y el resto de las criaturas tuvieran designado un papel en concreto del cual no se podían desviar.

No le gustaba para nada la idea de que el más fuerte reinara sobre el débil, pero viendo la paz en la que el bajo mundo se hallaba sumergido, lo dudó por un instante.

Cuando la sala de entrenamiento fue quedando vacía, Kiara supuso que debían ser cerca de las nueve de la noche. Comprobó su celular para verificar si sus cálculos eran correctos y sonrió cuando la luz de la pantalla le iluminó la cara.

Eran las nueve en punto.

Bajó las escaleras de piedra cuidadosamente, sin intención de dar algún paso en falso que pudiera terminar con su cuerpo convertido en un colador gracias a las frías rocas del suelo. Se abrió paso a la sala; la luz blanca que contrarrestaba con la oscuridad de la cueva subterránea le cegó por un momento.

El interior era enorme. Entendía como podía llenarse de Arém en un abrir y cerrar de ojos.

Le recordó a los rings clandestinos que se formaban en Saint Wall, solo que en un lugar como Blue Sky, no tenía que cuidarse de que la policía descubriera el territorio.

En un extremo de la pared, encontró su rincón favorito. Un saco de boxeo color azul que le acarició de forma placentera la espina dorsal en cuanto lo vio. Buscó con la mirada algún par de guantes, pero no encontró ninguno, ni siquiera un par de vendas.

Pareció no importarle mucho cuando, con sus manos desnudas, encestó el primer golpe.

—Te lastimarás si no proteges tus manos —Escuchó detrás suyo.

—¿Quién...?

—Me llamo Aaron. Lamento haberte sorprendido, llevo desde hace varios días viéndote salir y entrar. Me sorprende que no hayas participado todavía, he visto como lo miras.

El joven parecía adorable. Su cabello rojizo y ondulado se meneaba con cada movimiento de su cabeza y poseía en sus mejillas una gran cantidad de pecas. Tantas que ni siquiera pudo contarlas. Le sacaba como mínimo una cabeza, pero lejos de lucir atemorizante, sonreía con tranquilidad y vehemencia, como si nada en Blue Sky pudiese perturbar su eterno buen humor.

—"No, adáptense primero. Si llegan novatos con aires de grandeza, no harán más que causar problemas" —bramó en un lamentable intento de imitación. Su voz fina no fue capaz de agravarse lo suficiente—. Esas son las palabras exactas de tu Rey, con efectos especiales adicionales.

Blue Sky: El comienzo del finWhere stories live. Discover now