Capítulo XIII: Memorias perdidas

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Todo lo que Kiara sabía era que tenía frío.

Si estaba despierta o dormida, era algo que conscientemente no sabía, pero la oscuridad que la rodeaba era sin duda espesa y amarga. Sentía el cuerpo liviano, como si en plena caída se hubiera quedado flotando en medio de la inmensidad de un abismo profundo.

"¿Has podido dar con el paradero de Tyler?"

Escuchó.

"No, ha desaparecido por completo, ni siquiera puedo sentirlo, debe estar en territorio de Brujas, no hay otra manera de explicar mi incapacidad de rastreo."

"Mira que hacerlo durante esta situación..."

"Búscalo. Llévate a Número 10 contigo y dile a Aaron que se ponga en contacto con las Brujas de Ramsterfall."

"¿Está seguro, Señor?"

"Se me acaban las opciones, Lyka."

Kiara abrió los ojos. Sus párpados pesados amenazaron con contribuir en su sueño profundo y eterno una vez más. Las secuelas de las luchas constantes estaban lejos de compararse con el dolor intenso que recorría su cuerpo desde la nuca hasta los pies. Sus ojos no enfocaban por más duro que intentara; y solo podía distinguir tonalidades pálidas de rojo, como si la sangre se le hubiera agolpado en sus cuencas oculares mientras dormía.

—Kiara...

Escuchó lejano.

Por más que sus ojos estuviesen abiertos, su consciencia se hallaba divagando sin sentido en otra parte. Comenzaba a sentirse inquieta ante la inmensidad de lo desconocido, y no poder ver ayudaba a incrementar la repentina ansiedad que se había instalado en su pecho. Tras setenta y tres segundos que prefirió contar al pie de la letra, su vista pareció querer cooperar con el resto de sus sentidos. La liviandad de su peso instantáneamente se esfumó, como si pesadas cadenas le hubiesen azotado violentamente contra la realidad.

Se encontró con las paredes rojizas de una habitación enorme. Comprobó que el color carmín que veía tras sus párpados cerrados era producto de ellas. Una de las paredes, acompañada por dos ventanales dejó entrever los techos picosos de las casas del Bajo Mundo y el danzar de las cortinas bordadas producto de la tenue brisa de la caverna le transmitió nostalgia. Un vacío inexplicable.

El edredón gris oscuro que cubría la cama se hundió bajo el peso de alguien.

—Ray... —habló en cuanto las cortinas dejaron de ser su centro de atención. El Arém se hallaba sentado al borde de la cama inclinado en su dirección. Una de sus manos frías le rozó la mejilla—. ¿Dónde estoy...?

—En mi habitación.

—Me desmayé, ¿cierto? —Ray asintió—. Hacía mucho que no me pasaba...

Lo único que Kiara tenía en la cabeza, era un hueco. Un hueco entre su repentino dolor y el momento en que se despertó en la habitación del Rey del Bajo Mundo. En otras circunstancias, podría haberse preocupado por el peligro de despertar en su cama y no por sus dolencias físicas que enseguida le hicieron sentir como una abuela de ochenta y dos años.

—Aaron lo ha intentado todo... Sin embargo, fue imposible hacer que despertaras antes.

Por alguna razón la voz de Ray sonaba afligida, casi como si un sentimiento inexplicable de culpa se hubiese instalado en él sin aparente motivo.

El Arém se tensó cuando la mano de Kiara se encontró con la suya.

Se sintió incorrecto. Se sintió lejano.

—Por alguna razón aquí me siento en paz —soltó Kiara de repente deslizando las yemas de los dedos por el dorso de su mano—. No sé qué está pasando. Últimamente siento que todo se ha ido escapando de mis manos poco a poco. Es como si algo en mi interior se agitara tormentoso. Y tengo miedo —confesó—... miedo de sentir, de estar sintiendo todo esto.

Blue Sky: El comienzo del finWhere stories live. Discover now