Capítulo XIV: Estado terminal

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«No dejes que Ray Leander te toque.»

«Y, bajo ninguna circunstancia, te olvides de drenarles la magia. O estarás muerto...»

Desde las sombras, una criatura imponente en forma de bestia saltó empujándose con las cuatro patas por la misma pared que antes había caído. Patas gigantescas que agrietaban la tierra con su caminar. Con cada paso, sus garras se fundían con la tierra húmeda y los gruñidos guturales de la bestia retumbaban como un eco a través de las ruinas desérticas. 

Cuando la gigante bola de pelo se dirigió a Ray, Kiara gritó con horror para advertirle, por un momento creyendo ver en los ojos de la bestia un pánico inexplicable que enseguida se desfiguró en su rostro hocicudo repleto de dientes.

—¿Qué hace aquí un maldito Rougarou?

«¿Rougarou? ¿Dónde había escuchado eso antes?»

Entonces todas las piezas del rompecabezas encajaron y Kiara se volvió hacia la bestia demasiado tarde.

Tal y como Lauren le había dicho, Tyler tuvo que retroceder cuando la mano de Ray amagó con alcanzarle. Viendo el peligro de un acercamiento directo, Ray encontró el arma perfecta en los cimientos del clan. Sus dedos se deslizaron por las paredes musgosas e instantáneamente se vinieron abajo sobre el cuerpo peludo del Rougarou, quién soltó un aullido teñido de ira y dolor.

Mas no fue suficiente para neutralizar el instinto asesino que surgía de las fauces de la bestia. En medio del ajetreo, Tyler fue capaz de comprender que aquello ya se había convertido en algo personal.
Se deshizo con facilidad de los escombros y sus garras se fundieron con la tierra húmeda cuando se impulsó con sus patas traseras.

—¡Tyler! —gritó Kiara horrorizada lanzándose hacia el cuerpo gigante repleto de pelo sin saber de dónde sacaba la fuerza para rivalizar con alguien de su tamaño.

La mano de Kiara, adornada por la estrella brillante de doce puntas se detuvo a centímetros del cuerpo de Tyler. Al instante, una barrera violácea de lo más parecida a un escudo mágico le obligó a detenerse. Kiara pudo suponer desde su posición que el aire despectivo con el que sus ojos lechosos le miraban de arriba a abajo eran los suyos. Porque siempre había sido capaz de leer a Tyler como si se tratara de una alma gemela, aquella pieza solitaria en el tablero que luchaba por sí misma para mantener en pie el resto de las piezas que conformaban su autónoma vida; aún así, el más grave error de Kiara fue creer que el Tyler que tenía delante podía ser capaz de comprender sus palabras en vilo.

—¿Wer ist Ihr Meister? —Kiara dejó de recibir la mirada despectiva de Tyler cuando este encontró algo más interesante en lo que depositar su atención. La bestia pareció entender a la perfección lo que sea que Ray le haya dicho, aunque al mismo tiempo no demostró señales de estar dispuesto a otorgar una respuesta valiosa—. Welche der Hexen hat dich geweckt?

Por el rugido cargado de ira que soltó la bestia en respuesta, Kiara entendió que las posibilidades de establecer una conversación eran claramente nulas.

Tyler atacó de nuevo, como si ahora un factor externo le hubiera dicho que si quería ganar debía ir en serio. La rapidez de sus patas fue la suficiente como para que en cuestión de segundos Ray tuviera que bloquear el arañazo que el filo de sus garras suponían.
En un movimiento desesperado, Tyler encerró la muñeca de Ray entre sus garras peludas. Sus huesos crujieron de forma dolorosa, pero sorprendentemente el Rey de los Arém no se quejó. En su lugar, Ray atrajo a la bestia hacia él dispuesto a usar su otra mano para destruirle.

—Muy lento —susurró.

—¡Alto! ¡No lo mates! —gritó Kiara. Vio la furia en el rostro de Ray por primera vez, y un escalofrío se deslizó hasta la parte baja de su espalda—. Por favor.

—Ya no hay nada que rescatar de él, Kiara —le respondió Ray sin quitarle a Tyler la mirada de encima.

Tyler, quien hasta ese momento se había mantenido inmóvil, volvió a arremeter en contra de Ray en un nuevo arrebato de ira. Kiara se aterró cuando la mano de Ray golpeó el cuerpo peludo en el pecho, temiendo que él realmente intentara matarlo con aquel simple pero peligroso toque que aún no comprendía del todo. Afortunadamente, Ray pareció tener en cuenta su pedido, incluso sabiendo que aquello podría costarles la vida.

—¡¿No tiene algún punto débil que puedas aprovechar?! —vociferó Kiara desde una esquina.

—No si está siendo manipulado por una Bruja. De hecho no sé hasta cuánto tiempo pueda mantenerlo bajo control, no hay nada alrededor de lo que pueda alimentarme más allá de su ira. No es suficiente. Hemos perdido una oportunidad única.

Kiara no pudo evitar sentirse culpable. Aún así, no se arrepentía de su decisión. Cualquier otra opción le parecía una mejor idea que ver morir a la única persona que había aprendido a querer. Porque sí, se había dado cuenta demasiado tarde de lo mucho que le quería. Y quizás, solo quizás, haberle hablado de sus sentimientos podría haber marcado la diferencia y haberle ahorrado a Tyler mucho de aquel sufrimiento que siempre se había negado a compartir.

—¡Kiara, apártate!

La voz de Ray la expulsó fuera de los recónditos más profundos de su mente, allá donde por un segundo se perdió a sí misma entre el arrepentimiento de sus decisiones mal tomadas, pero fue demasiado tarde. Tyler prácticamente se había alzado con imponencia delante de Kiara; su cuerpo gigante cubrió la luz del sol, echando sobre ella un velo siniestro. 

En un instante tenía a la bestia delante prácticamente lista para matarla, y al siguiente, su cuerpo estaba rodando por la tierra fría del páramo. Algunas rocas se clavaron de forma dolorosa en sus costillas y otras tantas se adhirieron a la piel su rostro. No supo hasta que levantó la cabeza lo que realmente había sucedido.

No había sido el Rougarou, sino Ray, quien fue lo suficientemente rápido como para empujarla al suelo y recibir el ataque en su lugar. Tyler mordió deliberadamente en el espacio entre su hombro y su cuello haciéndole soltar una maldición gutural. Sus caninos viscosos por el supresor dejaron un camino de lo más repugnante sobre la piel blanquecina, ahora corrompida por el rojo vivo y aterrador de la sangre. 

El horror le nubló a Kiara la visión y algo en lo más profundo de su corazón se encendió. Fue como encender una vela en medio de la oscuridad. Una llama que por mucho tiempo había estado apagada y que prendió con la furia del fuego rociado por gasolina. La ira y la adrenalina se fusionaron en una sola emoción; el deseo de matar.

«Aliméntame.»

Una risa retumbó en sus oídos, macabra y altanera, y su interior rugió exigente; hambriento como un perro rabioso al que le habían negado la comida durante mucho tiempo.

«Aliméntame.»

—¡No te acerques Kiara! —bramó Ray debajo del cuerpo peludo— ¡Le han inyectado supresores, me está drenando la magia!

«Aliméntame, Kiara.»

Pero Kiara no parecía oír a nadie. Su cuerpo, plagado de ira, se movió por si solo, y ni siquiera la infinidad de peleas que había experimentado, hicieron en ella un efecto tan fuerte como el instinto asesino que creció de repente y que condenó la batalla a un punto crítico sin retorno.

«Aliméntame igual que la última vez...»

Blue Sky: El comienzo del finWhere stories live. Discover now