Capítulo XVII: Gone But Not Forgotten

31 5 7
                                    

La marca en el cuello de Kiara brillaba más que nunca. Las líneas negras del contrato relampagueaban en luz violácea y sus pasos bien marcados cortaban el viento, como el filo de una daga dispuesta a despedazar la maleza que intentara cruzarse en su camino.

La magia de Zeref había inundado y revitalizado su cuerpo maltratado echando la debilidad muy lejos. Sin el sello que había mantenido a Zeref enterrado en las profundidades de su cuerpo, la magia fluía por sus venas como un caudal; apresurada y en cantidades peligrosas. Una pradera desértica a la que después de muchos años le llega la primera lluvia, inundando con su frescura los rincones que hasta entonces se habían hallado inhóspitos.

El brillo en los ojos de Kiara también había cambiado; casi se podían apreciar los rojizos ojos del Demonio resplandeciendo a través de los suyos. Esa mirada incierta, que rebosaba en poder y orgullo; una mirada sin matices grises que observó a las Brujas que le rodeaban una por una, reconociendo entre ellas unas cuantas que hubiera deseado no tener que volver a ver.

Una barrera anaranjada se cernía sobre ella. Kiara se acercó a uno de los bordes. Su rostro tranquilo e inexpresivo examinó con cuidado las partículas que la componían. Una de las Brujas logró conectar con su mirada, pero la apartó enseguida cuando la estrella en el cuello de Kiara centelleó.

«Está constituida por prana. ¿Puedes con eso?»

«Tu pregunta me ofende, Kiara.»

Los movimientos de Kiara fueron elegantes. Una danza muy breve que terminó con ella de rodillas en el suelo y sus manos bajo la humedad de la tierra. Desde su posición, un sin fin de líneas moradas agrietaron el suelo. Se extendieron desde sus manos y se dividieron en doce calcando la firma que llevaba en el cuello sobre la tierra húmeda.

—¡Va a usar las Líneas Ley para perturbar el movimiento del prana! —gritó Lauren alertando a su Casta—. ¡Concéntrense, no permitan que atraviese! ¡Una vez que lo haga será el fin!

«¡Zeref!»

La magia salió despedida del cuerpo de Kiara a través de sus manos. Fue como una corriente violenta de aire contaminado que arrasó con los escombros y le quitó la vida al espacio verde rodeado por la barrera. La misma se agrietó emitiendo un crujido lastimero y las Brujas volaron en todas direcciones impulsadas por la corriente. El choque de sus cuerpos contra el pedregullo le provocó a Kiara satisfacción. Un destello de adrenalina cegó su visión.

Cuando Kiara volvió a despedir magia de su cuerpo con la misma violencia que la primera vez, la barrera no fue capaz de contenerla; estalló en miles de partículas microscópicas inundando el aire con un hermoso pero peligroso brillo anaranjado. Igual que una revolución de luciérnagas en medio de una llanura desierta.

La historia parecía condenada a repetirse, incluso después de los trescientos años que se habían llevado consigo la gloria de una reina. Aquella reina sin piedad que había destruido todo lo que Lauren más amaba para proteger la corona.

«No. Ella protege a los suyos... Y es porque somos tan iguales, que no hay tregua para ninguna de las dos.»

—Todo te ha salido mal, Lauren —La voz de Kiara no reflejaba nada, solo vocalizaba sin sentimiento alguno las palabras que hace tantos años debió haber dicho—. Porque siempre he estado a un paso por delante de ti.

Los ojos de Kiara se clavaron en la anciana. La Bruja no se molestó en intentar levantarse del suelo; prefirió usar lo poco que quedaba de su magia para curar las heridas que la revolcada había provocado en su pequeño cuerpo.
Las botas de Kiara enseguida entraron en su campo de visión. Fue cuando alzó la mirada encontrándose con la de ella que prefirió ver cualquier otra cosa en su expresión que no fuera lastima.

—No contaba con que Zeref rechazara mi oferta... —dijo Lauren finalmente cuando reunió coraje.

—Ray te dio un hogar, y tú lo apuñalaste por la espalda por una venganza de la que él no tenía nada que ver, ¿por qué? —Lauren no respondió—. Los asquerosos humanos a los que les provees magia me quitaron a mi mejor amigo. Tus Brujas me quitaron a Duncan. Vi a Raphael dar su último aliento en mis brazos... Y por si fuera poco tienes el descaro de intentar romper mi vínculo con Zeref. Arruinaron nuestras vidas sin darnos siquiera la oportunidad de luchar. ¿Qué demonios esperabas que hiciera, Lauren?

La culpa le revolvió a Lauren las entrañas. Una vez más se daba cuenta del parecido que las unía. Sus medios extremistas ligados a un fin personal que trajera de vuelta a sus vidas la felicidad que alguien más les había arrebatado sin darles la opción de elegir.
Desde un principio el mundo le había condenado a la ruina. Un mundo injusto liderado por el ansia de poder y el instinto de supervivencia puro, donde no importaba pisotear al resto si eso significaba llegar a la cima primero.

Porque era más fácil destruir el mundo que intentar cambiarlo.

Por un momento Lauren comprendió su dolor y el odio en sus ojos se apagó. Por un breve instante fue capaz de asumir la responsabilidad que acarreaban sus actos crueles y de ver en Kiara la esperanza de un futuro real. Por primera vez en mucho tiempo, pareció entender los motivos que habían impulsado a Kiara a tomar las riendas de una Guerra sin fin.

«¿Las Guerras siempre traen tristeza, no crees, Lauren?  Pero los humanos nunca aprenden. Incluso con los años... Las historias siempre están condenadas a repetirse.»

—Parece que no esta vez... —Lauren lo dijo en un susurro inaudible.

—Quizás si nos hubiéramos conocido en circunstancias mejores, podríamos haber evitado este trágico desenlace —Kiara habló de nuevo observándola desde arriba. Lauren solo en ese momento se dio cuenta de que el único brillo en sus ojos provenía de la magia de Zeref. Detrás de su resplandor solo había muerte y vacío—. Aunque debo darte las gracias, no habría podido abrir los ojos sin ti.

Esas fueron las últimas palabras de Kiara ante una melancólica Lauren que entendía el significado de los sucesos. Como aceptando la culpa, la Bruja cerró los ojos con fuerza. En sus labios, un muy bajito "Adam" se escapó en forma de suspiro.

«¿Me prestarás tu magia una vez más, Zeref?»

«Será un honor.»

—¡Espera Kiara, no la mates!

La lentitud con la que Kiara se giró para observar a su Contraportador fue como una larga pausa luego de puntos suspensivos. Una prepotente mata de cabello negro le tapaba el lado derecho de la cara, haciendo que la cabeza de Ray se detuviera por un momento en el pasado; en la imagen natural de Kiara, sonriéndole de vuelta con ojos brillosos y fascinados. Esos ojos que solo sabían verle a él con el entusiasmo de una niña que tenía como único objetivo encontrar el camino de vuelta a casa luego de una tarde nostálgica en las montañas.

Ahora el viento se llevaba con avaricia su imagen perfecta, descubriendo entre las ondas oscuras de su cabello, el producto de una guerra sin final feliz. El resultado de las malas decisiones plasmadas en la amargura de su único ojo sano; y una mirada gélida subyacente por debajo del instinto de supervivencia puro.

Fue lo más parecido al chispazo de dos rayos colisionando entre sí, provocando una estrepitosa descarga en todas direcciones sobre la tierra húmeda. Sus ojos se encontraron frente a frente y el tiempo se detuvo. El único sonido palpable era el tenue repiqueteo de las gotas producto de una llovizna débil.

—Han pasado más de trescientos años, Ray.

A sus alrededores, las brujas no se atrevían siquiera a mover los dedos. Casi contenían la respiración siendo testigos de un hecho asombroso.

El reencuentro de dos Contratistas; una especie reducida a cenizas de la que ellas habían sido partícipes siglos atrás. Dos personas capaces de hacer al mundo colisionar y al mismo tiempo siendo, dentro de la ironía, los únicos capaces de salvarlo.

"Como dos jinetes del apocalipsis danzando al compás de la tierra, en un mundo injusto donde el poder solo les pertenece a unos pocos y el destino de todo se encuentra en manos ambiguas."

Blue Sky: El comienzo del finWhere stories live. Discover now