5. Huérfano

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Tyler

Gracias al cielo ya es fin de mes, hoy me pagan en ambos trabajos, podré llenar la alacena. Ya hasta el ratón salió de su madriguera a reclamarme por comida.

Toda la semana sobreviví con galletas de soda, el agua se volvió mi aliada para llenar el estómago de algo. Agradecí los días en que Torr me invitaba a comer por fuera, aprovechando al máximo el comer hasta quedar repleto. Obvio no le dije nada de mi falta de dinero, no quería que luego me reprochara que prefería aguantar hambre a recibir dinero de su parte. Lo sé, tonto de mí, pero no quiero vivir de ayuda humanitaria.

En consecuencia, le hice caso a la consejera académica, de buscar un subsidio de apoyo para recibir una pequeña mensualidad para cubrir gastos de alimentación. En ese trámite me quedaba esperar a que me notificaran cuándo tenía la entrevista con los evaluadores de darme ese apoyo financiero. Pero como no he recibido respuesta, hoy iré a ver qué pasó con ello.

Es un edificio a pocas calles de aquí, un albergue comunitario, el más grande de la ciudad, que sirve también como guardería y a la noche como hospicio para personas sin hogar. Apenas salgo de clases voy para allá, con la ropa más decente que tengo; un jean negro, con camisa azul oscura, zapatos negros y el cabello ordenado. Me guardo del sol inclemente pasando al borde de los edificios. Hoy es de esos días que se puede fritar un huevo en la acera. Cruzo medio campus y ya estoy sudoroso; no importa, logro soportarlo. Estando a nada de llegar a una de las salidas oigo el rugido de un motor que me resulta familiar.

—¡Ey, idiota! —Esa voz. Cierro los ojos, exasperado por tener que encontrármelo justo hoy. Lo ignoro, sigo caminando, teniéndolo justo al lado—. ¿No vas a saludar?

Ni me molesto a verificar si le molesta que no le preste atención.

—¡Ey! Súbete al coche, te estás quemando —exclama, deteniéndome más por la confusión que me produce su deducción.

Reviso mis brazos, que están expuestos debido a que me remangué la camisa para lavarme las manos. Estoy rojo, como si hubiera pasado todo el día bajo el sol. Enseguida vuelvo a ver a Rolan que, divertido, se baja las gafas de sol que tiene puestas para verme con engreimiento.

—Solo si no conduces como un maniático —advierto a lo que se encoge de hombros. Pasa la vista al frente y con un ademán me pide que entre.

Reviso alrededor, no hay muchos estudiantes conocidos cerca. Rodeo el coche por adelante, abro la puerta del copiloto y me meto al auto, con cuidado, como la última vez.

—Gracias —correspondo apenas entro, colocándome el cinturón de seguridad en el proceso.

Rolan emprende marcha, conduciendo a una velocidad moderada, cosa que me sorprende porque creí que no acataría lo que pedí.

—¿Tienes clases más tarde? —cuestiona, quitándose las gafas para verme mejor.

—No, solo tengo que ir a... una entrevista de trabajo —miento. Si le digo a qué voy a ese albergue, me va a hacer bullying toda la vida.

—Mientes —rebate, sin molestarse en verme. Ofuscado lo miro. ¿Cómo lo supo?

—No miento —alego, percibiendo como aferra el volante, tensando los brazos.

—Sé cuándo mientes. Te quedas pensando un segundo, el que te toma para callar y luego soltar la mentira.

No tengo como refutar su argumento, sello mis labios, regresando mi atención al frente.

—A dónde vas para llevarte —solicita, tajante, confirmándome que es de quienes no les gusta las mentiras.

—Al centro comunitario Sant Louis —contesto, algo acomplejado por decirle la verdad.

He aquí una jodida cuestión © [Spin-off #1]Where stories live. Discover now