Capitulo 7|Será un día largo...

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Cuando llegamos a casa, lo primero que hice fue ponerme el pijama y acostarme en mi cama e intentar dormir un rato.

No quería ni hablar, ni verlo.

***

La puerta de mi habitación esta cerrada, así que no se escucha nada de lo que pasa afuera, hasta que la puerta se abre por arte de magia y entonces, me tapo hasta el cuello y le rezo a dios porque no fuera un mounstrou.

Se que esta el muñeco por ahí, pero... la puerta se a abierto sola y eso da miedito.

— ¡Eros!— Grito.

Igual me quiere gastar una broma de mal gusto y espero de verdad que sea el y no otra cosa paranormal.

— Si es una broma, ya puedes parar...— Digo en voz alta, pero sin llegar a gritar.

No contesta, no se escucha ningún ruido y el miedo cada vez crece más rápido en mi interior. Esto no me gusta para nada...

Me levanto de la cama y apoyo mis pies descalzos en el frío suelo de mi habitación, para luego levantarme de la cama y ir lentamente hasta las puerta de esta.

— ¿Hola?— Digo y avanzó hasta que ya estoy fuera de mi habitación.

Un grito hace que me asuste y cuando miro hacia el lado de donde proviene el grito, me encuentro con una sonrisa burlona.

Eros.

¡Maldita sea!

— ¿Eres idiota?— Le pregunto, aún sabiendo que si lo es.

— No, y tu lo sabes.— Contesta sentándose en el sofa.

— Se que eres i-di-o-ta.— Digo y la última palabra, la digo silaba por sílaba.

— Y tu un encanta.— Dice sarcástico, para luego encender la televisión.

¿¡Que hora es!?

— Me voy a dormir y... ¡No me molestes!— Le grito.

— Me aburría, mujer.— Se excusa.

— Pues vete a pintar monos.— Le digo y vuelvo a entrar a mi cuarto.

Mañana compraré un pestillo..

Vuelvo a cerrar la puerta, pero esta vez de un portazo, así le dejo claro que no quiero que entre.

Me vuelvo acostar en la cama y después de un rato, comienzo a coger el sueño, así que cuando cierro los ojos para intentar dormir de nuevo.

Un ruido.

Un fuerte ruido se escucha de afuera, no se que mierda estará haciendo, pero aparte de ese ruidoso y molesto ruido, ahora se escucha música.

¡Lo mató!

Salgo del cuarto dispararada y con un solo adjetivo: Matar al maniquí, muñeco o lo que sea...

— ¿¡Que haces!?— Chillo como una loca, pero al ver que el está hecjado en el sofá, me callo.— Si no eres tu...— Lo señaló, mientra mi cabeza comienza hacer el trabajo de pensar, para saber quien demonios es.— Malditos vecinos.

Salgo de casa como un demonio y cuando ubico la puerta de al lado, llamó con todas mis fuerzas, una y otra vez, hasta que la música deja de sonar y un señor mayor me abre la puerta.

— ¿Que quiere, señorita?— Pregunta amablemente.

— Que quites la música y dejes dormir a las personas.— Le pido, mirandolo fijamente.

— Es que estoy celebrando que mi hijo se a graduado en psicología.— Dice felizmente.

— Me la suda.— Le digo enfadada.— Mañana madrugo, así que si quieres celebrarlo puedes hacerlo a partir de las ocho de mañana.— Le digo.— No ponga música.— Le advierto y vuelvo a mi casa.

La gente cada día es más sinvergüenza.

— Aleluya.— Dice contento Eros.

— La mierda es tuya.— Le digo riéndome.

Si no le hacia la rima, rebentaba.

— Ja ja, que graciosa..— Dice.— Pero gracias por quitarles la música.

— De nada y ahora duerme.— Le ordeno severamente, volviendo a mi habitación.

Me acuesto en mi cómoda, mullida y acogedora cama y cierro los ojos.

Esto es la gloria...

Tranquilidad.

Paz.

Silencio.

Y lo más importante... nadie me molesta y puedo dormir perfectamente.

Mañana será otro día y espero que sea bueno...

El despertador suena, haciendo un ruido espantoso que invade toda la habitación, hasta llegar a mis delicados oídos... Lo curioso es que yo no tengo un despertador y aquí la pregunta es, ¿Por que hay un despertador de color rojo en mi habitación?

Y le dije al vecino que madrugaba...

Me levanto y cuando miro la hora en el despertador, me doy cuenta de que son las once de la mañana, así que sin muchas ganas me levanto de la cama, me pongo mis zapatillas de estar por casa y salgo al comedor... en donde debería estar el puto maniquí.

— Buenos días.— Me dice una voz, na más salir de la habitación.

— Buenos días.— Le contesto y voy a la cocina, para prepararme el desayuno.

— Tengo hambre...— Dice haciendo un puchero.

— Házte algo.— Digo obvia.

— Recuerda...— Canturrea.— Soy un maniquí.— Me recuerda.

— Vale.— Digo cansada, mientras que añado otra taza, para hacerle un café y agarro más pan, para hacerle tostadas.

Soy demasiado buena...

— ¿Haremos algo, hoy?— Pregunta.

— Yo ver una peli, mientras como.— Respondo.— Tu, no se.— Le digo, sirviendole el café.

— ¡Ah¡— Se queja, cuando coge la taza.— Quema...— Me informa y lo miro como ¿En serio? Lo acabo de hacer.— Vale..— Dice resignado y dejo de mirarlo.— Haré lo mismo que tú.— Dice tan tranquilo, mientras que se bebe un sorbo del café que según el, quema.

No le digo nada y comienza a desayunar, ya que estoy muerta de hambre.

Será un día largo...

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