Capítulo cuatro

860 78 124
                                    

Willow

—Sí mamá, lo sé —repito por enésima vez, muriéndome de la vergüenza.

—Está bien. Pero dile a ese amiguito tuyo que se ponga condón.

—¡Mamá para! Dios mío —pongo ambas manos en mi rostro y oigo como Declan suelta un carcajada.

—Es que necesito saber que os cuidaréis.

—No hay nada que cuidar, solo somos amigos.

—¿Amigos con derecho?

—¡Mamá!

—Ya me gustaría —oigo que murmura Declan por lo bajo.

Le doy un golpe en el hombro y él me sonríe divertido.

—No le hagas caso, no sabe lo que dice —le aclaro a mi madre, que suelta una pequeña risa —. Ni siquiera somos amigos, somos conocidos que trabajan juntos.

—Nada de conocidos, somos mejores amigos.

—Cállate —le susurro a Declan.

Por favor que deje de decir tonterías, que después quién tiene que lidiar con las interrogaciones de mi madre soy yo.

—Bueno Willow, tengo que irme. Cuidaros por favor.

—Ya hablaremos, te quiero.

—Yo también. Adiós hija.

Cuelgo el teléfono y veo a Declan sonriendo divertido.

—Que madre tan moderna —comenta.

—Ugh, no digas nada por favor —murmuro negando con la cabeza.

Cuando mi madre me ha llamado, justo estaba arreglando una cosa así que le he pedido a Declan que respondiera y lo pusiera en altavoz. Error. Nada más oír un comentario que hacía él, mi madre se ha alarmado y ha empezado a darme una charla sexual, sin saber que Declan también estaba escuchando. Quiero morirme.

—Mira la parte buena, al menos se preocupa por ti —se encoge de hombros.

—Todos los padres deberían preocuparse por sus hijos.

—Bueno, pero por desgracia, no siempre es así. Tienes suerte.

—Supongo —asiento. La verdad es que siempre me he sentido agradecida por la familia que tengo —, ¿cómo te llevas con tus padres?

—Mi padre nos abandonó hace unos años y mi madre me echa la culpa. No hablo con ninguno.

Abro la boca con sorpresa ante lo que acaba de decir. No me lo hubiera imaginado para nada.

—Lo siento —murmuro unos segundos después. Él me mira y me sonríe.

—No hay nada que sentir bonita, te lo dije ayer y te lo vuelvo a decir: te tienes que alejar de las personas que te hacen daño.

—¿No te duele?

—Me dolió en su momento. Ahora estoy muy bien.

—Pues me alegro de que estés bien.

Declan sonríe en respuesta.

—Bueno, ¿seguimos? —pregunta al ver que no me muevo.

—C-claro —asiento y vuelvo a explicarle lo que tiene que hacer.

Antes de poder hacer nada más, su móvil empieza a sonar.

—Lo siento —murmura mientras atiende —. Hola.

Escucho una voz de fondo hablando.

—Claro. Sí tío, en el rodaje. Mhm... No. En cinco minutos va bien. Claro. Sí, nos vemos. Adiós.

Solo tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora