Capítulo quince

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Willow

No he visto a Declan desde ayer por la noche cuando se fue.

Recuerdo que después de un par de horas volvió a casa, ya era bastante tarde y yo estaba tumbada en la cama. Cuando escuché sus pasos acercándose a la habitación me hice la dormida. No sé exactamente por qué, solo sé que no me sentía preparada para volver a hablar del tema.

Sé acercó a mí, noté como me tapaba con una manta y tras darme un pequeño beso en la frente se iba.

Supongo que ha dormido en el salón.

Llevo despierta más de una hora, pero no me atrevo a salir de la habitación. ¿Y si Declan está enfadado?  ¿Y si no quiere verme?

Aparto esos pensamientos de mi mente, ayer no parecía para nada enfadado, más bien, parecía... confuso.

Vuelvo a la realidad cuando escucho unos golpecitos en la puerta.

—¿Puedo pasar? —escucho que pregunta él desde el otro lado.

¿En serio me está preguntando si puede entrar en su propia habitación?

—Claro —murmuro —, es tu casa.

La puerta se abre y delante mío aparece un Declan con el pelo mojado y despeinado. Lleva puestos unos pantalones de chándal negros y una camiseta del mismo color.

—Te he hecho el desayuno —informa nada más entrar.

Me incorporo hasta quedar sentada en la cama.

—¿De verdad?

—No, de mentira —murmura divertido —. Claro que te he hecho el desayuno. Bueno, aún no está hecho pero he comprado lo necesario, iba a hacerlo ahora —aclara.

—¿Por qué?

—¿No tienes hambre?

—Sí pero... ¿por qué me haces el desayuno?

—¿Cómo que por qué? —se cruza de brazos y me mira fijamente, como si no me entendiera.

¿No se supone que debería estar enfadado conmigo?

Ian solía enfadarse mucho, lo recuerdo, y nunca me trataba así cuando estaba enfadado. Ni de lejos.

—¿No estás enfadado?

—¿Debería?

—¿Supongo?

—¿Por qué? —intenta mantenerse serio pero una sonrisa divertida aparece en su rostro.

—Porque ayer terminé contigo.

—Sí, ¿y?

—Si tú hubieras terminado conmigo, lo último que haría sería hacerte el desayuno.

Ese comentario hace que suelte una carcajada. Se acerca a mí y me tiende ambas manos para levantarme.

—Pues yo no soy como tú —replica.

Suelta mis manos nada más estar de pie y empieza a caminar. Yo lo sigo. Y en lo único en lo que puedo pensar mientras caminamos es en que quiero que vuelva a cogerme de la mano. Aunque no digo nada.

Llegamos a la cocina y es cuando me doy cuenta de que la casa de Declan es enorme. La vi por primera vez hace dos días y en ningún momento me fijé del todo porque estaba demasiado ocupada pensando en cómo iba a romper con él.

—Sabía que tenías dinero, pero no sabía que tenías tanto —murmuro fijándome en cada rincón.

Es elegante. Minimalista. Me gusta.

Solo tú y yoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu