- ¡De prisita niños, de prisita! Son las tres, y ya saben que a papá
Bhaer le gusta la puntualidad -dijo Franz, esa tarde, apresurando a un
grupo de pequeños literatos que, al parecer, se encaminaban, con libros
y papeles, al "Museo Laurie".
Tommy estaba en la escuela, con los dedos llenos de tinta, rojo por el
ardor de la inspiración y con mucha prisa, por esperar siempre el último
momento para terminar la tarea. El muchacho, al salir Franz, estampó el
postrer floreo retórico, soltó el postrer borrón, y echó a correr agitando el
papel para secarlo. Nan marchó tras él, llevando, con aire importante, un
rollo de papeles. Cerraban la marcha Medio-Brooke y Daisy, radiantes de
alegría, seguramente por llevar preparada alguna sorpresa encantadora.
El orden más perfecto reinaba en el museo. Filtraba el sol a través de
las enredaderas, penetraba por la amplia ventana, y proyectaba sombras
caprichosas sobre el pavimento. En un extremo estaban sentados papá y
mamá Bhaer; en el otro, había una mesita sobre la cual se dejaban los
trabajos después de leídos, yen amplio semicírculo, sobre rústicos
bancos, se hallaban los niños. Para evitar el cansancio de sesiones muy
prolongadas, se habían establecido turnos. Aquel día le correspondía
actuar a la gente menuda; los mayores oirían con benevolencia y
criticarían libremente.
-Las damas primero. Tiene la palabra Nan -dijo papá Bhaer. Nan se
colocó junto a la mesita, hizo una mueca a modo de introducción, y leyó
lo siguiente:
"La esponja. -La esponja, amigos míos, es una de las plantas más
útiles e interesantes. Crece en las rocas, bajo el agua, y creo que es una
especie de alga marina. La gente la toma, la seca y la lava, porque en los
agujeritos de la esponja suele haber bichitos; en la que yo uso, cuando la
compré, descubrí arena y conchillas chiquititas. Las hay finas y blandas;
éstas se emplean para lavar a los niños recién nacidos. Tienen
muchísimas aplicaciones; citaré algunas y espero que las recuerden. La
primera es para lavarse la cara; esto no me agrada, pero lo hago porque
me gusta la limpieza. Hay quien no se lava, y eso es una porquería.
(Pausa breve, la lectora mira intencionadamente a Dick y a Dolly, que
comprenden la alusión, se ruborizan y hacen propósito mental de
lavarse. Prosigue la disertación.) También para despertar a las personas,
y a los niños par-ti-cu-lar-men-te. " (Grandes risas.)
"También sirven las esponjas para algo de mucha importancia, para
que los médicos o los dentistas las mojen en éter y las acerquen a las
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Hombrecitos
Classics¿Es éste mi nuevo niño? Me alegro mucho de verte aquí y deseo y espero que te encuentres satisfecho -dijo la señora, acariciando al muchachito, que se sintió conmovido. La señora no era bella; pero en el semblante, en las miradas, en el gesto, en lo...