Comoquiera que esta historia no se ajuste a plan determinado, salvo
el de describir algunas escenas de la vida en Plumfield, para
entretenimiento de hombrecitos y de mujercitas, sea permitido al
historiador divagar en este capítulo refiriendo varios pasatiempos de los
niños de la tía Jo. Formalmente afirmo a mis amables lectores que la
mayor parte de los incidentes está copiada de la vida real, y que los que
más extraños o inverosímiles parecen, son precisamente los más
verdaderos, porque no hay imaginación capaz de inventar nada tan
divertido como los caprichos y extravagancias que surgen de las
cabecitas de los niños.
Daisy y Medio-Brooke tenían el cerebro lleno de fantasías y vivían en
un mundo especial poblado de figuras, ya amables, ya grotescas, alas
cuales bautizaban a capricho, y con las cuales jugaban
imaginativamente. Una de estas invenciones infantiles era un espíritu
invisible llamado "La Maranga", en cuya existencia creían y a la cual
temían y sirvieron bastante tiempo. La existencia de "La Maranga" era un
secreto que los hermanitos guardaban sin osar describir la naturaleza y
los atributos de aquel misterioso ser, que tenía para ellos, y en especial
para Medio-Brooke, admirador de duendes y de trasgos, indefinible
encanto. "La Maranga" era un duende caprichoso y tirano. Medio-Brooke,
de fecunda imaginación, gozaba en inventar órdenes del duende y en
apresurarse a cumplirlas. Ni qué decir que las órdenes eran
disparatadísimas. Rob y Teddy, aun cuando no entendían nada,
participaban y se divertían de lo lindo.
Un día, al salir de la escuela, por la mañana, Medio-Brooke,
gravemente, dijo a Daisy:
-"La Maranga" nos necesita esta tarde.
-¿Para qué? -preguntó Daisy, azorada.
-Para un "chacrificio" -contestó Medio-Brooke solemnemente-. Hay
que encender una hoguera detrás de la roca grande, y quemar los
juguetes que más nos gusten.
-¡Qué lástima! ¡Estoy tan contenta con las muñecas de papel que me
regaló tía Amy!... ¿Tengo que quemarlas? -exclamó Daisy, sin soñar en
desobedecer las órdenes del invisible déspota.
-No hay más remedio. Yo quemaré mi barco, mi libro de estampas y
"todos" mis soldados.
-¡Vaya por Dios! Obedeceremos; pero "La Maranga" es atroz -observó
Daisy, suspirando.
-Un "chacrificio" es renunciar a lo que más agrada; debemos resignamos-
murmuró Medio-Brooke, que acababa de oír a papá Bhaer explicar
las costumbres del pueblo griego.
-¿Nos acompañará Rob?...
-Sí, y lleva su pueblecito de madera, que arderá perfectamente. Hay
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Hombrecitos
Classics¿Es éste mi nuevo niño? Me alegro mucho de verte aquí y deseo y espero que te encuentres satisfecho -dijo la señora, acariciando al muchachito, que se sintió conmovido. La señora no era bella; pero en el semblante, en las miradas, en el gesto, en lo...