-Fritz, se me ha ocurrido una idea -exclamó cierto día mamá Bhaer,
dirigiéndose a su marido, cuando éste salió de la escuela. -Bueno,
querida mía; dime cuál es.
-Daisy tiene necesidad de una amiguita, y para los niños seria mejor
que hubiese otra compañera para ellos; además, recordarás que siempre
pensa- mos en educar hombrecitos y mujercitas juntos. Los muchachos
están fastidiando constantemente a Daisy, y tal vez se corrijan y mejoren
su educación teniendo niñas al lado.
-Como de costumbre, has pensado acertadamente. Pero, ¿dónde
vamos a encontrar una niña?...
-Me he acordado de Annie Harding.
-¿Cómo? ¿Has pensado en la traviesa Nan?
-Sí, desde que murió su pobre madre está confiada a los criados, que,
naturalmente, la educan muy mal; me da pena que así suceda,
tratándose de una niña tan inteligente como Annie. El otro día vi a su
padre en la ciudad, y le pregunté por qué no enviaba a la niña a un
colegio; me contestó que la enviaría gustosísimo si lograse encontrar una
escuela de niños. Me consta que le agradaría que nos encargásemos de la
educación de Nan, y si esta tarde nos llegásemos a buscarla...
-¿Pero no tienes bastante trabajo, querida Jo, que quieres soportar
un nuevo diablejo?...
-Ya sabes, querido Fritz, que me gustan las criaturas ariscas y que
experimento gran simpatía por Annie, recordando que yo fui tan traviesa
como ella ahora. Estoy segura de que esa pequeña tiene grandes
disposiciones y de que únicamente necesita una dirección acertada para
ser una mujercita tan buena como Daisy. O mucho me engaño o en esta
casa haremos un angelito de ese diablejo revoltoso. Para lograr el
milagro, bastará con imitar la conducta de mi madre.
-Y si consigues siquiera la mitad de lo que tu madre consiguió,
milagro, y de los mayores, habrás hecho.
-Bueno; si te burlas de mí, te condenaré a tomar durante una
semana café muy clarito-dijo mamá Bhaer.
-¿No se ha asustado Daisy, al pensar en las costumbres salvajes de
Nan?-preguntó el maestro, besando a sus hijitos Teddy y Rob, que
subían por sus rodillas.
-Puede que se asuste al principio, pero se tranquilizará en seguida; se
entretiene mucho cuando Nan viene de visita y confío en que se han de
llevar bien y se auxiliarán mutuamente. La mitad de la ciencia de
enseñar consiste, a mi juicio, en saber lo que los niños pueden hacer los
unos por los otros, y en saber cuándo es oportuno tenerlos juntos.
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Hombrecitos
Classics¿Es éste mi nuevo niño? Me alegro mucho de verte aquí y deseo y espero que te encuentres satisfecho -dijo la señora, acariciando al muchachito, que se sintió conmovido. La señora no era bella; pero en el semblante, en las miradas, en el gesto, en lo...