Los jardines marchaban admirablemente aquel verano. En
septiembre, con gran alegría, se procedió a la recolección. Jack y Ned
juntaron sus haciendas, cosecharon papas, que era artículo de fácil
salida y vendieron a buen precio hasta cien kilos a papá Bhaer, porque
las papas se consumían pronto en Plumfield. Emil y Franz desgranaron
sus cereales, los llevaron al molino y volvieron, orgullosamente, con
harina bastante para el budín y los bollos de muchos meses. Se negaron
a cobrar la harina, porque Franz decía:
-Aun cuando pasáramos la vida cosechando trigo, no pagaríamos a
tío lo que ha hecho por nosotros.
Nat recogió habas en tal abundancia, que no sabía cómo trillarlas.
Tía Jo resolvió el problema. Le aconsejó extender las vainas en el
granero, que tocara el violín e invitara a bailar a los niños. Así se hizo la
trilla.
Tommy, que pensara obtener una cosecha de habas en seis semanas,
sufrió grave desengaño; el calor perjudicó a la siembra, el chico no le dio
el riego necesario, y las orugas y cizaña acabaron con las plantas.
Tommy cavó de nuevo la hacienda y sembró arvejas. Pero ya era tarde;
los pájaros se comieron muchas; los plantones se cayeron con el viento;
nadie cuidó de las plantas cuando brotaron, y como ya había pasado la
época, pereció la sementera en el abandono. El muchacho se consoló con
un caritativo esfuerzo; trasplantó a su huerto cuantos cardos borriqueros
encontró, y se los ofreció al veterano borriquito, como manjar predilecto.
Medio-Brooke obsequió a su abuela, durante el verano, con lechugas
y en el otoño le envió una cesta de nabos, tan blancos y tan bien lavados,
que parecían huevos.
Daisy cultivaba flores, y todo el estío dispuso de ellas en abundancia.
Cuidaba concienzudamente el jardincito y contemplaba a las rosas,
claveles y pensamientos con amistosa ternura. Enviaba ramos de
obsequio a la ciudad; mantenía bien adornados los jarrones de la casa, y
le encantaba contar la historia del pensamiento.
Nan recogía hierbas y cuidaba de su jardín botánico. En septiembre
comenzó a cortar, secar y guardar algunas, anotando en un cuadernito
los usos y propiedades. Había fracasado en varios experimentos y no
quería dar otro mal rato al gatito "Huz" administrándole ajenjo en vez de
ipecacuana.
Dick, Dolly y Rob eran hortelanos infatigables. Los dos primeros
tenían plantaciones de remolacha y de zanahorias, y se impacientaban al
ver que aún no era tiempo de recolectar; Dick solía desenterrar las
ESTÀS LLEGINT
Hombrecitos
Clàssics¿Es éste mi nuevo niño? Me alegro mucho de verte aquí y deseo y espero que te encuentres satisfecho -dijo la señora, acariciando al muchachito, que se sintió conmovido. La señora no era bella; pero en el semblante, en las miradas, en el gesto, en lo...