Capítulo 7.

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*Mike Marsh en la foto*

Mientras William era enviado a algún lugar desde su habitación, Elizabeth se encerraba en su cuarto tras pedirle explicaciones a su padre y que este le respondiera que era demasiado pequeña para entender.

Cabreada con su padre, por obligar a William a abandonarla cuando el muchacho le prometía no hacerlo nunca, la niña comenzó a guardar sus cosas en una maleta, dispuesta a abandonar a su padre también.

Una vez terminó de empaquetarlo todo, lanzó las maletas por la ventana, saltando al árbol que crecía frente a ella. Una vez descendió, se encaminó sin rumbo fijo hacia la primera casa que se le pasó por la cabeza.

Mientras, George Morrison llamaba a la puerta, para disculparse. Disculpa, que nunca llegaría a dar.

– Ábreme la puerta, Liz... Por favor... —Pero la niña no le respondió— Sé que estás detrás de la puerta... Te oigo respirar. —Pero, otra vez, nadie respondía— Voy a entrar.

George abrió la puerta, encontrándose una habitación completamente vacía: sin juguetes, sin libros, sin nada. Sobre la mesita de noche, posaba una pequeña grabadora, con el sonido de la respiración de su hija. De repente, la voz de Elizabeth empezó a sonar a través de la grabadora.

– Querido papá. Si estás oyendo esto es porque no he podido soportar que obligaras a Will a abandonarme. Nos hicimos una promesa y tú nos has hecho romperla. Además, Will no es un monstruo. Simplemente es capaz de hacer cosas que los demás no sabemos. Seguiré yendo a la escuela, por eso no te preocupes. Te quiere pero no puede vivir contigo, Liz.

George corrió a la ventana, al darse cuenta de que su hija había escapado por ella. Gritó su nombre una y otra vez, pero ya era demasiado tarde. Elizabeth se había marchado.

No muy lejos de allí, pero, la niña llamaba al timbre de la puerta de una de las casas del pueblo, con las maletas en la mano. La puerta se abrió lentamente, sorprendida de aquella visita.

Detrás, un chico de cabellos dorados e intensos ojos azules, miraban a la muchacha con sorpresa. Vestía con una camiseta azul básica y una chaqueta tejana, ocultando gran parte de su cabello en un gorro de lana negro.

El muchacho era realmente guapo, haciendo que Elizabeth se sonrojara. Aun así, las lágrimas no tardaron en caer, disimulando el sonrojo de los sentimientos que sentía la niña por el muchacho por el sonrojo producido al llorar desconsoladamente.

– ¿Liz? ¿Qué haces aquí? —Preguntó el muchacho, dándose cuenta de la maleta que colgaba de una mano de la niña— ¿Por qué lloras? ¿Qué ha pasado? Pasa, pasa... —El muchacho hablaba deprisa, nervioso ante la espera de la respuesta de la niña. Esta era incapaz de moverse.

– Yo... No sabía... No sabía donde... Más ir...

– ¡Pasa! ¡Estoy preparando té!

Mike envolvió a la niña entre sus brazos, acompañándola al interior. Una vez allí, Elizabeth pudo fijarse, una vez más, en los cuadros pintados por la madre del chico a su lado.

Al llegar a la cocina, la mujer saludó a Elizabeth, dándose cuenta también de la maleta. Una vez bebió un sorbo de té, la niña parecía mucho más relajada...

– ¿Qué ha pasado, Liz? —Preguntó el niño, realmente preocupado.

– Mi padre ha enviado a Will a un internado y... —¿Debía decirle que se trataba de Lexington Academy? ¿Debía darle detalles de las habilidades de su hermano? No. William le dijo que no se lo dijera a nadie y ella no lo haría— Dice que soy demasiado pequeña como para entender los motivos... No podía seguir estando allí más tiempo...

Tras La Puerta Del Infierno [Remastered]Where stories live. Discover now