Capítulo 36.

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Aiden cortaba la cabeza de un vampiro que intentó cogerle del cuello para matarlo. Delia miraba al ex novio de su hijo con sorpresa. Parecía un experto con la espada y se preguntó si el padre del muchacho pudiese haber sido cazador. De hecho, se preguntaba dónde se encontraba el marido de su vecina, el cual estaba a su lado cuando Delia fingió su muerte.

– Aiden, ¿puedo preguntarte algo? ¿Dónde está tu padre?

– Murió hace unos años... Lo único que sé es que dijo que se iba a cazar y no volvió. En su lugar aparecieron dos hombres que dijeron conocer a mi padre, dándonos el pésame. Al parecer fue un ataque animal...

– Pero tú crees que es mentira...

– Sí. Creo que esos hombres nos mintieron... Ahora, creo imaginar el por qué.

– ¿A qué te refieres, Aiden? —Preguntó su madre, sorprendida de las palabras de su hijo.

– Aiden cree que su padre era un cazador de criaturas sobrenaturales. Y, por lo que me has dicho, yo también lo creo.

La señora Marsh no podía creer las palabras de su difunta vecina. Pero, poco a poco, todo empezaba a cobrar sentido: Las largas semanas de viajes, los adulterios imaginarios corroborando la fidelidad de su marido, las armas y las diferentes herramientas del garaje... 

– Delia. —Sentenció la siniestra voz de una mujer— Creía que habías desaparecido después de que Eleonor te convirtiera...

– Patrice Terrance. —Sentenció la dama de blanco, mirando a la vampiresa frente a ella— ¿Por qué no me sorprende?

– Mis niños me han contado las horribles cosas que tu hijo les ha hecho desde que llegó a Lexington... Y, ahora, tú... ¡Vas a pagar por ello! 

Patrice corrió a por Delia, la cual la sujetó del cuello, lanzándola al aire. Delia saltó, peleando con la mujer en el aire. En uno de los golpes, la madre de Peter y Rebekah consiguió arañar a la madre de William y Elizabeth. Delia, como contraataque, lanzó a la mujer contra el suelo de un puñetazo.

Una gran esfera de alquitrán cayó cerca de las vampiresas, las cuales saltaron para esquivar al Leviatán, que tomaba la forma de una persona. El monstruo abrió la boca, mostrando sus afilados dientes y su lengua de doble punta. Después del chillido, el Leviatán atacó a George, quien le cortó la cabeza. Antes de que el cadáver del monstruo cayera al suelo, la cabeza volvía a unirse al cuerpo, como si nada hubiese pasado.

– Oh, vamos... —Dijo, tomando a Aiden y a la señora Marsh de la mano— ¡Larguémonos Delia! 

– ¡Voy detrás vuestra! —Exclamó la mujer, corriendo a por la vampiresa frente a ella.

George empezó a correr hacia el bosque, mientras varios Leviatanes caían del cielo. El hombre corría en zigzag, tratando de esquivar a los monstruos que se precipitaban sobre su cabeza. La señora Marsh trataba de no cerrar los ojos, presa del pánico. A su lado, vio a un vampiro morder a una niña pequeña, la cual lloraba mientras moría.

Delia saltaba sobre Patrice, esquivando el golpe del Leviatán, quien tenía ganas de comérselas a las dos. Las dos vampiresas rodaron por el suelo, intercambiándose golpes. Ambas volvían a ponerse en pie, cogiéndose del cuello.

– Eres fuerte... Lo reconozco. —Sentenció Patrice, mirando a su ex compañera de clase— Pero yo llevo siendo vampiresa más de diez años.

– He estado entrenándome para este momento... —Sentenció la dama de blanco, sacando un pequeño explosivo de debajo de su vestido.

Delia soltó el cuello de Patrice, obligándole a abrir la boca. Al meterle el pequeño dispositivo explosivo, la obligó a tragárselo. La vampiresa miró a la dama de blanco, la cual tenía una siniestra sonrisa en el rostro. Delia corrió hacia el Leviatán, el cual dejaba caer un fuerte alarido.

– ¡No, Delia! —Exclamó Patrice, averiguando lo que la madre de William y Elizabeth estaba haciendo— ¡Detente!

– Hasta nunca, perra. —Sentenció la vampiresa, rompiéndole el cuello a Patrice Terrance.

Delia empujó a una inconsciente Patrice al Leviatán, quien estiró su cuerpo para tragarse a la vampiresa, la cual no pudo luchar por su vida. Una vez el Leviatán se la tragó, Delia detonó la bomba, haciendo añicos tanto a Patrice como al Leviatán. La vampiresa corrió hacia donde estaban los demás, entrando al bosque a la vez que escuchaba lobos aullar.

William, por su lado, intentaba visualizar a Kadosh o la Esfera de la Bondad, pero, por el momento, no encontraba nada. El Híbrido bufaba desesperado, separándose de su hermana, quien volvía a pedir perdón. 

– Ya te lo he dicho... No es tu culpa. Simplemente no quiere hacerse ver.

– ¿Qué podemos hacer? —Preguntó Charles, mirando a su alumno— Tenemos los chakram de plata, el arco de madera sagrada y la daga de doble filo. Pero no tenemos la localización de Kadosh, por lo que no podemos hacer uso de las primeras armas.

– Yo soy muy bueno con el arco. —Sentenció Zachary, mirando fijamente a su novio— Si quieres yo puedo usar ese arco para acabar con algunos de esos Leviatanes y demonios que están invadiendo la Tierra.

– Ya has oído a los Guardianes del Equilibrio, Zack. —Dijo Francis, cruzándose de brazos— Solo ellos o el dueño de la arma pueden usarlas... Morirías intentando dominar ese arco.

– No podemos quedarnos sin hacer nada... —Comentó Ashton, quitándose la camiseta— Voy a ir al bosque a por los hombres lobo. —Y dicho eso, el profesor se transformó.

– Voy contigo. —Sentenciaron los superhumanos y el ángel, al unísono— Buena suerte, chicos.

Ashton, Francis, Zachary y Charles desaparecieron de la vista de los demás una vez atravesaron la primera línea de árboles del bosque frente a Lexington Academy. William cerró los ojos, intentando concentrarse en Kadosh de nuevo.

Elizabeth sujetó las manos de su hermano, cerrando los ojos y pronunciando palabras en latín que no sabía ni lo que significaban. Pero no aparecía ninguna imagen. William, por su lado, se percató de algo. Era una pequeña inferencia en el aire. Como si alguien tuviera miedo. Como si alguien estuviera paralizado por el miedo.

La imagen se volvió nítida. Pero, en vez de mostrar el paradero de Kadosh o la Esfera de la Bondad, lo que William estaba viendo era una escena donde salía Aiden. Y, entonces, entendió lo que ocurría. William era el culpable de que no consiguieran localizar al cuarto Jerarca. Cuando el muchacho se dio cuenta del caos que sucedía en todo el mundo, supo que en Lexington estaría sucediendo algo parecido. Y, entonces, no pudo dejar de pensar en Aiden y en si estaría a salvo.

Al ver la escena, William y Elizabeth abrieron los ojos, dejando escapar una palabra que llamaría la atención de Mike.

– Aiden.

Tras La Puerta Del Infierno [Remastered]Where stories live. Discover now