Capítulo 35.

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En Lexington Academy, las cosas no iban mejor. Las Almas habían desaparecido. Los bloqueadores se habían desactivado. La academia se había quedado sin seguridad. Algunos alumnos comenzaron a abandonar el edificio, al salir de sus dormitorios y ver el caos del exterior.

Todos ellos aseguraban que ya no tenían que vivir escondidos. Que ahora el mundo pertenecía a las criaturas sobrenaturales. Que eran libres. Ninguno sabía que, al ritmo al que sucedían las cosas, pronto solo vivirían ellos en el mundo.

– Esto es malo... —Comentó Duke, mirando como los hombres lobo corrían transformados por el bosque.

– Muy malo... —Continuó Olivia, viendo como los vampiros se alejaban por el horizonte.

– ¿Qué he hecho? —Preguntó William, observando todo el caos.

Una luz blanca apareció en el centro del patio, haciendo que todos los muchachos miraran hacia el foco de luz. De él, aparecieron los siete arcángeles.

– William Morrison. —Sentenció el que parecía más joven de todos— Venimos para encerrarte en la prisión del cielo por haber iniciado el fin del mundo.

– ¿¡Qué!? —Exclamó Elizabeth, abrazando a su hermano— ¡No pueden llevárselo! ¡Es mi hermano! ¡Lo necesito! ¡No pueden quitármelo!

– Tu hermano ha iniciado el Apocalipsis. —Siguió hablando el mismo arcángel— Y será castigado por ello. Lo único que podéis hacer es esperar vuestra muerte y uniros a los humanos, o uniros a los supernaturales.

William hizo aparecer la daga de doble filo y apuntó al chico que hablaba. El arcángel a su lado dio un paso, mostrando una gran espada de fuego.

– Rafael, no. —Sentenció Gabriel, mirando a su hermano.

- Pero, Gabriel... —Dijo el arcángel armado, mirando al mayor— Está apuntando a Uriel con la daga... —Gabriel miró fijamente a su hermano, haciendo que éste volviera a la fila.

– No te esfuerces, William. —Comentó Gabriel, girando la cabeza para mirar al Híbrido— Si nos matas, acabarás también con el orden del cielo. Y entonces será Padre quien te castigue.

– ¿No crees que me ha castigado suficiente? Puedo solucionar esto... No es la primera vez que los vencemos. Déjame unirme a los Guardianes del Equilibrio. Al fin de cuentas, soy uno de ellos.

– Shira y Aaron han sido destruidos por Seúl. ¿Por qué crees que uniéndote a Caleb y Evan vas a ser capaz de derrotar a los Cuatro Jerarcas? Se necesitaron las fuerzas de cinco Guardianes y el quinto se tuvo que sacrificar para vencer la Oscuridad. Vosotros solo sois tres.

– Pero, ahora, tenemos seis de las siete primeras armas. —Sentenció Caleb, apareciendo en el patio con las armas en las manos.

– Y porque tenemos dos Híbridos, no uno. —Sentenció Evan, mirando a Elizabeth— La hermana de William tiene su misma naturaleza. —A William le pareció ver una sonrisa en el rostro de Gabriel.

– Como queráis. —Sentenció el arcángel, haciendo aparecer el foco de luz— El destino de la Humanidad está en vuestras manos. —Y dicho eso, los arcángeles desaparecieron de allí, dejando a todos sin palabras.

– ¿Soy cómo tú, William? —Preguntó Elizabeth, cortando aquel incómodo silencio.

– Eso parece, enana... Eso parece.

Beau cerraba las puertas de Lexington Academy. La academia cerraba sus puertas, dejando en su lugar un recinto completamente vacío. Los profesores se miraron entre ellos, tratando de pensar qué hacer. William despertaba los poderes de su hermana, haciendo aparecer dos grandes alas blancas en la espalda de la niña.

– Estás preciosa, Lizzie... —Le dijo Mike, besándola en los labios— Te quiero.

– Yo... Yo también...

– ¿Cuál es el plan? —Preguntó William, acercándose a su Ángel Guardián.

– Por primera vez en todo este tiempo, Will... No tengo ni idea.

– Lo que debemos hacer es evitar que los cuatro Jerarcas obtengan todo su poder. —Sentenció Evan, levantándose del suelo.

– ¿Perdón? —Preguntó Duke— ¿Todo su poder?

– Cuando encerramos a los cuatro Jerarcas por primera vez, tuvimos que quitarles poder para dormirlos el resto de la eternidad. —Explicó Caleb— Y para ello, le pedimos a Padre que creara cuatro receptáculos en los que poder guardar los poderes de los cuatro Jerarcas.

– La Copa de la Belleza, El Colgante de la Virtud, El Espejo de la Verdad y La Esfera de la Bondad. —Sentenció Karen, mirando a su marido.

– Exacto. —Sentenció Evan, sonriendo— Padre decidió esconder los cuatro recipientes en cuatro puntos casi inaccesibles del mundo creado, es decir, la Tierra

– Pensé que eran una leyenda... —Comentó Beau— Pensé que no existían...

– Yo era una leyenda y mírame. —Sentenció William, cruzándose de brazos— ¿Y dónde están esos receptáculos?

– Ese es el problema. Padre nunca nos lo confesó. Supongo que supo que Shira y Aaron nos traicionarían tarde o temprano.

– Aunque según nos dijo... El Híbrido es capaz de verlos, si así lo desea.

– Dejadme intentarlo.

William se sentó en el suelo y cerró los ojos, cruzando sus dedos frente su pecho. Se concentró y comenzó a recitar unas palabras en latín.

– Veo algo... Pero es muy débil... —Sintió las manos de Elizabeth sobre las suyas.

– ¿Cómo lo hago? —Preguntó, sentándose frente a su hermano.

– Liz... —Musitó el Híbrido, sonriendo— Cierra los ojos, piensa en los receptáculos y repite mis palabras.

– Yo... No sé latín...

– Te saldrá solo. —Sentenció Raven, desde detrás de la pequeña— Es lo que tiene ser bruja.

Ambos muchachos recitaron el conjuro de localización. Y una imagen de una tormenta de nieve apareció en sus mentes. Siguieron recitando el conjuro hasta que supieron dónde se encontraba el Espejo de la Verdad.

– Sabemos dónde está el Espejo de la Verdad. –Sentenció Elizabeth, mirando a los demás.

– Pero tenemos un problema... —Dijo William, levantándose del suelo— Saúl también lo sabe. Y va de camino a ella.

– ¿Y los otros tres? —Preguntó Duke.

– No localizamos a Kadosh. Pero Ajiel y Zebulón van con su hermano.

– Localizar al hermano pequeño. —Sentenció Evan, al acabar de reparar la lanza y el hacha— Nosotros iremos a por los tres Jerarcas.

– Yo voy con vosotros. —Sentenció Katia, colocándose al lado de Caleb.

– ¿¡Qué dices!? —Exclamó Olivia, sujetándola del brazo— ¿¡Estás loca!?

– No voy a quedarme de brazos cruzados, Liv...

– Yo voy contigo, entonces.

– No voy a dejaros solas a ninguna de las dos, chicas. –Sentenció el cambiaformas, cogiendo la primera arma— Usaré esto si es necesario.

– Podrías morir si utilizas esto sin ser Caín o un Guardián del Equilibrio. Estas armas son... Demasiado poderosas.

– Pues habré muerto llevándome a uno de esos conmigo.

– Saúl, Ajiel y Zebulón se encuentran en el Everest. —Sentenció William, agarrando la mano de su hermana— Trataré de encontrar la esfera o al propio Kadosh.

– Entendido. Suerte. —Y dicho eso, Duke, Olivia, Katia, Caleb y Evan se teletransportaron.

Tras La Puerta Del Infierno [Remastered]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt