Capítulo 5: Hakira, muerte a la esperanza

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Algo empieza a emanar desde el interior del 'pequeño héroe', algo como el aliento helado en época de invierno, pero de un color tan oscuro como el pensamiento de suicidio. Algo así como cuando el malvado Majin Boo sale del interior del Boo bueno, echando humo e infringiendo temor. Pero a diferencia de los Boos, no se separan para separar el odio de la bondad, si no para contaminar el alma de aquel que guarda una pizca de esperanza en el amor.

Julian abre los ojos rápidamente, ojos que había estado cerrando con fuerza para ver si así detenía sus lágrimas de decepción para ver  si así, cuando los abra, vea otra realidad; una con amor. Una gran túnica se formó al costado de su cama, una túnica negra como el de la muerte, una que llegaba a cubrir los pies descalzos de este nuevo ser. Pecho ancho por las almas condenadas a la oscuridad de su corazón. Manos grandes con dedos largos terminando en uñas afiladas para extirpar cualquier sentimiento de amor que pudiera sentir el corazón. Piel rojiza oscura. Alas infernales negras como las del cuervo, del tamaño necesario para abrazar el alma de cualquiera y llenarlo de rencor. Finalmente, sus ojos cuya mirada es prohibida para aquellos humanos que no deseen ser atrapados por la intensidad de aquella oscuridad que sus ojos proyectaban. Unos ojos tan fríos y crueles que pareciera como si con ellos pudiera observar y juzgar el alma de aquel que con temor conoce. 

- Quién eres tú?

Se reincorpora con temor aquel pequeño decepcionado por todo lo que había visto esa noche; por un lado, el cuchillo en las manos de su madre, y por otro a su padre asustado. Ésto sin contar con lo escuchado. 

- Hakira

Dice este nuevo ser, con una voz demasiado fría y seca. Hakira, demonio de odio, cuyo nombre es pronunciado con la 'h' aspirada, con mayor fuerza de voz en 'ha', e 'i' apenas pronunciada. 

- Bienvenido a la vida que hemos preparado para ti. Bienvenido a la oscuridad en la que vivirás. No sentirás amor, no sentirás temor mas que a nosotros y a los que conocerás. Naciste para ser grande y hacer cosas grandiosas que muchos no entenderán, pero no sentirás mayor orgullo porque todo lo harás con odio, porque todo lo harás para demostrarle al mundo que, a partir de ahora, son seres inferiores a ti. Y es que tú no perteneces a este mundo, tú naciste para volver a tu mundo — finaliza éste postrando su inmunda mirada sobre el corazón de Julian.

Julian siente miedo y no entiende lo que está pasando, sólo desea que sus padres vengan y lo abracen para rescatarlo de lo que en frente de él estaba.

- ¿Crees que ellos te rescatarían? ¿Crees que ellos vendrían a salvar a quien ellos mismos condenaron al infierno terrenal? —Hakira susurra en el oído de Julian como si pudiera escuchar lo que éste está pensando— Mírate y míralos a ellos durante esta noche. No te quisieron antes y no te quieren ahora. Uno te usa para que el otro no se vaya, y el otro sólo para no ser lastimado. ¿De verdad crees que te protegerían? ¿De verdad crees que ellos te aman? ¡Ja! Pobre humano —finalizó el inmundo ocasionando un 'despertar' en la conciencia de Julian. Estaba todo claro para el pequeño; no merece amor, nunca lo tuvo y nunca lo tendrá.

- ¡Todo cambiará! —gritó el pequeño lleno ya de odio—. Formaré mi familia y to...

- ¿Qué clase de familia crees que puedes formar si nunca creciste en una real? ¿Qué clase de amor paternal puedes dar tú, si nunca recibiste tal cosa? —interrumpe Hakira al pequeño a quien con lágrimas de ira, odio y desesperanza abraza en su memoria aquellos recuerdos tan hermosos que aún se niega a dejar en el pasado, cuando era feliz antes de llegar a 'casa'. Sin embargo, el odio es un sentimiento, quizá para muchos, más fuerte que el amor, capaz de acabar con cualquier sentimiento de esperanza; y así fue. 



Los meses pasaron y ahora él tiene 8 años. El otoño recién había llegado, y como hojas que caen, esa noche cayó la esperanza. Julian se encuentra detrás de la puerta de la habitación de su padre. Ya pasaba la media noche, y él aun está despierto. Está de guardia, está a la espera que esa puerta se abra para dar ingreso a aquella mujer que ahora desconoce. Sus protectores habían iniciado una batalla horas antes. Él, ahora más grande y más seguro, se había interpuesto entre ellos. Vio cómo se sujetaban tratando uno de safarse del otro, y el otro tratando de hacerle daño. Hubieron objetos volando, varios de ellos golpeando al pobre Julian. Palabras que por primera vez escuchaba. Miradas que aquel día aprendió. Cada golpe era un disparo al amor, cada palabra era un cuchillo atravesando a su concepto de familia, cada mirada era muerte a la esperanza, y cada lágrima era un grito de odio para que todo terminara. Pero aún no acabaría, pues ahora se encuentra detrás de la puerta, esperando por ella, esperando por aquella mujer que prometió muerte aquella noche, esperando que ingrese con el cuchillo que alguna vez él vio en las manos de ésta. Con el cuchillo que por varias noches ha soñado, no en el pecho de su padre, si no en el de él atravesado por su propia mano, pues después de tantas luchas ya está considerando una idea que hace semanas se ha asomado en su pequeña cabeza como se asoma el antojo de una copa de vino en una velada bajo la luna llena; Suicidio, el cual luce tan dulce ahora sin saber que es muy costosa. Sin embargo, aquella noche tampoco pasó, aquella noche ellatampoco ingresó. Y él volvió a reposar su cabeza sobre una almohada ajena, almohada que no podía humedecer pues nadie debía saber que esto le afectaba en todo. Nadie debía saber que él los odiaba por todo.

- ¿Sería cobarde si me matara para escapar de esto que siento? —Preguntaba aquel pequeño, quien ya no podía soportar tener aquellos sentimientos que destrozaban su alma en mil pedacitos, como pirañas al devorar su presa—. Es horrible esto que siento.

- No, no es de cobardes hacerlo. Hay que tener demasiado valor para dejar de enfrentarte a tus demonios internos, para enfrentar a los verdaderos, porque eso harás cuando te decidas; enfrentarte al verdadero infierno —Hakira contestó con ese brillo oscuro en sus ojos. Sin haber hecho mucho esfuerzo, ya había conquistado el pequeño corazón de Julian. Sin embargo, él no contaba con que Julian aun no deseaba partir, pues muy en el fondo aún tenía aquella esperanza de ser feliz.

- ¿Hay alguna manera de evitarlo?

- ¡No! no hay manera de evitarlo, porque cuando lo hagas no habrá otro lugar a donde ir; sólo a donde siempre perteneciste, ¡Aquí!

- Recuerdo cómo veía el mundo para entonces —Julian, regresando de sus recuerdos, levanta la mirada para postrarla sobre Hakira—. Todo era caminar hacia la puerta de mi habitación y salir en la oscuridad camino a la cocina, cuyo pasadizo era como un largo túnel humedecido por las lágrimas, oscuro como el momento justo antes de despertar de una pesadilla, pero con una luz tenue que se enciende y apaga rápidamente como una esperanza de vida, esperanza de amor. Caminar por ese túnel era ir viendo en cada cuadro de recuerdo, lo que estaba viviendo, lo que estaba sintiendo. Cada paso era una lágrima descontrolada, que sólo ocasionaba aumentar el deseo de acabar con ese sufrimiento. Varias noches recorrí ese túnel hacia la cocina para tomar en mis entonces pequeñas manos aquel cuchillo que en algún momento estuvo en las de mi madre. Varias noche me lo puse en el pecho queriendo cortar con el odio que tenía dentro. Pero no podía. Nunca pude. Era demasiado cobarde para partir; o eso creía. Pero siempre antes de empuñar lo que creía que me salvaría de ese dolor, escuchaba una pequeña voz, un 'te quiero' y recordaba ese beso y ese abrazo del ser que amaba; mi nana. Era todo lo que necesitaba para saber que aun era amado por alguien más. Tenía que aferrarme a ese amor, él único que podría salvarme. 

...

'...porque cuando la conozcas, no desearás escapar de su cama, mas quedarte, conocerla, cuidarla, amarla.'

Julian G.A.

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