Capítulo 10: Frías, Un nuevo abandono.

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- ¿Entonces desde entonces has estado solo? —pregunta Lyam.

- Nunca he estado completamente solo. Mi nana y la luna siempre han estado conmigo, o al menos hasta ese día —Julian apaga el segundo cigarro. Va al baño. Se lava las manos. En realidad odia el olor a cigarro, pero le ayuda a calmarse, a pensar, a meditar. No es adicto al cigarro aun; sin embargo, ya lleva mucho tiempo en él. Total, a nadie le molesta, está solo como lo últimos años de su vida desde que Isabella se fue.

- ¿Entonces qué pasó aquella tarde en la que desapareciste, incluso de nosotros mismos?

Julian muestra ahora un rostro serio, y sus ojos vuelven a oscurecerse como al inicio de esta larga conversación. Se siente su corazón frío y su tono de voz cambia. Se nota ira en él. Se pone de pie y lanza un suspiro hondo. Se dirige a su segundo piso a contemplar la luna. Les pide a sus demonios que lo acompañen, seguirá su historia arriba, mirando a la luna, quien ha estado con él desde que tiene uso de razón, y quien hasta el día de hoy no lo ha abandonado.

La luna parece estar enorme y rojiza, o quizá sólo sea el reflejo del recuerdo que Julian tiene de aquel día en que sintió que, una vez más, lo había perdido todo. Mira la luna y recuerda sus 14 años en que volvía a mirar la luna de la misma manera que lo hacía a los 6, buscando una salida, levantando las manos para ver si podía alcanzarla, pidiendo con gritos provenientes de lo más profundo de su alma, o lo que entonces podía llamarse 'alma', que todo acabe, que sólo sea un maldito sueño del cual no demorara en despertar. Pero nunca acabó, y nunca lo haría.

- ¿Por qué tienes que irte? —Se escucha una voz gritando en el interior de Julian. Recuerdos de aquella noche en la que se enteró que su nana partiría. Ella tiene que dejar la ciudad. No hay trabajo para ella, para una ingeniero agrónomo la situación es difícil en provincias.

- Tengo que ir a trabajar allá para poder ayudar con los gastos de la casa, y darte educación —Dice ella tranquilamente, pero su mirada refleja dolor al dejar a su pequeño aquí. Ella sabe lo que significa para él, pero en la vida hay sacrificios que se tienen que hacer en aras de una mejora económica.

- No te vayas, no me dejes solito con ellos. ¡Ellos son malos! ¡llévame contigo! —suplicaba aquel ya no tan pequeño con lágrimas en los ojos. Parte de su vida anunciaba su partida. La persona que se encargaba de darle el amor que sus padres en un momento se negaron a darle se alejaría. Su compañera de sin número de conversaciones, de sin fin de risas y bailes, de paseos lejanos, y sorpresas a montón lo abandonaría en busca de algo mejor. Pero, ¿cómo el dejar a un pequeño con personas que no lo aman sería lo mejor? A veces el razonamiento de los humanos es tan erróneo, tan equívoco, pero así aprenden, aprenden cuando ven su error.

Cuando ella partió, se llevó todo. No más conversaciones, no más viajes, no más paseos, no más bailes, porque todo ello le recordaba cuando alguna vez era feliz. Lo único que podía hacerlo feliz. ¿Es duro, no? Quizá para muchos sólo sea una historia más, pero recién empezaba todo, porque casi al mismo tiempo llegó el odio por quien luego se convertiría en su mejor aliada, la noche. La noche, testigo de su maldición de niño, y cómplice cuando creció. 

Cuando finalmente dejó de llorar regresó a "casa" con los que no sabían nada de él. No sabían de aquellas voces, ni de aquellos demonios que habían destruido sus manos, que le habían quitado la visión y que le habían dado el don del placer. Ni si quiera el esfuerzo de conocerlo. Aunque hay que aceptarlo, lo intentaron; sin embargo, él enduró lo que hasta entonces llamaba corazón para no sentir ese vacío que ella dejó. Había nacido un nuevo Julian, una persona que ya no era capaz de sentir amor, ni odio, ni ira. Sin embargo ya contaba con un nuevo amigo con el que conversaba cada noche antes de dormir; Frías.

Frías, llamado el demonio de tristeza, usaba su polo de tela azul para secar las lágrimas nocturnas del pequeño Julian, mientras él le contaba cuánto extrañaba aquellos momentos en los que podía escapar de su miserable vida. 

- ¿Por qué todos se van? ¿Tan asqueroso soy para que nadie quiera quedarse conmigo? Aquí viene de nuevo. Aquí vienen ellos dos —Julian está en 'casa' en la que su infierno nocturna es pan de cada día. Él ya está acostumbrado a ello, y ya sabe lo que tiene que hacer, luchar con odio. 

Con el tiempo ambos se hicieron muy buenos amigos a tal punto de acostumbrarse a sentirse de esa manera; triste. Se sumergió más en el mundo que hasta entonces le había preparado. Recibió amor a su estilo, pero no era lo que él quería. No más caricias, no más besos en la mejilla, no más 'te quiero' ni más 'cálmate' cuando uno de los 7 deseaba salir. Su nana ya no estaba, su corazón ya no estaba.

...

Si le preguntases a aquel niño '¿qué significa la noche?' te respondería que es ver a su "protectora" con un cuchillo en la mano, a la espera de cumplir su cometido. Es estar tras la puerta, para que ella no pasara. Es contemplar la luna, recordando que alguna vez sí fue feliz.... Y para ti, ¿qué significa la noche?"

Julian G.A.

Cartas nocturnasWhere stories live. Discover now