¿Cenamos?

683 49 10
                                    

Irene, tan pronto al entrar a su apartamento, lo percibió. Algo estaba mal, ¿Qué sería? Metió su mano a su bolso y a través de un pequeño compartimiento secreto, tomo un revólver. Apuntando con cierta facilidad y cuidado, movió sus ojos hacia el oscuro corredor. La sala de estar está vacía, pudo observar la taza de café sobre la mesa, tal y como lo había dejado esta mañana. Continuó por la cocina que se mantenía oscura y silenciosa, solo la nevera hacia su tal usual ruido. Prosiguió por aquel pasillo entrando al cuarto de baño ahí Irene pudo sentir como un frio y débil aire, proveniente de la ventana, tocaba su rostro. Alguien había abierto la ventana.

Alzó de nuevo su revólver removiendo el seguro y observaba por el rabillo de su ojo.

— Sé que hay alguien aquí, será mejor que te muestres de inmediato —dijo en un tono frio, potente y nítido. Era su acento londinense, el cual no había usado en meses. Ella sintió una especie de angustia ante ello. Más bien nostalgia y era ridículo sentirlo.

Continuó cuidadosamente por el pasillo hasta llegar a su dormitorio. La puerta estaba entre abierta y pudo mirar como el edredón estaba arrugado. Ahí confirmo sus sospechas de que alguien había estado aquí en su departamento y desde que se retiró esta mañana. Se acercó a su cama, viendo con más claridad, como alguien había tomado una siesta en ella. Con cuidado tomo la almohada y pudo sentir que la funda estaba algo húmeda percibiendo el olor de su champú.

— Debo dar honor, a quien honor merece —una voz profunda resonó a sus espaldas—. Este sería el último lugar donde me hubiera imaginado encontrarte.

Irene se dio la media vuelta, casi dejando caer su pistola. Ella pudo sentir como su corazón latía lleno de sorpresa, alegría y miedo. Todos esos sentimientos corriendo a través de ella sin parar. Él estaba parado detrás de la puerta, siendo portador de una figura alta con el rostro medio escondido en la penumbra. El corazón de Irene se contrajo.

« ¡Él está vivo! ¡Él está aquí, él está aquí! ... Pero Irene, recuerda, él es uno de los hombres más peligrosos que has conocido. No te olvides de eso. »

Irene paso saliva con dificultad y movió su cabeza con aire despreocupado. Ahora ella era la Irene de Londres, la Irene que lucía sus Louboutins, su lápiz labial rojo como el fuego y con su carácter frío como el hielo.

— Señor Holmes, esto es... Inesperado.

— ¿Lo es? —Cuestionó Sherlock mientras daba unos pasos fuera de las sombras, su cara afilada se regocijaba de alivio por la tenue luz proveniente de la puerta. Irene le observo lucia más delgado a la última vez que lo miro, los ángulos de su cara parecían ser positivamente dolorosos, y su voz sonaba ronca— ¿Acaso no ve las noticias, señorita Adler?

— Las noticias dicen que usted murió —indicó Irene.

— Y usted sabe, lo talentoso que soy para arreglármelas por esas pequeñeces — dijo Sherlock con cierta pretensión, acerco sus labios hacia el rostro de ella y le sonrió— Baja el arma, Irene.

Ella bajo el arma pero solo una fracción.

— Primero dime, ¿Qué haces aquí?

Los ojos de Sherlock brillaron en la oscuridad.

— Necesito tu ayuda.

— ¿Qué tipo de ayuda?

Sherlock comenzó a observar toda la habitación. Sus ojos se movían con rapidez, tratando de poner sus ideas en orden. Había mucho que decirle pero en ello Irene movió su revolver a su otra mano. Ahí supo que tenía que hablar con claridad.

— Primero, necesito un lugar donde quedarme. Por un par de días. El sueño se cobra muy enserio su cuota.

— ¿Por eso te adueñaste de mi cama? —cuestionó divertida.

Dinning with Frogs.  {Traducción}Where stories live. Discover now