¿Quieres Oír Acerca del Trato?

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Parecía como si una imprenta se hubiera establecido en su apartamento. Sherlock Holmes se encontraba sentado, con las piernas cruzadas, sobre su mesita para el café, ¿Por qué en su mesita para el café? Cuando hay un sofá y dos sillones a elegir. Rodeado sobre paquetes de papel, documentos, con tinta fresca, apilados en montones casi queriéndose desbordar por el suelo, Sherlock Holmes solo había pasado un día aquí y, su anónimo y limpio apartamento estaba empezando a lucir como un vertedero. John Watson debía ser el hombre más paciente del planeta. 

— Ella es una adicta al juego —soltó de golpe el detective.

— ¿Perdón?

— La señorita Miliver. Es a donde va cada vez que te deja a cargo, a un corredor de apuestas en Brigadier Street.

¡Oh! Irene debió haber sabido que Sherlock indagaría en su nueva vida.

— ¿Me seguiste al trabajo?

Sherlock lanzó una mirada despectiva.

— ¡Por favor! Tengo cosas importantes en las que concentrarme, aunque empezaría a buscar un nuevo trabajo, si fuera tú. Si la señora M continua así perderá su negocio. Es solo cuestión de tiempo, todos los adictos caen en eso.

— Tú debes de saberlo perfectamente —dijo Irene dulcemente, mientras pasaba con cautela hacia su cocina. Vino, pensó ella al llegar, un gran vaso de vino—. ¿Cómo supiste eso sobre la señorita Miliver?

— Bolsas. En tu armario —respondió devolviendo la mirada a la pila de papeles, pasando sus dedos sobre los titulares de algunos de ellos—. Varios con el logotipo de la tienda. No es un trabajo profesional para ser un negocio pequeño. Son demasiados para ver reflejado sus hábitos de compras, y la tienda de Miliver, no es claramente, el tipo de establecimiento que patrocinarías voluntariamente. Por lo tanto, el lugar de trabajo, muy liberalmente a juzgar por el número de regalos que has traído a casa. Ella se dedica a robar. No necesita robar, lo haces porque está sola, aburrida, y porque puede. Conclusión: su jefa es más que habitualmente incompetente. Un individuo tan malvado nunca hubiera podido iniciar su propio negocio desde cero, por lo tanto su estupidez es un desarrollo reciente, resultado de un desorden emocional, una mala salud o una adicción recién adquirida. Sabrías si era de las primeras, por lo tanto ella es adicta, y el juego es la candidata más probable, a su edad.

— Una opinión algo larga.

— Checa su historial de internet. Veras que estoy en lo correcto. Y te aceptó una taza de té, si es que está haciendo el té.

Claramente Irene no estaba haciendo té, y ni tenía intenciones de hacerlo. Como sus sofás se encontraban fuera de servicio, Irene tomó asiento en el comedor, le dio un sorbo a su vino y observó a Sherlock con todo ese montón de papeles, con su frente fruncida y sus ojos moviéndose de un lado para el otro. Durante esos momentos ella se sentía como una naturalista, observando a una especie rara en su habitad natural. Aunque honestamente él se veía como una criatura de otro planeta, de alguna manera logrando ser completamente diferente, y sin embargo apasionadamente absorbido en todo. Ella no puede dejar de preguntarse cómo sería en el dormitorio. ¿Sería aplicable ese mismo enfoque implacable, esa determinación totalmente despiadada a cualquier individuo desventurado que cayera con él? ¿O estaría nervioso e inseguro, aventurándose en una arena tan lejana de su área de experiencia, capaz de desbloquear tanta emoción inconveniente, tanto sentimiento? Recordó la quietud que le invadió cuando Irene lo tocó, la confusión cuidadosamente velada. Jim Moriarty lo había llamado virgen, pero entonces el querido Jim era bastante propenso a la exageración.

— Realmente tienes una obsesión con el sexo ¿verdad? —Sherlock dijo, sin levantar la vista de los papeles que tenía frente a él. Irene no preguntó cómo sabía lo que estaba pensando.

— Era mi trabajo, sabes, tal vez debes haber notado, viviendo con John, que cuando un médico conoce a una nueva persona, él comenzará a tratar de diagnosticar todas sus enfermedades. Probablemente comience a tratar de averiguar qué crímenes han cometido. Me gusta imaginar lo que la gente quiere. 

— Qué habilidad tan valiosa —Él se burló.

—Te sorprendería la frecuencia con la que ayuda —Irene dice con suavidad—. Por cierto, he estado pensando en tu oferta. 

Sherlock rodó sus ojos para luego explorar su rostro intensamente.

— ¿Y has decidido aceptarlo?

— Sí, lo he hecho pero bajo ciertas condiciones.

Sherlock se desplaza ligeramente sobre la mesita de café, apoyando los codos en los muslos, sus dedos largos los apretó bajo su barbilla.

— Te escuchó.

— En primer lugar, me explicarás en detalle cómo piensas hacerme volver a la vida, no voy a hacer nada a menos que crea que funcionará. 

Sherlock afirmó con la cabeza.

— Obvio.

— En segundo lugar, necesitaré protección, no voy a entrar en esto como una ciega, y no voy a estar sola, tú vas a estar conmigo en cada paso del camino.

— Bueno yo...

— Cada paso. Necesito saber que puedo confiar en ti, Sherlock, no mentiras, no errores de comunicación, no actos de desaparición, nada. Si hago clic en mis dedos, vas a salir bien corriendo conmigo ¿Me entiendes?

— Eso creo —Lo dice con desdén.

No lo suficientemente bien, Irene se detiene, y mira duramente a Sherlock con su traje crujiente, y con los ojos fríos, y su intranquila postura infantil. ¿Cómo podría estar realmente segura de él? Y de repente, de la nada, una idea golpea su mente, haciéndola casi reír.

— ¿De qué te ríes? —Sherlock pregunta frunciendo el ceño.

— ¿Le gustan los cuentos de hadas, señor Holmes?

El rostro de Sherlock se endurece muy ligeramente.

— No puedo decir que soy un gran fan.

— Recuerdo una historia que solía leer en la escuela, era mi favorita, una princesa y una rana, ¿La ha escuchado?

— Probablemente lo eliminé ¿Es esto relevante?

Irene extiende una sonrisa lenta y depredadora.

— Nuevos términos para el acuerdo. Mientras estoy lidiando con la gente de Moriarty, usted se reunirá conmigo todos los días.

— Pero...

Todos los días, cenarás conmigo.

Sherlock frunce el ceño ante eso, pero luego se encoge de hombros

— Si debo hacerlo....

— Y después de cenar, dormirás en mi cama.

Los labios de Sherlock se separan involuntariamente. Su rostro realmente tiene una bella imagen, una cara pálida, ojos anchos, tensa como un conejo cazado. Irene se ríe. Sherlock frunce el ceño, repentinamente furioso.

— ¿Crees que esto es una broma Irene? Estoy... estoy muerto y estás usando esto como una oportunidad para ¿Qué, seducirme?

— Nunca dije nada de sexo, señor Holmes —Irene alzó las cejas—. Todo lo que necesito es que pases unas cuantas noches durmiendo junto a mí, compartiendo un colchón, eso es todo.
Sherlock la mira con la boca abierta.

— ¿Por qué?

— Eres un gran detective —Irene le dispara una mirada puntiaguda desde debajo de sus pestañas— ¿Por qué no lo averiguas?

Sherlock se muestra escéptico.

— Esto es ridículo.

Irene se encoge de hombros.

— Esos son mis términos, tómalos o déjalos.

Sherlock respiró por la nariz, pesadamente.

— Bien ¿Algo más?

Irene repaso mentalmente para luego sonríe. Se había olvidado de la parte más importante.
  
— Sólo una cosa más, un beso.

— ¿Un beso?

— Sí, señor Holmes, un beso. No creo que te mueras por uno.

— No puedo imaginar lo que esperas ganar con esto.

— Lo que espero, señor Holmes, es divertirme, mientras dure este juego bastante peligroso, llámelo como un ejercicio de curiosidad profesional.

— Dudo mucho que eso te ayude —Sherlock se burló—. Muy bien, ¿Quieres que lo haga ahora? —dijo con aparente indiferencia, poniéndose de pie.

— Ahora no —Irene dice a la ligera—. Te lo diré cuándo sea el momento.
Sherlock levanta las cejas.

— Bien, ¿tenemos un trato entonces?

— Tenemos un trato. Irene responde estando de acuerdo.

Sherlock asiente una vez, sus hombros se relajan ligeramente, y se sienta de nuevo entre sus papeles.

— Empezaremos mañana entonces, todavía podría aceptar ese té, por cierto —Dice, inclinándose sobre una hoja de noticias. Irene pone los ojos en blanco y remata la copa de vino. Ella no obvio no puso la tetera.


Dinning with Frogs.  {Traducción}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora