Mascaras

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A Irene siempre le habían disgustado los museos. La presencia de todos esos objetos encerrados, sin vida, las blancas paredes sin fin, el silencio de los visitantes, el aire estancado. Todo eso la hacía sentirse sofocada, haciendo que su piel se erizará con sus nervios a flor de piel.

Ella quería causar algún tipo de estrago, con tal de romper el silencio, gritando, corriendo alrededor, rompiendo algo... Lo que fuera necesario. Ella necesitaba comportarse mal, a como fuera.

«No es tiempo para ello. Concéntrate Irene.»

Irene caminaba a través de la entrada principal deteniéndose, para tomar la guía destinada a los turistas y hojearle. Cuidadosamente se dirigió hacia, la recién, abierta cafetería frente a ella. Sus instrucciones, recibidas a través de un mensaje de texto una hora antes, fueron breves: El Café del museo Británico. Lo más pronto posible.

Probablemente, la famosa Fiona había decidido conocerle ahí. En una inquietante y resonante habitación, encima ahí había un balcón, fácil para esconder a un tirador. Pero era un lugar muy público para poder ejecutar un asesinato, ¿Verdad? Irene respiró profundamente para calmar los acelerados latidos de su corazón. Mira a tu alrededor. Observa.

Era fin de semana, así que había bastante gente en el café. Una pareja de origen japonés con su bebé en carriola. Un par de señoras platicando y un chico dibujando. Irene se inclinó hacia atrás, como si de un cocodrilo de juegos infantiles se tratará, observando si ellos estaban disfrutando como Irene lo hacía. ¿Por qué todos los lugares de reunión tenían que ser un jodido museo?

— Señorita Adler ¿Supongo? —una voz clara resonó detrás de ella. Irene volteó para confrontarse ante un par de bellos ojos verdes.

Una mujer alta, más joven de lo que Irene imagino, vistiendo un indescriptible (u horrible) traje marrón, y un cabello recogido en bollo color gris.

— Usted debe ser Fiona.

— Así es ¿Tomamos asiento? —la mujer apunto al área de las mesas o Irene cabeceó siguiéndole.

— ¿Algo de tomar?

Irene ordenó un cappuccino y Fiona pago por el junto a un agua mineral para ella. Irene la observa curiosamente. Si Sherlock hubiese estado aquí ya hubiera deducido un millar de cosas, con tan solo mirarle sus ropas y las migas sobre sus mangas. Irene, por otra parte, se halago así misma por ser buena, juzgando por su personalidad, sin la habilidad de deducir a una persona con una sola mirada.

Ella se movía bastante confiada, pero sin proyectar una presencia. Ella es el tipo de persona a la que se le da una mirada y se le olvida a uno. Tranquila, competente... ¿Aburrida? Irene sonrió para sí, ella trabajaba para Moriarty, probablemente no. Su traje era de marca, pero no era remotamente atractivo, fue casi diseñado para que ocultara su figura en vez de definirla. Cualquiera con un ojo por esos detalles podría inferir que hay un par de piernas, bastante impresionante, escondidas bajo esa falda sin forma.

— Bien —Fiona habló vertiendo su agua mineral en un vaso de plástico—. Has de estar buscando algo mejor que nuestra información —dijo sonriente.

— Sí, yo, bueno tuve que estar en pausa por un tiempo —respondió Irene al momento que tomaba su cappuccino. Muy caliente. Ella se esforzó en no hacer una mueca dolorosa.

— No es muy a menudo que alguien logré llamar nuestra atención —Fiona dice suavemente— ¿Te importa si preguntó cómo lo hiciste?

— Prefiero reservármelo —Irene contesta sonriente.

Fiona inclinó su cabeza.

— Bien —pausó—. Tú dijiste que tenías información para nosotros.

Dinning with Frogs.  {Traducción}Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt