Capítulo 2

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El rubio y la pelirroja se sentaron frente a mí, en el sofá doble. Se veían tan diferentes e igual al mismo tiempo.

-Esto será complicado... -dice el rubio.

-¿Por qué no empiezas desde el principio? -ofrece Amanda. El chico me mira con sus ojos azules fijos en los míos quitándome la respiración. Suspiro y vuelvo mi mirada hacia los ojos claros de Amanda.

-Se agota el tiempo... -le digo y ella me mira significativamente.

-Bien, empecemos entonces... -dice el rubio y suspira. -Mi nombre es Edgar. Fitzpatrick y nos conocemos de Wit... -comienza pero la voz de mamá lo interrumpe.

-¿Evangeline? -grita desde el segundo nivel. -Hija, necesito tu ayuda... -me levantó inmediatamente sintiéndome aliviada pero a la vez decepcionada de no poder escuchar lo que aquel muchacho tenía para decir.

-¡Ahora voy mamá! -grito y me vuelvo hacia mis invitados. -Deben irse. -cruzo la sala en dos zancadas y abro la puerta. Amanda me da una mirada asesina y se levanta rechinando los dientes. -Lamento que se tengan que ir tan pronto... -trato de suavizar mi asalto y sonrió lo más cálidamente posible, pero estoy segura que pareció una mueca.

-Siempre encontrando la manera de escapar... -es todo lo que recibo en respuesta de Amanda. -Adiós, Evangeline. -dice y sale de la casa directamente hacia su auto sin mirar atrás. Está enojada. Mucho.

-Adiós. -me susurra Edgar y su mirada desesperada es lo último que veo antes de cerrar la puerta.

-¿Quién era? -oigo a mamá desde la escalera.

-Sólo era Amanda... -respondo un poco desconcertada.

-Nunca la había visto marcharse tan pronto... -inquiere y llega a mi lado.

-Andaba con alguien, sólo vino a traerme los lentes de sol que se me quedaron en Mocha Java... -le miento, procurando no mirándola a los ojos mientras camino hacia la cocina.

Mamá no siguió insistiendo, cosa que agradecí ya que odiaba la idea de mentirle, pero después de todo no tenía explicación alguna para lo que acababa de pasar. ¿Un chico guapo y extranjero me siguió en el hospital hasta llegar a la inconsciencia y me resulto conocido aunque no sabía de donde y tampoco su nombre? No sonaba muy razonable para mí.

Por suerte, mamá sólo quería comer algo, así que nos pasamos el resto del día sentadas en el sillón comiendo pizza con refresco de cereza hasta que papá llego y nos sacó a cenar al restaurante italiano favorito de todos los tiempos.

Al día siguiente aún no había tenido noticia de Amanda, ningún mensaje, ninguna llamada perdida. Debía de estar en serio enojada. Y eso me hacía sentir... Culpable... Vacía...

Los chicos Wilkinson jugaban en su patio como todas las mañanas, mientras yo me sentaba sobre la hierba, que hacia picar mis muslos al descubierto. Como ya era usual, una brisa cálida de verano mecía las copas de los árboles y los pajarillos contaban una alegre canción.

Un pesado cuerpo cayó sobre mi espalda haciéndome rodar. Grite de la sorpresa y luego comencé a reír cuando sus largo dedos me hicieron cosquillas.

-¡Mikael, para ya! -grito entre risas. -¡Voy a explotar! -sus tortuosos dedos paran y me envuelven la cintura. La hierba ahora me pica en toda la pierna y parte de la espalda y los hombros al desnudo.

-Te extrañé ayer. -me dice al oído y besa mi mejilla. -Mucho. -me río otra vez aunque mi risa suena sin gracia. -¿Qué pasa? -me pregunta cuando se da cuenta.

-Creo que me pelee con Amanda... -le digo y bajo mi mirada hasta mis pálidas manos.

-¿Qué paso? -su voz pregunta con preocupación. ¿Debería contarle?

Perdida En Mis RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora