Capitulo 7

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-Evangeline. -me llama pero yo sigo caminando decidida y enojada, ignorando el ya vano quejido de mis músculos al ser estirados. - ¡Eva! - Mik me toma del brazo y me da media vuelta. - ¿Qué ha sido eso? - me exige y yo lo miro molesta.

-No pueden hacer eso. *No* *pueden*, Mik. Y no puedo darle una respuesta ahora mismo, no sabes lo ridiculo que suena todo esto. ¿Tengo magia pura en mi interior, tengo una recaída, aceptar su ayuda es la única manera de salir de aquí? Ahora no estoy segura de siquiera cual es mi nombre... - le suelto con exasperación y continuo mi marcha a través del pasillo hasta la que había sido mi habitación. Dentro la cama ya estaba hecha, mi destrozada ropa perfectamente doblada sobre la cama y mis botas esprando por mi junto a esta.

En la puerta sonaron dos golpes y la rubia cabellera de Edgar se asomó por la puerta para luego entrar. Había que admitir que los pantalones de cuero ajustados y la camisa blanca y ancha le quedaban bien, como si perteneciera a aquella época.

-¿Estás bien? - susurra acercandose a mi con precaución. Asiento. - Evangeline sé que estás molesta, que toda esta situación te incomoda y que no quieres hablar conmigo, aunque aun trato de saber el porqué de eso. El caso es que tienes que confiar en mi, no hubiera corrido todo este peligro solo por ver tu rostro. Te conozco y me conoces, éramos *amigos*, sé que tal vez no me recuerdes pero algo debió de haber nacido cuando me viste o de otro modo no me hubieras ido a ver a esa habitación de hospital... - Amigos. Esa palabra se escuchó mal entre nuestros nombres, pero éramos amigos. Baje mi mirada a mis manos, donde relucia un anillo en mi mano derecha, Amanda me lo habían regalado tres semanas antes para recordar nuestra amistad. Aquel recuerdo parecia lejano y ajeno a la *nueva* Evangeline. -¿Confiaras en mi? - toca mis manos y hace que levante la vista hacia sus hermosos ojos verdes. Antes de responder, incluso antes de pensarlo, sé que confiare en él incluso mas que en mi misma.

-Está bien. - respondo en voz baja y una sombra de sonrisa aparece en su rostro. Me palmea las manos y se levanta para irse. - Edgar. - digo antes de que se vaya y estoy a punto de decirle que lo recuerdo, al él. Pero prefiero encontrarle sentido primero. Me mira esperando algo así que suelto lo primero que me viene a la mente. - No quiero la ayuda de Sir Lancelot.

-Está bien. Te entiendo. Ya encontraremos otra manera. - y sale de la habitación.

Esa noche sueño que estoy en un enorme castillo. Las paredes son blancas y los ventanales altos y se veía todo el bosque desde ellos. Habían muchas personas en el salón y la mayoría bailaba al compás del vals de los violines. Mamá se acerca a mi sonriendo con un hermoso vestido azul, es enorme y de suave textura incluso al alcance de los ojos. Lleva el cabello rubio en un enorme pero elegante moño en la parte baja de la cabeza.

-Hija, estás bellísima. - dice mientras me abraza. Tiene un olor dulzón, como si hubiera estado haciendo algodón de azúcar en la feria. - Tu padre y yo te hemos estado buscando, pero se me ha perdido de vista. Laureen tiene una sorpresa para ti. - termina sonriendo. ¿Laureen?

-Mamá. - grita una voz detrás de ella y ella se aparta para dejar ver a una hermosa niña de pelo castaño y ojos azules, tenía las misma nariz de mamá y los enormes ojos de papá. Se acerca corriendo hacia nosotras con su vestido púrpura revoloteando a su alrededor y las manos detrás de la espalda. - Eva, esto es para ti. - se saca una caja eenvuelta en papel de seda y me lo entrega.

-¿Qu-quien eres? - tartamudeo y la niña se ríe a carcajadas, que son domo el sonido más hermoso jamás escuchado. De repente la nina se aleja, las risas desaparecen, mamá se esfuma, todo se... va. - ¡No! ¡Espera! - ahora todo lo que era dorado es gris, no hay luz en la habitación y los manteles están rasgados dandole un toque fantasmal al salón.

Perdida En Mis RecuerdosWhere stories live. Discover now