Capitulo 9

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No podía negar que ver aquella imagen mía plasmada en el rollo no me había espantado. Cualquiera hubiera salido corriendo, pero ya algo dentro de mi entendía que yo ya no importaba, necesitaba salvara a aquellas personas. Es por eso que ahora me encontraba frente al laboratorio improvisado de Mirana junto al Sombrerero que, desde que habíamos acabado la reunión del rollo, no se me despegaba, como si temiera que me fuera a desaparecer de repente.

Edgar entra a la habitación y se dirige directamente a mi, Mik, que está del otro lado de la habitación hablando con Iracebeth nos mira y frunce el ceño. Edgar llega hacia nosotros, le estrecha la mano al Sombrerero y me da un abrazo. Sé para a mi lado, con su mano en mi espalda baja y la deja tranquilamente allí como si fuera lo más común en la vida. Los minutos pasan y aún Mirana esta detrás de enormes y antiguos libros, mezclando frascos de diferentes colores, texturas y olores mientras que su hermana interroga a Mik. Todos hacen algo o no hacen nada y mientras pasa el tiempo y sigo parada observándolos trabajar, más lento pasan los minutos.

-¡Ya está! -- dice Mirana luego de lo que parecieron años. Se acerca a nosotros con el pequeño frasco en una mano y un cuenta gotas en la otra. Hay algo en su sonrisa que no es del todo humana, es ancha y muestras más dientes del que un humano es capaz de tener. Sus ojos están muertos y por primera vez desde que conozco a Mirana me dan la sensación de que no puedo confiar en ella. -- Sólo tenemos que poner una gota de esta pócima en la lengua de cada y ya está... -- dice y en incluso su voz suena diferente. Miro al sombrero la mira como si la estuviera examinando, aunque parece divertido. Iracebeth detiene la intensa disputa con Mik y se acerca a su hermana, como si esta fuer un pariente que hubiese muerto y resucitado.

-¿Mirana? -- pregunta en voz baja Iracebeth. Mirana la mira nerviosa, aunque trata de ocultarlo detrás de su terrorífica sonrisa. -¿Chesemiere, eres tu? -- frunce sus ojos en una mirada acusadora y Mirana mira al suelo. De detrás de su cabeza aparece una cola púrpura rayada y yo pegó un brinco. La cara de Mirana se fusiona y se vuelve rechoncha y color púrpura, sus ojos de un enfermizo verde lumínico y sus dientecillos ahora son largos y afilados. -- Lo sabía. No podías evitar mantener tus narices fuera del asunto, gato entrometido. ¡Le dije a mi hermana que se deshiciera de ti hace mucho tiempo!

-Oh, vamos querida, sin mi nunca hubieras podido llegar a ninguna parte. -- la voz del gato es sedosa y persuasiva. De debajo de su redondo cuerpo aparece la cabeza blanquecina de Mirana.

-¡Chesemiere! -- grita y lo toma en brazos, con cuidado de no derramar el contenido negro del frasco. -- te dije que siempre me avisarás antes de adueñarte de mi cuerpo, gato estúpido. -- le reclama pero el gato sólo se ve aburrido. -- Lo siento tanto. Este es mi gato, Evangeline, su nombre es Chesemiere. Bueno en realidad era de mi madre o algo así... -- me explica.

-En realidad de Acareshia... -- réplica el gato sin sonar para nada modesto. -- Pero nada, como ya había dicho antes, sin mi no hubieran movido un pie de este lugar, sólo harían perderse en las dimensiones. Yardley esta protegida por las fronteras mágicas más poderosas que existen, sólo con esto podrán atravesarla.

-¿Qué quieres decir? -- pregunta Iracebeth.

-Luego de que las hijas de Acareshia se  fueran, prácticamente exiliadas de Yardley, las brujas blancas como se les llamabas a las de magia blanca, gastaron todo su poder en encerrar la hermosa ciudad tras un manto protector. Esa fue la última vez que alguien vio a Acareshia... Luego de que se hubieran cerrado las puertas, tardaron otras tres generaciones para que la magia volviera resurgir, y créanme que nació muy pobre...

Perdida En Mis RecuerdosWhere stories live. Discover now