Capítulo 3

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Nadine se sintió un poco intimidada por la cantidad de personas que la rodeaban, algunos mirándola con las cejas arqueadas en sorpresa. Seguramente reconocieran su cara tanto por la fama de sus padres como por la carrera de modelaje que había empezado hacía unos meses. Algunos, sin embargo, no parecían percatarse de su popularidad en el mundo exterior.

En las grandes mesas rectangulares, blancas y pulcras, se sentaban personas de diferentes edades, nacionalidades y culturas. Aunque todos vestían las mismas prendas que Nadine, se podían distinguir las diferencias culturales y étnicas a la legua.

Intentando aparentar seguridad, Nadine comenzó a caminar hacia la máquina expendedora revoleando su abundante cabello rubio como si estuviese entrando a un boliche.

Ella era Nadine Ruetter, no se dejaría intimidar por nadie.

Las miradas que la habían reconocido la seguían atentamente, observando cada una de sus acciones como esperando que se equivocara en cualquier momento. Sintió algunas risas sobradoras alrededor y murmullos que no logró distinguir del todo, solo escuchaba cosas como "¿No es esa Nadine Ruetter?" y "¿Entonces los de arriba también caen?".

Lo que le llamó la atención es que todos, a pesar de sus nacionalidades, parecían hablar inglés o intentaban hacerlo usando palabras sueltas. No escuchaba ningún otro idioma. Eso no era un problema para Nadine, quien lo manejaba fluidamente a insistencia de sus padres, pero por alguna razón le generaba una sensación opresiva en la boca del estómago que personas no hablasen su idioma nativo.

La máquina expendedora consistía en una pequeña ventanilla rectangular en la pared y un display biométrico a su lado derecho. Posando su mano sobre el panel, se escuchó un pequeño bip con el parpadeo verde de un led, haciendo que el mecanismo sacara por la ventanilla una bandeja de plástico blanca con varios purés de colores y un vaso de plástico repleto de agua. Que apetecible, pensó Nadine con ironía.

Volteándose se dirigió con paso firme y frente en alto a una de las mesas rectangulares casi vacía. En su bandeja había una cuchara de plástico descartable, de esas que se rompen al hacer un mínimo de presión. Juntando voluntad, Nadine probó un poco de cada uno de los purés pero no pudo controlar las arcadas por más control que quisiera tener sobre su imagen.

Eran extremadamente desagradables, con olor a coles hervidas y textura arenosa, y no pudo seguir comiendo. Sus ojos incluso lloraban del asco.

—Que sorpresa, a la princesa no le gusta la comida —burló una voz masculina a su lado en inglés con acento italiano—. ¿Quieres que llamemos a un chef para que te prepare algo?

—No sería mala idea, no todos estamos acostumbrados a comer basura —contesto ella, también en inglés, con su practicada voz altanera mostrando su mejor sonrisa.

Era un hombre mayor, de unos treinta y largos años, de nariz grande y pelo poco lavado.

—Ya era hora que uno de tu calaña cayera en el mismo destino que todos nosotros. ¿Qué se siente ser uno más de los plebeyos de los cuales se intentan deshacer? —preguntó con sorna una mujer en su veintena frente al hombre.

—Se siente que estoy rodeado de idiotas sin educación —contestó ella acostumbrada a que le tuviesen envidia.

—Te crees muy diferente, pero sin tu papi o tu mami o tu maquillaje eres tan poco resaltante como los purés de mierda que nos dan de comer aquí —volvió a agredir la mujer.

—Al menos lo arreglo con maquillaje, tu ni eso.

Podría seguir eternamente en este pequeño juego de envidia, pero un tercer integrante en la mesa murmuró algo mirando hacia una de las tantas cámaras de la cafetería y todos continuaron su almuerzo en silencio. ¿Qué había sido eso?

No pudiendo probar un bocado más de esa inmundicia que llamaban almuerzo, Nadine decidió ir a los cuarteles para intentar tener un poco de paz y tranquilidad. El problema era la bandeja de plástico, no sabía qué hacer con ella dado que usualmente alguien se encargaba de levantar su plato por ella y desaparecían tras la puerta de la cocina. Intentando no aparentar confusión, esperó varios minutos hasta que un hombre moreno y extremadamente alto llevó su bandeja hasta una rendija al otro lado de la habitación. Disimulando su inquietud inicial, Nadine lo siguió e imitó sus movimientos, lanzando la bandeja y los restos de hediondos purés en la rendija.

Encontrar los cuarteles no había sido difícil, los pasillos estaban señalizados como si fuese un hospital, con varias puertas, cruces con flechas y carteles en inglés. Entrando a su cuartel usando un nuevo panel biométrico, lanzó un suspiro de alivio deseando únicamente mirar el techo durante el resto de la tarde.

Por supuesto que casi lanza un grito cuando una enorme habitación con decenas de literas dobles a cada lado se desplegaron frente a ella. Me cago en NOVA, pensó con rabia mirando las esparcidas personas de ambos sexos aquí y allá caminando entre las literas. Lo que la doctora Loven había dicho era cierto, ya no tendría más privacidad. ¿Cómo se le había ocurrido que tendría una habitación propia en esta mierda de lugar?

Lentamente buscó su número de litera y encontró que estaba mismo en el centro de la habitación, rodeada de otras al frente y ambos lados. Ni siquiera había tenido la suerte de tener una litera en el extremo alejado de la habitación. El universo la odiaba. Al menos era una de las superiores, por lo que no sentiría que la fueran a aplastar mientras dormía.

Trepó a la litera superior con agilidad, encontrando solo una fina manta de abrigo, un pequeño estante con una nueva muda de ropa y una Tablet apoyada en su almohada. Realmente esperaba no pasar frío en la noche con únicamente esa manta, era muy friolenta, pero en cualquier caso intentaría reclamar otra mañana.

La Tablet la esperaba con un led parpadeando. Rápidamente la prendió haciendo caso omiso al fondo de pantalla con la palabra NOVA y buscó un navegador de internet o alguna de las herramientas de comunicación que conocía... nada. No había forma de comunicarse con el exterior para buscar ayuda o saber si había salido en las noticias. Lo único que veía en el sistema era un escritorio principal dividido en secciones de Agenda, Enciclopedia, Buzón de entrada y Emergencia. Todo estaba en el maldito inglés.

Curiosa porque no la hubiesen matado al instante, Nadine comenzó a investigar un poco el sistema encontrando su agenda semanal e información sobre el supuesto planeta NOVA. Misteriosamente no había tanto que decir, puesto que conocían muy poco del planeta más allá de que era similar a la Tierra y que estaba a 500 años luz de distancia. Ni siquiera habían mandado una sonda a investigarlo diciendo que no tenían tanto tiempo ni recursos, todos estaban volcados al proyecto NOVA.

Lo que no le cerraba a Nadine era cuánto se estaba ahorrando en planeta realmente con el proyecto. Mantenerlos a todos durante meses antes de que la nave anual departiera, sumado a los costos de herramientas, naves, tecnología... ¿No era mejor volcar ese dinero para ayudar a la superpoblación de otra manera?

Nadine no era muy buena con las matemáticas y la economía, pero si no la mataron al momento de ingresar a las instalaciones, estaba segura que debería haber un interés mayor que el de reducir la población mundial. Estaba asustada, ¿qué pensaban hacer con ella?

Un pequeño pitido sonó de la Tablet acompañada de una pequeña vibración, y al revisarla encontró un nuevo mensaje en su buzón de entrada. Esperando que fuese un comunicado oficial, se sorprendió cuando leyó las siguientes palabras en inglés.

Bienvenida a NOVA, princesa. En otras palabras el Infierno. Haz lo que dicen, no sobresalgas y se lo más neutral posible.

Consejos de un amigo virtual.

Por más que Nadine buscó el botón de responder o enviar un nuevo mensaje no lo encontró. Alguien había logrado hackear la Tablet.

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NOVAWhere stories live. Discover now