Capítulo 8

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—¿Eres tú el pervertido que me manda mensajes? —espetó Nadine sin rodeos sentándose en la mesa de la cafetería, golpeando su bandeja haciendo sobresaltar al joven muchacho.

Brian dio un pequeño salto por la sorpresa, soltando la Tablet que tenía aferrada en una de sus manos. Sus ojos se mantenían cubiertos con una cortina de cabello castaño descuidado pero Nadine supo que no la estaba mirando a los ojos, más bien parecía buscar la salida de emergencia más cercana con ellos.

—No —respondió decidiendo que era mejor responderle para que lo dejase tranquilo.

Volviendo a aferrar la Tablet, Brian se dispuso a ignorarla como si fuese un mosquito, molesta pero lo suficientemente pequeña como para serle indiferente. Brian siempre estaba solo, por lo que fue sencillo para Nadine emboscarlo durante la cena, y no se iría de allí sin respuestas. El ejercicio físico que le habían hecho practicar durante la mayoría de la tarde había dejado su cuerpo lleno de vitalidad y adrenalina, por lo que tenía energía como para agobiar al muchacho hasta el cansancio.

Con un rápido movimiento le arrebató la Tablet a Brian para confirmar por ella misma si le estaba enviando mensajes o no.

Brian intentó abalanzarse sobre la mesa para recuperar su preciado dispositivo, pero Nadine lo mantuvo lejos de su alcance mientras miraba la pantalla proponiéndose a revisarle hasta el último mensaje. Sin embargo, le fue imposible.

En lugar de tener el ya conocido menú, la pantalla estaba negra y tenía un montón de palabras blancas ininteligibles adornándola.

—Creo que has roto tu Tablet —dijo confundida todavía manteniéndola fuera del alcance del chico.

—¡No está rota! Encontré una forma de abrir la consola y estaba probando algunos comandos —respondió Brian exasperado.

—¿Eres un genio de la informática o algo así? —cuestionó Nadine tendiéndole la Tablet al chico.

—Algo así —contestó Brian tomando con rapidez el dispositivo como si fuese su más preciada posesión.

Brian había empezado a respirar agitadamente, su mano derecha haciendo los mismos movimientos que durante la rebelión en la mañana. Parecía estar tecleando en un panel invisible y se notaba que quería estar en cualquier lado menos frente a Nadine. Su cena olvidada, el chico enfocó su nariz nuevamente en la Tablet volviendo a ignorar a Nadine por completo.

Brian no parecía confiable, pero era uno de esos genios que saben resolver problemas con una simple calculadora y necesitaba su ayuda. Había mantenido en secreto los extraños mensajes que recibía, pero si quería ayuda iba a tener que explicarse mejor.

—Necesito que me ayudes con algo —dijo con su voz altanera.

Brian se mantuvo en silencio.

—¡¿No me ignores?! ¿No sabes quién soy? —preguntó ofendida cerrando sus puños, nadie la había ignorado directamente nunca.

—No te estoy ignorando y no sé quién eres. Estoy esperando a que me digas con qué necesitas mi ayuda. No has terminado de explicar por lo que no tengo nada para responderte. —explicó Brian aún sin mirarla.

—¡Si no me miras no sé si me estás escuchando!

—No necesito mirarte para escucharte, son dos sentidos completamente diferentes.

El chico era raro y exasperante, pero Nadine quería su cerebro de su lado, por lo que decidió seguirle la corriente... Al menos por ahora.

—Alguien me está mandando mensajes anónimos y quiero descubrir quién es. Pensé que eras tú porque tienes siempre la nariz metida en esta cosa —explicó revoleando su Tablet frente a los ojos del chico.

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