Capítulo 37

2.3K 313 51
                                    

Nadine se sintió aliviada cuando dio los primeros pasos dentro de la cueva y ningún monstruo salió de su escondite para comerla. El cosquilleo en la boca de su estómago y el temblor en sus piernas continuaban, pero de todas maneras un suspiro de alivió se escapó de sus labios. Temba, con su precaria lanza en posición de ataque, hizo una seña con su cabeza y un joven portando una antorcha se acercó a su lado iluminando una porción de la caverna principal.

Estaba misteriosamente ventilada, aunque solo algunas aberturas contra la ladera dejaban entrar el aire. Se sentía aroma a humedad y la frescura características de un lugar donde el sol no penetra, pero no se distinguía olor rancio a encierro. Tan amplia era la caverna principal, que la antorcha no llegaba a iluminar el extremo opuesto y la vista se perdía en el vacío. Las llamas dejaban ver de forma intermitente las irregularidades del suelo, paredes y techo. Por más que Nadine estaba convencida de que algo o alguien había interferido en el destino de los colonos, la caverna parecía ser sorpresivamente natural. Muy conveniente, sin embargo. A su izquierda y su derecha se vislumbraban tenuemente entradas internas que seguramente llevaran a cavernas secundarias, algunas iluminadas, otras completamente sumidas en oscuridad.

Una sombra se movió en una de las paredes laterales, y el grupo se sobresaltó como un único organismo. Se acercaron los unos a los otros de forma instintiva, todos mirando en direcciones diferentes buscando el origen del movimiento con las lanzas preparadas. El silencio los sofocaba, y muchos volvieron la mirada a la entrada de las cavernas pensando en huir ante el mínimo atisbo de peligro.

Nadine estaba aterrada y se maldijo por haber escuchado a Temba. ¿A quién intentaban engañar? No estaban preparados para enfrentarse a ningún depredador. Quería gritar, quería salir corriendo, quería orinar del miedo, pero se mantuvo firme, mirando el vacío aferrando la lanza hasta que sus nudillos estaban blancos del esfuerzo.

Una risa se sintió desde la oscuridad y luego pisadas rápidas se escucharon acercándose al grupo.

El rostro de Balaji iluminado por la llama de las antorchas estaba reluciente de diversión. Nadine quiso ahorcarlo.

El grupo se relajó y la tensión en el ambiente disminuyó.

—¿Podemos dejarlo encerrado en una de las cavernas? —propuso Rodolfo y varios festejaron la idea, incluyendo Nadine.

—¿Cómo haces para ver en la oscuridad? —preguntó Temba ignorando los comentarios.

—No puedo, pero estuve un tiempo siguiendo las paredes y guiándome por la luz que entra por las aberturas. No es muy difícil —explicó el niño haciéndose el humilde.

Temba lo miró con orgullo, a diferencia del resto del grupo, y sin aviso lanzó una estruendosa carcajada como nunca había escuchado Nadine del hombre.

—Eres una pequeña y concentrada tormenta, ¿no es así? Vamos, muéstranos qué has encontrado —pidió Temba dándole unas palmadas en la espalda al chico.

Balaji los condujo a través de muchas recámaras hablando sin parar, indicándoles los más pequeños detalles que pasaban desapercibidos para la mayoría: un nido de insectos, animales peludos descansando en pequeñas manadas en las sombras, pequeños agujeros misteriosos en la roca, evidencias de un río subterráneo oculto y muchas más. El entusiasmo del niño era contagioso y pronto todos los exploradores habían perdido el miedo. Rodolfo incluso propuso cazar a los pequeños animales para poder comer algo diferente a los frutos amarillos, pero Temba se negó. El objetivo de la misión era otro.

Recorrieron muchísimas cavernas secundarias, algunas con vista al exterior, otras interiores pero aun así ventiladas por algún sistema invisible. Habría suficiente espacio para alojarlos a todos de la intemperie e incluso para usar de áreas comunes como depósitos o salón comunitario. Era perfecto.

Los animales parecían inofensivos, excepto cuando una mujer intentó acariciarlos y tomar uno como mascota. La criatura encrespó su pelaje y gruñó mostrando unos filosos colmillos pero salió corriendo antes de atacar. Nadine de todas maneras imploró que no hubiera sorpresas ocultas en las defensas de los pequeños animales.

—¡Me gusta! Parece haber sido creado especialmente para nosotros —anunció Temba con una enorme sonrisa que mostraba todos sus dientes.

—Quizás eso mismo haya ocurrido... —propuso Rodolfo tentativamente. Ante el silencio incómodo se excusó— ¡¿Qué?! ¡Todos lo estamos pensando! O tenemos unos vecinos muy agradables o los funcionarios del proyecto NOVA se están muriendo de la risa detrás de pantallas a costa nuestro.

—No andes divulgando tus teorías conspirativas por el campamento. ¡Causarás desconfianza y pánico! Tenemos que concentrarnos en sobrevivir —regañó Temba señalando de forma acusatoria a Rodolfo con el dedo índice.

—No será necesario, ya verás.

—Eres todo positivismo... —murmuró Nadine ganándose una mirada desaprobadora por parte de Rodolfo.

—Dejemos de conversar y volvamos al exterior. Tenemos que planear los siguientes pasos, creo que lo principal será iluminar las diferentes recámaras y luego... —comenzó a planear Temba.

—¡Esperen! —interrumpió Balaji preocupado— Hay algo más que no les he mostrado.

El tono de su voz fue lo que llamó la atención e hizo enmudecer al entusiasmado grupo. El enérgico niño parecía preocupado o, mejor dicho, asustado. Temba dejó de sonreír al instante y volvió a su actitud calculadora.

—¿Qué es, niño?

Balaji titubeó. En lugar de explicarse les hizo señas para que lo siguieran hacia el fondo de la recámara principal donde una entrada torcida y lúgubre por la que no habían entrado se asomaba casi oculta entre las rocas. El niño se detuvo a unos metros y cuando Temba le hizo señas de no entender Balaji señaló la entrada de la caverna.

—Acérquense y verán lo que quiero decir —explicó—. No pienso dar un paso más.

Algunos valientes comenzaron a avanzar, y Nadine se descubrió entre ellos por alguna razón. Las piernas le temblaban y su respiración se aceleró con cada paso hasta que prácticamente estaba en llantos. Dentro de ella, en lo profundo de su pecho, comenzó a sentir algo crecer. Algo oscuro comenzó a invadirla desde el interior hacia afuera, sofocándola como si estuviese rodeada de humo o de una pesadilla. El más puro y espantoso terror la atacó de repente y sin proponérselo exclamó un grito ahogado y tortuoso. Era algo de esa entrada semi-escondida, todos sus instintos le advertían. Algo sin forma ni sentido, algo sin razón ni motivo. Simplemente horror.

—¡ATRÁS! ¡ATRÁS! —gritó Temba desesperado despertando a Nadine de su estupefacción.

El hombre empujó desesperado en dirección al exterior a todos los que se encontraban en las primeras líneas frente a la entrada de la espantosa caverna secundaria. Su pecho se expandía y contraía espasmódicamente y su rostro estaba cubierto de una gruesa capa de sudor. No era el único. Varios estaban pálidos como fantasmas, con ojos desenfocados, o llorando a mares sin ningún tipo control.

Cuando Nadine despejó sus pensamientos, se descubrió a sí misma siendo parte de los afectados. Estaba gimiendo y sollozando, sus mejillas cubiertas de lágrimas intensas y su rostro contorsionado. No se detuvieron hasta que llegaron a la luz del sol. Nadine perdió todas sus fuerzas de repente, soltó la lanza y calló de rodillas con la palma de sus manos cubriendo sus ojos, dejando las lágrimas y los sollozos fluir descontrolados, olvidándose de los niños frente a ella que la observaban con miedo.

NOVAWhere stories live. Discover now