Capítulo 43

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Luego de la terrorífica experiencia en el bosque, una guardia comenzó a circular de forma permanente por el campamento. No importaba que las bestias hubieran sido similares a alucinaciones y que ninguno de los exploradores hubiese resultado herido. Todos estaban de acuerdo en que se habían vuelto confiados; habían olvidado que el planeta les deparaba aún más sorpresas y que no todas de ellas serían convenientes como lo habían sido la mayoría.

El sector de la gruta fue marcado de forma inmediata en el mapa que estaban preparando los exploradores y ninguna nueva excursión se había vuelto a acercarse. La prioridad era mantener a todos a salvo, incluso más que saciar la curiosidad sobre lo que había provocado las alucinaciones.

Nadine se negó a unirse nuevamente a los exploradores temiendo vivir una experiencia similar. Todavía temblaba al pensar en las bestias formadas por sombras, buscando desgarrar su cuello de un mordisco. Las pesadillas aumentaron, como era de esperar, y Nadine apenas si podía conseguir un par de horas de sueño. Por varios días, únicamente interactuó con un puñado de personas, todavía sobresaltándose por cualquier movimiento brusco o ruido fuerte. Era un espectáculo poco digno de ver, hasta que Cécile intervino.

--¡¿Te dejarás ganar por un juego de luces y sonidos?! ¡Si hay algo jodiendo con nuestras mentes, lo mejor es mostrarles que no podrán ganarnos! –sermoneó un día parándose frente a la roca donde Nadine reposaba, tapando el sol.

--Cécile, fue horrible. No quiero... ¡Déjame en paz! –contestó ella levantándose para intentar escapar de la emboscada. Cécile parecía titánica desde el suelo con el sol a su espalda.

--¡No! Vamos, chica. ¡Si vuelven a aparecer cómetelos crudos! ¿Dónde está la Nadine Ruetter que se cree mejor que el universo? ¡Déjala salir! ¡Levanta ese mentón y aplasta a quienquiera que intente jugar contigo! –así continuó durante días hasta que Nadine accedió a salir de su estupor y volver a adentrarse en el bosque, más para sacársela de encima que otra cosa.

Al principio le resultó una tortura y prácticamente volvía llorando del miedo luego de cada excursión. Con los días, su mente se fue tranquilizando y su cuerpo encontró alivio en el ejercicio físico de caminar durante horas, lo que le permitía llegar al final del día agotada. Comenzó a dormir más y con ella volvió la energía.

De alguna forma, durante las últimas horas de la jornada, siempre se encontraban el uno al otro con Brian, algo que la alegraba pero a su vez le retorcía las tripas al recordar como el chico la había consolado. Nunca hablaron sobre ello, entendiendo más sin palabras que usándolas. Tampoco volvieron a tener un contacto físico igual, pero algo entre ellos cambió aquél día. Algo que Nadine no podía explicar del todo, pero que la hacía sentir un poquito más unida a él.

El campamento volvió a la normalidad luego de un par de semanas, con el agregado de la nueva guardia y excursiones más precavidas. Todavía pasaban hambre, todavía tenían pesadillas y se concentraban en vivir el día a día.

Hasta que una nueva amenaza salió a la luz.

Lo que sacudió al campamento no fue un nuevo ataque, sino algo más rastrero y escurridizo.

Empezó con varias consultas a los doctores por dolor estomacal. Nada grave cuando se busca comida en una modalidad de prueba y error, pero cuando el número de enfermos empezó a aumentar y los síntomas a agravarse, la alerta se elevó a nivel rojo. Fiebre, diarrea, vómitos al punto que los enfermos ni siquiera podían aguantar agua en sus estómagos. En la Tierra, con tecnología y cuidado médico adecuado no hubiese sido considerado un brote importante, pero en NOVA el riesgo escalaba a un nivel preocupante.

El campamento comenzó a desmoronarse y caer nuevamente en pánico. Ahora las personas no sólo tenían las pesadillas y la preocupación de sobrevivir en sus mentes, sino también esta nueva enfermedad cuyo número de afectados estaba empezando a superar los cien.

NOVAWhere stories live. Discover now