Capítulo 53

1.9K 250 40
                                    

A insistencia de Nadine, el grupo fue recogiendo todas las antorchas o recipientes de aceite que se cruzaron en el camino, y que sus manos podían cargar. Cécile continuaba inconsciente, algo que estaba comenzando a generarle un nudo en el estómago a Nadine, pero de nada ayudaría cuestionar la salud de su amiga en esos momentos. Lo importante ahora era poder sobrevivir a los siguientes minutos, a pesar de que los gritos provenientes de la caverna principal hicieran creer lo contrario.

Lo primero que sintieron, aparte de los alaridos, fue el intenso olor ácido del humo, que les cerró las vías respiratorias al instante e hizo arder sus ojos al punto que les era imposible mantenerlos del todo abiertos. Nadine comenzó a toser descontrolada; su cuerpo le exigía aire fresco cuando lo único que encontraba era humo hirviendo. Sentía que se ahogaba.

Una vez que cruzaron el umbral a la caverna principal, estuvieron durante unos segundos desorientados. La mayoría de las bestias ya no estaban allí: los gritos desaforados provenían del claro frente a las cavernas. Nadine notó a través de la cortina gris que en el suelo pequeñas llamas danzaban donde algunas personas habían tenido la misma idea que ella. En las manos de los colonos que recorrían el lugar, o que todavía se enfrentaban a alguno de los depredadores, antorchas iluminaban con más intensidad que nunca la caverna. Un par de personas incluso tiraban troncos enteros flameantes hacia las bestias.

Al parecer, Nadine no era la única que había tenido la visión y los colonos estaban usando todos los recursos que tenían disponibles para ahuyentar a las fieras.

Mientras los ojos de Nadine buscaban dónde podría ser de ayuda, su mente ignoraba los cuerpos y miembros que adornaban el suelo. Ignoró también los charcos rojos y los aullidos de dolor de los heridos. No podía enfocarse en ellos, si lo hacía perdería todas sus fuerzas allí mismo.

Algunas de las bestias continuaban atacando, sus ojos alunados de la furia, pero Nadine vio con orgullo como varios colonos se organizaban usando incontables antorchas para espantarlas hacia la puerta.

Estaban ganando, por ahora. Si por ganar se entendía sobrevivir, por supuesto, porque dado la cantidad de cuerpos que Nadine vislumbraba por el rabillo del ojo, lo ocurrido no podía ser contado como un triunfo.

—¡Hacia la entrada principal! ¡Que huyan por la entrada principal! —escuchó a Temba ordenar desde atrás de una de las bestias.

Bajo el liderazgo de Temba, cubierto de sudor y sangre, habían podido organizarse para ahuyentar a las fieras usando todos los recursos que tenían a mano. Nadine no quería pensar en qué harían cuando el aceite y las antorchas se acabaran y cómo sobrevivirían entonces. Un paso a la vez, se dijo.

Tosiendo un par de veces para despejar su garganta, Nadine se dirigió con urgencia hacia uno de los grupos y ayudó a ahuyentar a una de las fieras hacia la entrada con su único brazo sano. Había dejado de sentir su hombro herido, y ahora colgaba inherte a su lado. Simon, Austin y Kaoru también habían elegido diferentes grupos y estaban asistiendo como podían. Incluso Donatella estaba luchando, con gritos de furia a pesar de su estado delicado. A Brian no podía distinguirlo entre el humo y Nadine reprimió su preocupación. ¿Y dónde estaba Cécile?

Cuando la última de las bestias salió despavorida por la puerta principal, su pelaje en llamas y sus ojos desorbitados de locura, los colonos no se detuvieron. Ese pequeño momento para suspirar de alivio no llegó nunca. El humo seguía invadiendo la caverna, los muertos continuaban adornando el piso y la mitad de los colonos continuaban en el exterior, donde no había luz y las bestias podían cazar libres.

—¡Adentro! ¡Todos adentro! —gritó Temba por la entrada, su voz ronca tanto por el humo como por el uso— Necesitamos una barrera de fuego contra las ventanas y la puerta —continuó dirigiéndose a quién estuviera dispuesto a escuchar.

Un grupo de colonos, rengueando por sus heridas, se apresuró a comenzar con la tarea apretando la mandíbula para controlar el dolor de sus heridas. Una barrera de luz mantendría a las bestias afuera, al menos mientras durara la leña y el aceite.

Por la entrada comenzaron a ingresar personas en diferentes estados, algunos parecían intactos mientras que otros tenían la mayor parte de su cuerpo cubierta en sangre, todos gritando por el pánico y la desesperación. Nadine se encontró a sí misma llorando, quizás fuera por el humo, quizás fuera por la desesperanza. Su cabeza no podía enfocarse nada en particular y sus pies parecían cosquillear. Cada segundo que pasaba le era más difícil moverse. Había personas gritando, personas llorando como ella, personas ayudando a Temba, personas que gemían por heridas, personas que estaban inmóviles mirando un punto fijo... Y sangre. Tanta sangre.

Ahora que tenía un poco más de tiempo para respirar, Nadine podía ver en detalle la cantidad de muertos que adornaba el suelo. ¿Cuántos de ellos quedaban vivos? Detrás del olor a humo y aceite quemado, Nadine comenzó a distinguir el clásico olor metálico y dulzón de la sangre y carne quemada.

No pudo evitarlo, apenas si tuvo la fuerza como para dirigirse a una de las paredes de la caverna y vomitar contra ella. No podía salir a tomar aire fresco, estaba encerrada en una tumba que hedía a infierno. Su cabeza daba vueltas sin cesar. Necesitaban organizar el caos que era la caverna con urgencia, ¿dónde estaba Signe para liderar?

Con su espalda contra la pared, Nadine perdió las fuerzas. Ya no sentía su lado derecho y le costaba enfocar su visión. Observó inmóvil como a su alrededor la gente comenzaba a juntar a los heridos y hacer a un lado a los muertos. Como Temba daba órdenes a los gritos, y como personas intentaban crear una barrera de fuego con la poca leña que tenían en sus reservas. Nadine observó todo como si fuera una película durante un tiempo incalculable. Bien podrían haber sido segundos, como horas.

Una voz imperceptible en su mente le exigía alerta, pero Nadine simplemente no tenía fuerzas.

Volvió en sí con muchísima convicción cuando la pequeña voz le alertó sobre algo diferente. A través su mente pastosa Nadine sintió como el ambiente de la caverna volvía a cambiar. Los colonos volvieron a gritar y correr hacia la entrada con desesperación en su tono.

La chica logró levantarse temblando, luchando con todas sus fuerzas para poder mantenerse de pie. Arrastrando los pies y obligándose a enfocar su mirada, Nadine vislumbró a través de los huecos que dejaban las personas como un grupo corría hacia la entrada desde el bosque siendo alentados por todos en la caverna.

El segundo campamento había caído.

Nadine comenzó a llorar nuevamente al ver a Frederick cubierto en sangre, sus ojos desorbitados por el pánico, corriendo hacia la caverna con toda su energía.

—¡CORRAN!

—¡SOLO UN POCO MÁS!

—¡LLEGUEN A LA LUZ!

—¡MÁS RÁPIDO!

Los gritos se mezclaban entre sí, pero la intensión estaba clara por su feracidad y por los ademanes físicos. Nadine mantuvo su mirada fija en el grupo que corría, sin fuerzas para alentarlos.

Realmente pensó que lo lograrían. Estaban tan cerca. Solo unos metros más.

Pero la chica fue testigo de como una de las bestias saltó con agilidad hacia Frederick y lo tumbó al suelo por la espalda. Sin siquiera dejar gritar al hombre, el animal zampó sus mandíbulas a su cuello y lo desgarró de un mordisco.

Nadine encontró entonces fuerzas para gritar desaforadamente, junto al resto de los colonos.

Ninguno de los miembros del segundo campamento llegó a la entrada de la caverna y poco a poco la multitud se fue desperdigando con los hombros caídos y cabizbajos. Nadine mantuvo su mirada en el exterior, donde las bestias se daban un festín alejando su presa de la luz que tanto las incomodaba.

De un instante al otro, Nadine sintió como las fuerzas la abandonaban tan rápido como una exhalación. Como sus piernas dejaron de sostener a su cuerpo y como sus ojos se nublaron de repente.

No llegó a sentir como su cuerpo chocaba contra el suelo.

NOVAWhere stories live. Discover now