Capítulo 16

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Unas pequeñas luces rojas de emergencia se encendieron, iluminando de forma tenebrosa las instalaciones como si fuese una película de terror. Antes de que reinara la confusión y el caos se desatara, Nadine corrió con toda su energía hacia una de las puertas abiertas mientras el resto permanecía estupefacto. Brian la siguió unos metros detrás con su limitada agilidad física esforzada en su totalidad. Sabían hacia dónde dirigirse antes de que el procedimiento de emergencia comenzara para intentar controlar masa de reclutas que estaba comenzando a escucharse embravecida y en aumento desde la cafetería.

Se cruzaron con varios funcionarios que en confusión permanecían inmóviles esperando ayuda; sus rostros asustados. Solo algunos de ellos corrían hacia la escalera principal de salida, anticipando el peligro que corrían. La puerta a la que se dirigían Nadine y Brian era una menor que escondía una pequeña escalera de emergencia olvidada por prácticamente todos y que habían descubierto de casualidad analizando órdenes de compra. Los ojos de Nadine comenzaron a humedecerse por los nervios, su valentía fallándole con cada zancada que realizaba y tuvo que suprimir un jadeo lastimero.

Tenía miedo como nunca antes lo había sentido y su cuerpo temblaba de forma descontrolada. Desde la cafetería comenzaron a sentirse gritos desenfrenados y Nadine no dudaba que la violencia comenzaría pronto. Corrieron durante minutos por los pasillos blancos teñidos de rojo y con olor a hospital que parecían interminables en sus vueltas.

En un momento, Nadine casi entró en pánico al darse cuenta que se había olvidado del camino, por más que lo había repetido mentalmente durante días hasta que la cabeza le dolía de forma punzante. Paró de golpe, sintiendo que se quedaba sin aire y sin poder respirar mientras miraba en todas direcciones buscando en sus memorias alguna guía. Brian se encargó de tomar la delantera, gritándole a Nadine para que despertara de su ataque de pánico y dirigiéndola hacia otro conjunto de puertas a la derecha.

Nuevamente se cruzaron con algunos funcionarios que les espetaron gritos para que se detuviesen, un par venciendo el miedo y lanzándose hacia ellos para intentar atraparlos. Uno logró aferrar la camiseta de Nadine haciéndola tambalear y casi caerse al piso, pero con una buena patada en el abdomen del hombre la chica logró soltarse y seguir su camino.

Sintieron los pasos y las voces dando órdenes antes de ver a los guardias, lo que les dio una breve advertencia permitiéndoles entrar de forma atropellada a una de las habitaciones cuya entrada daba al pasillo. Cerraron la puerta rápidamente, acuclillándose detrás de ella como si eso los ayudara a desaparecer de la visión de los guardias. Jadeando tanto por el esfuerzo como por el miedo, Nadine se atrevió a examinar la habitación disponiéndose a atacar cualquier cosa que se moviera.

No había ningún funcionario dentro, pero la habitación sí tenía un ocupante recostado en una camilla que no emitía ningún tipo de movimiento o sonido. Alrededor había varios monitores y cables conectados a la figura pero que se encontraban silenciosos debido al apagón. El olor era rancio, como a comida podrida y tanto Nadine como Brian tuvieron que taparse la boca para disminuir la intensidad.

Una pequeña parte dentro de su mente le advirtió a Nadine que no se acercase a la camilla, que se quedara dónde estaba, acurrucada con la espalda apoyada en la puerta, y saliera corriendo apenas tuviera la oportunidad. Pero la parte más oscura, la más curiosa, la más morbosa de ella la hizo levantarse y caminar lentamente hacia la figura, tapándose con su mano derecha la boca, haciendo arcadas a medida que se acercaba.

—Nadine, no. De... de... déjalo, es me mejor que no... no... se... se... sepas —tartamudeó Brian desde la puerta—. Tenemos que ap... ap... apurarnos, los guardias ya pasaron.

La chica lo ignoró.

El cosquilleo de nervios en su pecho fue incrementándose a medida que avanzaba, sus ojos fijos en el bulto sobre la camilla iluminado por las pequeñas luces de emergencia. Por más que sabía que el silencio era fundamental para mantener su escondite hasta que pudiesen continuar con la huida, Nadine no pudo evitar lanzar un grito de terror cuando por fin alcanzó a distinguir la figura.

Era un hombre desnudo, cubierto de pies a cabeza por grandes úlceras rojas que secretaban una mezcla de pus y sangre. Algunas estaban cubiertas por vendas manchadas, pero la mayoría estaban al aire. Los ojos de la figura estaban abiertos y desenfocados por el miedo o por el sufrimiento, Nadine no lo sabía. Lo reconoció al instante, era el hombre que con tanta prepotencia había atacado a la mujer en las duchas para luego ser eliminado del proyecto NOVA. En el momento había deseado lo peor para la alimaña que era, ¿pero realmente alguien merecía este sufrimiento?

—Ayu...da..me —imploró la figura con apenas un hilo de voz cuando distinguió a Nadine sobre él.

La chica lanzó un grito desesperado y se alejó de la camilla como si estuviera en llamas, su corazón latiéndole desquiciado y respirando a bocanadas intentando que algo de aire llegara a sus pulmones.

—¡SALGAMOS DE AQUÍ, BRIAN! —gritó sin poder controlarse, abalanzándose sobre la puerta en pánico.

El chico parecía estar a punto de entrar en un trance puesto que había comenzado a balancearse rítmicamente y no respondía. Sin importarle lo que estuviese del otro lado, Nadine abrió la puerta sin delicadeza y tomó del antebrazo a Brian para arrastrarlo fuera de la habitación de las pesadillas. Solo ahora entendía la magnitud de los experimentos que antes habían parecido una realidad lejana, y se maldijo por no haber escuchado las advertencias de Ariel.

Siguieron camino hacia las pequeñas escaleras, quedaban pocos metros. Brian corrió más por inercia que por genuinas ganas de escapar, y Nadine todavía no podía sacar de su cabeza la figura cubierta de pústulas o úlceras o lo que fuesen. Cuando llegaron a las escaleras por fin, comenzaron a escucharse los primeros disparos. No eran de tranquilizantes como aquellos que habían escuchado durante la rebelión; este sonido eran disparos de balas reales y los gritos inundaban los pasillos acompañándolos. Nadine y Brian tenían la ventaja de saber lo que estaba ocurriendo y a dónde ir, pero el resto de los reclutas debería estar corriendo sin rumbo yendo de frente a los guardias.

Intentó no pensar en sus amigos mientras comenzaron a subir por la escalera de metal, en lo tonta que había sido pensando que no correrían peligro si no les decía sobre sus planes. Por un lado, cada paso que daba más cerca de la superficie incrementaba su esperanza, por el otro sentía que la culpa la carcomía.

Subieron los chirriantes escalones lo más rápido que pudieron, Brian casi desplomándose por la fatiga; Nadine sintiendo que la escalera era interminable. Pasaron varias puertas que daba a diferentes pisos, pero por ninguna de ellas entró nadie. El destino parecía estarles dando una buena pasada para variar.

Se detuvieron únicamente cuando llegaron al final de las escaleras: la superficie. Brian vomitó por encima de la baranda de la escalera, pero a Nadine no le importó. ¡Lo habían logrado! Todo su cuerpo temblaba ante la expectativa de la libertad, pero no encontraba la fuerza suficiente para abrir la puerta. Simplemente se quedó inmóvil mirándola, sus ojos llorando por el agotamiento.

Brian fue el que la abrió, para sorpresa de ambos, luego de un par de forcejeos para desatorarla. El aire frío, o helado mejor dicho, los golpeó como una cachetada, pero Nadine aspiró como si fuese la sensación más hermosa. Sintió el viento jugar con sus cabellos y la nieve bajo sus pies cuando dio los primeros pasos fuera. Sin poder evitarlo, lanzó una sonora carcajada de victoria a la noche, volteando su rostro al cielo para mirar la enorme luna que adornaba el firmamento. Estaban libres, por fin.

O al menos eso pensó antes de ver a los miles de soldados armados que rodeaban las enormes instalaciones y comenzaban a formarse acatando ordenes lanzadas mediante un altavoz.

NOVAWhere stories live. Discover now