Capítulo 35

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Se despertó de golpe ahogando un grito y con la respiración entrecortada. No fue uno de esos momentos de desorientación, Nadine sabía perfectamente dónde se encontraba cuando abrió los ojos; su cuerpo y su mente alerta al instante. Poniéndose de cuclillas con un movimiento rápido, inspeccionó los alrededores buscando el objeto de su nerviosismo, de su miedo. No recordaba qué la había despertado, pero el cosquilleo en su pecho y la sensación de que alguien la observaba permanecía.

Un escalofrío recorrió su espalda, ya fuera por los nervios o por la leve brisa que refrescaba su rostro cubierto de sudor. Nada estaba fuera de lugar, los niños dormían explayados a su alrededor, aunque Nadine notó que varios de ellos lloraban o se movían entre sueños. Incluso Cécile tenía su rostro fruncido y sus puños apretados como si estuviera luchando.

A su espalda, varios exploradores se turnaban para cuidarlos con cara de querer estar en cualquier otro lado menos haciendo de niñera. No parecían estar alerta, más bien parecían aburridos.

Nadine se concentró en calmar su respiración y se mantuvo en alerta durante varios minutos más observando el bosque por si acaso. Nada indicaba peligro por lo que la chica se dispuso a relajarse y masajear sus músculos adoloridos por dormir en el piso. No tenía idea de cuánto tiempo había dormido, tampoco se sentía más descansada. El sol brillaba con la misma intensidad que cuando había cerrado los ojos, por lo que su descanso se sentía más como una siesta que como una noche de sueño.

Un alboroto se escuchó desde el lindero del bosque y Nadine volvió a ponerse alerta. Los exploradores a su alrededor también dejaron sus conversaciones y caminatas para observar el rincón del bosque con interés. Nadine se sintió completamente indefensa y buscó con desesperación cualquier objeto a su alrededor con lo que pudiera defenderse. Estaba a punto de ponerse a gritar cuando Temba se dejó entrever en los árboles caminando con paso firme hacia el claro de las cavernas desde la dirección de los ruidos.

Nadine se sintió estúpida. Ninguno de los exploradores había perdido el control de la forma que ella lo había hecho.

Antes de saludar a Nadine, Temba observó con desconfianza el impresionante conjunto de cavernas y cuevas en la ladera de la colina. Su mandíbula estaba firmemente cerrada. Varias personas lo acompañaban e imitaron su mirada, pero más con el asombro de un turista que la desconfianza de un hombre de armas cuando las cosas están saliendo demasiado bien.

Luego de dar un par de órdenes que Nadine no logró discernir, Temba se acercó a ella y sonrió de forma forzada a modo de saludo.

—Veo que ya se sienten como en casa —comentó intentando sonar burlón hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para apreciar las expresiones turbulentas de aquellos que dormían.

—Tanto como se puede. Al parecer el sueño no será algo que venga fácil por un tiempo —explicó Nadine siguiendo la mirada de Temba.

Llevando el dedo índice a sus labios en señal de silencio, Nadine hizo un ademán para que Temba la siguiera. Se alejaron unos metros para no molestar a los que estaban durmiendo y continuaron su conversación.

—Intentemos que una vez que todo esté organizado los más pequeños se adapten y sean felices. Ellos son los más flexibles en estos momentos.

—Una cosa a la vez, Temba. Ya veo que tú no has pegado un ojo todavía —advirtió Nadine cuando observó los irritados ojos del hombre.

—Ya habrá tiempo para dormir, cuando las cosas se tranquilicen... O al menos sepamos a qué nos estamos enfrentando.

—¿Has escuchado las novedades de Kaoru?

—Sí. Hemos mandado un segundo equipo para confirmar. Por ahora no lo hemos hecho público para no generar pánico. Uno pensaría que caminaron en círculos sin darse cuenta —comenzó a decir Temba con el rostro cansado—, pero no me extrañaría que fuese cierto. Este lugar huele a rancio, siento que en cualquier momento los árboles van a mostrar dientes y despedazarnos mientras caminamos —confesó.

Nadine se movió incómoda, sintiendo nuevamente la horrible sensación de estar siendo observada que la había despertado.

—Olvídalo. Ya veremos qué hacemos —agregó arrepentido al ver la expresión de Nadine.

—¿Crees realmente que podremos vivir allí adentro? —preguntó ella para cambiar de tema.

—Los primeros reportes parecen favorables, pero no hemos explorado mucho. Vine aquí para organizar un poco eso mismo. Signe se encargará del campamento que sigue cerca de la nave hasta que todo haya sido solucionado por allí.

—¿Qué tal todo por allá?

Temba vaciló.

—Nada muy bonito de ver. Es bueno que los hayan traído para aquí —dijo señalando a las figuras durmiendo—. Muertos, personas desesperándose, algunos fanáticos que se niegan a ser prácticos. Un hombre casi mata a otro porque sospechaba que había tomado dos frutos en lugar de uno. Iremos trayendo a la gente de a poco. Hay varios grupos de niños como este, nuestra prioridad son ellos. Son nuestra esperanza.

Nadine no estaba de acuerdo. Su esperanza era cualquiera que no matara a golpes por un fruto, pero se mantuvo en silencio. Por primera vez, prestó atención a una fina columna de humo que se veía en el horizonte y se estremeció al pensar en la nave humeante y la pira de muertos.

—¿Y el reloj? —preguntó evadiendo la mirada de Temba.

El hombre sonrió con picardía.

—Brian está bien, concentrado con el reloj. Demasiado concentrado a veces, pero Austin y Simón se encargan de que no se pierda dentro de su propia mente. Parece que se están divirtiendo.

—A mí me parecieron unos cabeza-hueca.

—Tengo que admitir que al principio yo pensaba igual, no sabía qué hacer con ellos, pero los dos muchachos tenían buenas intenciones. Por eso los mandé con Brian. Están teniendo éxito, varias personas se unieron a ayudar cuando vieron lo que estaban intentando hacer. Ahora cada uno de los cabeza-hueca tiene un grupito para ayudar a construir lo que está adentro de la cabeza de Brian.

Nadine no respondió. Por un lado había esperado que el chico corriera detrás de ella cuando se diera cuenta que ya no estaba allí, por el otro se alegraba de que estuviera bien. Con un suspiro, decidió alejar a su lado oscuro y focalizarse en las cuevas.

—¿Cuál es el siguiente paso ahora? —preguntó cruzando los brazos.

—¿Ahora? Nos preparamos para investigar las cavernas. Un grupo está recolectando ramas y piedras para intentar hacer algún tipo de lanza rudimentaria y tener algo con lo qué protegernos, pero creo que esta vez tendremos que contentarnos con rocas y palos.

Antes de que Nadine pudiese objetar lo peligroso que era entrar a una cueva sin nada con lo que defenderse de forma apropiada, un grito desesperado la interrumpió. Tanto ella como Temba corrieron hacia el grupo de niños donde Cécile miraba asustada en todas direcciones casi al punto de llorar, mientras otros niños sollozaban tanto por la reacción de Cécile como por un miedo oculto. Nadine la abrazó e intentó calmar a la amiga que nunca había visto perder los estribos.

—Si este planeta no nos mata, nos volverá locos —sintió a uno de los exploradores decir a sus espaldas.

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