[07] Atlas

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Evanora siempre le advertía sobre lo peligroso que era jugar con la magia

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Evanora siempre le advertía sobre lo peligroso que era jugar con la magia.

  Winnie quería creer que la ley de la brujería que prohibía revelar la identidad era algo exagerada. Hizo una mueca al recordar a su madre haciéndosela repetir una y otra vez; tuvo que reprimir una sonrisa traviesa al recordar los acontecimientos recientes. Los hechizos no se le daban del todo mal, pero obedecer era algo que escapaba de su control.

   Aquella noche no fue a cenar. Se quedó en la biblioteca hasta tarde, buscando aquí y allá información sobre las líneas ley. No encontró mucho; la mayoría hablaban de ellas como quien menciona leyendas y cuentos de hadas sin un ápice de verdad. Winnie resopló, apoyando la barbilla en la palma de la mano con aire aburrido.

   Los ojos se le cerraban y apenas era consciente de cómo pasaban las horas. La biblioteca se vació, pese a que Winnie sabía que no cerraban hasta bien entrada la noche. Suspiró, estirándose. Quizá alguna vez llegaría a ser una buena alumna y se pasaría la noche en vela estudiando, pero ese día todavía no había llegado.

   Buscó el nombre de Atlas en internet. Tardó un rato en darse cuenta de que estaba mirando un mito de la antigüedad y no el nombre de un muchacho dedicado a la investigación de la magia.

   Sacudió la cabeza y se frotó los ojos. Al volver a abrirlos vio a una anciana, vestida de otra época, en la silla de enfrente. Winnie abrió la boca, sorprendida, pero durante el siguiente parpadeó la figura desapareció como si nunca hubiera estado allí.

   —Vaya —suspiró—. Debo de estar más cansada de lo que creía...

   O el mundo estaba jugando con ella y con su mente.

   Entonces llegó a una página en la que había la misma foto de Atlas que en el libro. Leyó por encima una breve biografía de su vida; era un chico de Edimburgo que se había graduado en historia. No había mucha más información; no se sabía nada de su familia y varias fuentes aseguraban que había sido un niño tímido y aislado, no muy dado a relacionarse con la gente. Le había dedicado su tesis universitaria a las líneas ley; su origen, su poder, su localización a nivel global... Nadie le había tomado en serio, pero él la había publicado de todas maneras.

   Cuando sus ojos se desviaron hacia el final del artículo, esperando encontrar sus redes sociales o una dirección postal, descubrió que el joven había muerto hacía cinco años.

   Se estremeció.

   —Joder —masculló—. Para algo que encuentro, el chico está muerto...

   La foto era a color en la página web, así que Winnie se detuvo a analizar. Atlas había tenido el pelo de un rojo más apagado que el de Odette y los ojos castaños. No parecía feliz.

   Suspiró y, casi sin pensárselo mucho, la imprimió. Sabía que resucitar a los muertos estaba prohibido —aquella era una de las pocas reglas que, de momento, no se atrevía a romper—, pero nadie le había dicho expresamente que no pudiese comunicarse con ellos.

Vivir a contraluzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora