Capítulo 9

1.4K 115 27
                                    


Pitt

Las nubes sobre el cielo no guardan ninguna forma, siento sus manos perdidas en mi cabello y busco mantener la estabilidad, soy consciente de todo lo que ocurre y mi sentir lo deja claro cada poco que pasa.

—Debemos volver. —informo— Nicol me espera.

—Está bien —se inclina a mi lado— ¿Le pediste ayuda con lo que te pedí?

Me siento sobre el césped viéndola, es muy temprano y ya vuelve con lo mismo.

—No.

Me pongo de pies escuchando como me habla mientras me dirijo al rio donde meto ambas manos mojándome el rostro, veo mi reflejo moverse sobre el agua y rápidamente estar acompañado de otro.

—No quiero escucharlo.

—Lo harás.

Cierro los ojos.

—Pitt.

La saliva que paso es pesada.

—Vanessa, me duele la cabeza.

—Entonces volvamos.

—¿Y si mejor te quedas aquí?

—No.

—Volveré en dos días.

Me pongo de pies al sacudir mis manos.

—Ya me escuchaste, no.

—¿Por qué no? ¿Qué tiene que me esperes aquí?

—Necesito ver a Caysen, debo hablar con él y verificar que esté y se mantenga con vida.

Mi mano cae sobre mi rostro interrumpiendo mi vista.

—Hay algo más que debo contarte Vanessa —me enfoco en ella quien me ve con ansias— Escuché algo que necesito me confirmes.

—¿Qué es?

—Antes de regresar quiero que me cuentes de tu niñez.

—¿Por qué?

—Quiero saberlo todo de ti.

—No necesitas hacerlo, tampoco quiero hablar de ello.

—¿Te causa molestar? —se queda callada— ¿Me contarías cómo te hiciste esa cicatriz de tu mano?

Cierra el puño y me ve.

—Fue un accidente Pitt, si nos iremos hagámoslo ahora.

—¿No te gusta aquí?

—Es lindo pero prefiero la casa de las flores.

—¿Cómo te cortaste?

—Volvamos pronto que tengo hambre —se gira en camino al supuesto castillo.

La insistencia no me llevará a nada, Vanessa es difícil, es complicado tratar con ella y el que se suerte del todo cuesta.


El aeropuerto está limpio a nuestra llegada, no me distraigo con nada y menos cuando ella va con toda esa prisa en la delantera, me molesta el que tenga sus pensamientos puestos en otro en cuanto yo trato de hacer tiempo antes de hablarlo.

—¿Crees que tengan arroz? —inquiere cuando el avión parte. —¿O tal vez pollo?

—Dame tu mano —pido sentado junto a ella— Vamos dámela.

Siento sus dedos deslizarse entre mi mano.

—¿Estás bien? ¿También tienes hambre?

—Sólo quiero estar así por un momento.

Acercándome a lo prohibidoWhere stories live. Discover now