Capítulo 3 (Parte II)

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En cuanto termina mi cita con Simon, prácticamente regreso a casa trotando y rebusco en mi librería. He sacado unos diez libros diferentes, todos de autores muy dispares entre sí, y me pongo a leer las sinopsis. Algunos son demasiado profundos, incluso hay uno en el que la protagonista se enamora de un fantasma y termina viajando al pasado solo para estar con él. Me parece demasiado idealista y romántico para Simon. No le conozco mucho, pero le veo más frío y racional, así que es difícil encontrar algo que pueda encajar con él.

Al final, doy con un libro sobre detectives en el que, además, hay fantasmas. La protagonista es una detective que trabaja para una agencia paranormal y los fantasmas le dan casos nuevos para investigar. Doy un grito de emoción.

—¡Este sí, joder! ¡Este le va a encanar!

Jordan sale de su habitación, con el pelo recogido en un moño y los mechones apuntando hacia una dirección distinta. Tiene el cepillo de dientes en la boca y me mira con los ojos abiertos de par en par, como si me hubiera vuelto completamente loca.

—Últimamente intento ser muy prudente contigo —me dice con la boca llena de pasta de dientes—, pero me lo pones difícil para no juzgarte. ¿Te has vuelto loca de forma definitiva e irremediable? ¿Llamo a Hawkins?

Hawkins es mi psicóloga, aunque ella odia que la llamen así porque intenta fingir que es mi amiga para crear un ambiente de confianza o algo así.

«Llámame Sarah, Eli, aquí somos amigas».

Y una mierda. Si fuéramos amigas no me cobraría cincuenta putos euros a la hora. Y eso en los meses en los que no está muy ocupada. Una vez me cobró setenta porque, según ella, la carga emocional que dejé en aquella sesión había sido demasiado intensa. Bueno, eso y que me envió doscientos ejercicios para realizar a lo largo de la semana.

Me jodió el día, el mes y la semana.

—Estaba buscando un libro para Simon —le explico.

Jordan para de cepillarse los dientes y abre los ojos de par en par, sorprendida.

—Ay, dios. Le has hablado de los libros.

Me detengo en el acto y me abrazo al libro de fantasmas como si fuera a protegerme. No es muy gordo, pero quizá puede parar la inseguridad que la mirada de Jordan está empezando a generarme.

—Sí, ¿qué pasa? —pregunto, dubitativa.

—No creo que a Simon vaya a interesarle mucho un libro de fantasía, ¿no?

—Me ha dicho que quería uno de fantasmas —respondo en voz baja.

Jordan arquea una ceja.

—¿Sí? Puedes llevarle algún libro más suave y... adulto. Pero no adulto de los que sueles leer en tu habitación.

—He elegido el de los fantasmas detectives.

Ese libro me gustó tanto que incluso obligué a Jordan a leérselo. Tardó un mes y medio en cogerlo porque odia leer, pero al final incluso le gustó y se leyó todos los libros de la autora. Incluso he descubierto que compró su próximo libro en preventa. Lo tiene anotado en el calendario de su móvil.

Sí, espío su calendario. No es que sea mala persona o una controladora, es que compartimos nuestros calendarios para no pisarnos los eventos. Así, siempre recuerdo cuándo es su noche de mojitos y ella cuándo le toca acompañarme a alguna firma de libros.

—Buena elección —confirma, sonriendo.

El alivio es instantáneo.

Escucho el maullido de mi móvil en algún punto del salón. Creo que está sepultado entre toneladas de libros que he ido sacando y descartando de mala manera. El segundo maullido suena opacado por los libros, y también el tercero. El salón se llena de maullidos que se solapan unos con otros mientras yo rebusco furiosamente entre libros de tapa dura y maldigo en voz alta cuando uno de los de tapa blanda recibe un golpe por mi falta de decoro.

CatfishWhere stories live. Discover now